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Tema: Globos

Detesto los globos. Pero no te atrevas a pensar que es por los insulsos payasos, por más películas que haya son un simple cuento, mi historia va más allá de la realidad; surreal me atrevería a decir.

Infortunadamente recuerdo ese día como si hubiera sido esta precisa mañana, por nada en concreto, solo que esta mañana fue muy parecida esa.

Fue en un caluroso día de agosto, así como hoy, hace ya veintitantos años cuando yo recién comenzaba a hacer la tarea de matemáticas que debía llevar para el día siguiente, o reprobaría la materia —en tantos años nunca logré descifrar las matemáticas—; yo estaba en casa con mi padre y mis hermanos, mi madre había salido hacía un par de horas para comprar lo que necesitaba hacer para el almuerzo, yo estaba feliz porque mi madre había dicho que sí tenía el dinero suficiente para comprar algunos lulos, así el juguito quedara un poquito aguado.

Mis hermanos estaban en el patio jugando en la tierra con sus carritos, mientras mi padre estaba en la mecedora que había en el corredor disfrutando del sol y del canto de los pájaros; ese día había tomado la decisión de no ir a trabajar, total como él decía "este bendito calor de agosto no deja ni respirar".

No me gustaban las matemáticas y nunca lo harán, pero en ese momento solamente quería terminar rápido mi tarea porque ya estaba cerca la hora en que el amable señor amigo de mamá iría a la casa.

Me gustaban mucho sus visitas, porque sin importar si ya había hecho la tarea, mamá me dejaba salir a jugar con mis hermanitos —ahora, tantos años después, por fin entiendo la razón— y casi siempre nos traía golosinas.

Una fórmula, solo una y terminaría la tarea, cuando sin aviso alguno entró a la sala de la casa un bello globo de color rojo "lo trajo él" pensé sin dudar "ya llegó" y sin aviso alguno escuché el bum de uno de los globos, pensé que mis hermanos lo habían reventado, pensé que debió haber sido un globo muy grande, porque sonó muy duro, así que salí para darle a uno de mis hermanitos pequeños mi hermoso globo rojo.

Rojo, todo rojo. Todo en el patio de la casa estaba rojo mientras al lado del amable hombre rodaba uno de esos deliciosos lulos, mi madre de rodillas lloraba mientras abrazaba a mis hermanos pequeños y veía con odio a mi padre que sostenía aquél revolver que días antes me había enseñado a usar para cazar, mientras a su alrededor flotaban los otros dos globos rojos que el amigo de mi madre había traído para mis hermanos. No había sido un globo el que había provocado el bum. 

Calabazas de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora