Dulces y extraños

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Recuerdo que cuando era pequeño mis padres siempre me decían que no debía recibir los dulces que me ofrecían los extraños, claro que como buen niño nunca les hice caso y de vez en cuando me daba un festín de dulces; eso sí, nunca pude entender la razón, ¿por qué un extraño gastaría dinero en dulces para un niño que no conoce?

Bueno, eso no lo entendía cuando era pequeño, pero ahora que he crecido lo sé perfectamente, o más bien, entiendo la razón por la que yo lo he hecho.

Hace algunos años estaba a punto de botar una rebanada de pastel que se había echado a perder, pero justo en ese momento un pequeño que jugaba con una pelota se me acerco e insistió en que le diera la torta, a pesar de que le había dicho que estaba mala, sólo quería sacármelo de encima así que se lo di.

La cara de asco que puso, no creo olvidarla en un futuro cercano, pero me gustó. Desde entonces encuentro sumamente divertido ver la cara de los niños latosos poner esas graciosas expresiones de asco al comer los desagradables dulces que con tanto regocijo reciben a escondidas de sus padres.

Calabazas de medianocheWhere stories live. Discover now