Capítulo 26- Así igual que la paz que podia haber encontrado en ti.

35 6 7
                                    

—¿Maiden? ¿Cuál Maiden?

—¿Qué? Por favor, Rogers, no hagas como si no sabes de quién estoy hablando.

—No sé de que me hablas, Rivera. Es más, el que debería de estar haciendo preguntas ahora soy yo.

—¿Dónde esta Maiden? —dije evadiendo su comentario.

—Ya te lo he dicho. ¿Quién es Maiden?

Lo miro seriamente y puedo sentir como mi semblante comienza a cambiar a medida que pasa los segundos, a uno que esta vez, delataba mi confusión.

—Dime, Elizabeth. ¿Está todo bien? ¿Necesitas algo?

El arrugado rostro del hombre de 40 años mostraba ahora una sonrisa siniestra mientras que mantenía su mano afrente, acercándola poco a poco hacia mí.

—No se atreva a tocarme. Mantenga su distancia —apunté sacando un 9mm.

—Vaya, calma un poco gatito. Deberías relajarte, no hay manera en que te haga algo ahora, ¿no ves las puertas? —señaló—. Tu amiguito se las ha arreglado para dejarnos presos a los dos aquí, por lo cual, me pregunto que es lo que quieren.

—Ya te lo he dicho.

Él ríe y comienza a caminar hacia el otro lado de la habitación.

—Muy bien —dijo mientras continuaba caminando—, Maiden si está aquí, pero hiciste muy mal, escogiste un mal tiempo. Si es al quien están buscando pues deberían haberlo buscado a él, no a mí. Pierden mucho tiempo, créanme.

—¿Quién eres en realidad? —pregunté.

—¿Quién soy? —bufó—. Soy Rogers, ¿acaso no es obvio?

—¿Por qué estuviste vigilandome todo este tiempo?

Él guardo silencio por un segundo, como si estuviera pensando muy detalladamente su repuesta.

—Eso yo no lo sé.

—Por favor. Ya sé que estuviste vigilándome todo este tiempo, solo admite tus planes.

—Eso no lo sé —admitió.

—¿A que te refieres con que no lo sabes?

—Eres igual a tu padre ¿sabes? Igual de curiosa y ansiosa por conocer todo, tan emocionada por desatar todos esos nudos que forman todo un misterio —volteó a verme—, solo que a diferencia de él, tienes esa inocencia que podría jurar que se nota con solo verte a los ojos. Puedes bajar el arma, no creo que pienses que tenga alguna manera de defenderme ahora.

Analizo sus palabras en mi mente, y comienzo a mirar a mi alrededor, la habitación había sido mucho más extraña de lo que yo me imaginaba, al final de estas se encontraban balcones de pasillos, como pasillos los cuales si te acercabas a la esquina, te daban vista a la habitación redonda en la que me encontraba. Pero a pesar de los extensos que estos se veían, se encontraban totalmente vacíos. Entonces, me doy cuenta de un pequeño detalle, el cual hace que inconscientemente se cree una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro.

—¿Cómo es que estás solo ahora? —mantuve el arma en alto.

—¿Es tanta novedad aquello?

—Eres Rogers, prácticamente diriges la base.

—Estás muy acostumbradas a ese mundo de los espías al parecer. Aquí las cosas son diferentes, somos hermanos en guerra, no en paz. Somos leales y confidentes, pero en la guerra. Mantenemos nuestra hermandad en los momentos difíciles, luego, continuamos con nuestra dependencia. ¿Para qué, pues, mantendría a uno de mis hermanos conmigo de guardaespaldas si puedo defenderme solo aquí? Es más, ni siquiera los considero tanto como para creer que convertirían mi base en una guerra. Son dos contra miles. No creo que sean tan tontos.

ElizabethWhere stories live. Discover now