Capítulo 15- El firmamento contigo

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—¡Elizabeth!

Las manos frías de Sara sacudían mi cuerpo.

—Despierta.

No respondí.

—¡Elizabeth! Te dije que no tengo tanta paciencia para intentar levantarte, dormilona —indicó Sara apuntándome con el cepillo de dientes.

Abrí mis ojos y tomé un gran respiro mientras mi cuerpo aún reposaba en la cama. Tengo que admitir que últimamente se me hacía difícil levantarme —bueno a quien no, levantarse a las 4 am todos los días, no es algo a lo que esté acostumbrada—. Levante mis brazos y los estiré mientras solté un pequeño gritito ahogado —de esos que se hacen mientras estiras tu cuerpo con todas tus fuerzas—. Como todos los días.

—Vamos, a bañarte, recuerda que ya tu príncipe azul sale hoy, sus heridas ya están sanadas —dijo Sara con una voz melosa.

—¿Príncipe azul? ¿De qué me hablas?

—¡No te hagas Eli! ¡Thomas!

Lo había olvidado, durante las últimas semanas Sara me había estado molestando con Thomas diciéndome que nos veíamos lindos juntos y esas cosas. Pero ella no tiene idea de Maiden.

—Te he dicho que no somos nada —me incorporé en mi cama—. Solo he ido a charlar con él los últimos días, me agrada —Solté un suspiro y una vez sentada en la cama, agarré una cola de caballo en mi cabello despeinado— ¿Entiendes?

—Sí, claro. Di lo que quieras, pero Pamela y yo opinamos lo mismo.

¿Lo mismo? ¿Acaso estas locas hablan sobre mí a mis espaldas?

—A Pamela no le agrada Thomas — refuté.

—Eso es cierto, pero eso no significa que ella no opina lo mismo que yo.

—¿Desde cuándo hablan de estos temas a mis espaldas? —le tiré una almohada mientras reía al recordar la primera vez en la que las presente.

Fue solo hace unas semanas, recuerdo que Sara estaba tan emocionada por conocerla que incluso se cayó por andar de distraída camino a la A.I.E.C y lo peor de todo fue que Pamela vio esa escena. Si hubieran estado ahí estoy segura de que se hubieran reído a más no poder, como yo. Pero lo bueno es que no sufrió ningún daño, fue una caída inofensiva.

—Bueno, deberías empezar a mover adelante, cada vez que te hablamos de amor te pones muy rara, y Elizabeth Rivera, tendrás que contarme algún día que es lo que me ocultas.

Una risa salió de mí. Si supiera que es lo que me paso, seguro relacionaría mi vida loca con algún anime que vio.

—Te lo contaré, lo prometo —reí.

Tomé mis ropas y me dirigí al baño, donde luego de bañarme me dirigí a la enfermería. Supuestamente hoy lo iban a dar de alta luego de varias semanas.

Me he dado cuenta de que Sagitarious se preocupa demasiado por sus espías, en lo poco que sé de medicina Thomas ya debería de haber salido hace mucho tiempo de allí, pero al parecer al médico no le pareció esa idea, pues lo dejo mucho más tiempo.

Caminaba por el pasillo, tarareaba una canción mientras que una sonrisa involuntaria se mostraba en mi cara al cantarla, un gran grupo de personas que parecían amigos, caminaban en dirección contaría a la mía, estos mostraban una concentración increíble mientras que uno de ellos conversaba alguna historia que entretenía a los demás.

—Y entonces yo le dije "¿De verdad crees que se acabó todo? A veces eres muy ingenua, ¿no te das cuenta de lo que realmente hago? —contaba uno de ellos.

Los demás boquiabiertos escuchaban atentamente su anécdota, la cual, al parecer había estado muy interesante.

Reí al ver esta escena, pero mi expresión cambio al mirar, afrente de mí... Otra vez.

Esos únicos ojos azules se encontraron con los míos otra vez. Otra vez... Todos los días lo veía, siempre estaba realizando algo, cargando alguna caja; dirigiéndose a algún lugar importante con esa expresión tan extraña en él, pero nunca me recordaba. Y si, este Maiden era diferente, he intentado interactuar con él, pero me parece tan rara su actitud, esta tan... Feliz, alegre, sonriente. Mientras que mi corazón dejó de saber que hacer luego de llorar tantas noches en mi cama, ¿era justo seguir intentando destruir su falsa realidad? En su mente su familia lo dejó en Sagitarious para que este sea un buen hombre y sepa defenderse, en su mente su familia estará esperándole cuando termine su entrenamiento. En su mente, pues en la realidad... ni siquiera estoy segura si tenía una familia.

Tratando de evadir su mirada aceleré el paso para llegar mucho más rápido a la enfermería, donde esperaba ver a Thomas en la puerta.

Y efectivamente así fue, pues al llegar encontré a Thomas observándome con una expresión seria.

—¡Hola!

—Hola —dijo en un tono frío.

Fruncí el ceño.

—¿Te encuentras bien? — pregunté.

—Sí... ¿Por qué?

—No, nada

Miente. Durante todo el camino a la habitación este se mantuvo callado y pensativo, como si algo grave hubiera pasado.

—¿Me dirás que es lo qué pasa? —interrumpí.

—No, tranquila, nada...

¿Habré hecho algo? ¿Le dolerá algo?

Las palabras estuvieron a punto de escaparse de mi boca, pero el tiempo jugó en mi contra, pues llegamos a nuestro destino antes de lo esperado.

—Bueno, está es mi habitación —indicó Thomas.

—Así veo, al parecer está mucho mejor que la mía.

—Sí...

—Bueno supongo que me iré, nos vemos luego.

—Elizabeth.

—¿Sí?

—Te veo hoy a las 10 pm en las afueras de la agencia, quiero enseñarte algo...

—¿Cómo así?

—Solo anda. Luego entenderás, creo que te gustará lo que te voy a enseñar. Anda con ropa de calle —dibujó una sonrisa en su rostro.

—Hmmm está bien.

¿Acaso estará loco? Primero se porta distante y misterioso y ahora me invita a salir a las 10 de la noche, sí que es un chico muy extraño....
¿Qué será lo que me quiere enseñar?

Pero no tenía tiempo para eso ahora, tenía que enfocarme en mí, no he asistido a ni un solo entrenamiento oficial para ser espía, para ser específicos, no he asistido a mis clases de entrenamiento. Sara me había ayudado hasta ahora, pero ya no tengo como evitar tomarlas, ya no puede encubrirme. Así que mi siguiente destino es las salas de entrenamiento.

Me perdí un par de veces, di como 5 vueltas a la base, pregunte a miles de personas la dirección, pero finalmente, luego de tanto alboroto pude deducir donde eran las salas de entrenamiento.

Mi respiración se encontraba entrecortada debido a que había corrido por todo el camino, estaba tarde para el entrenamiento, me van a matar. Solo espero que este lugar si sea la sala correcta.

Abrí la puerta de un solo golpe y quede petrificada al ver lo que había dentro.

—Sí que te tardaste en llegar, me has dejado plantado los últimos días.

—¿Papá? ¿Qué haces aquí? —tartamudee.

—¿Qué más voy a hacer? Tengo que entrenar personalmente a mi propia hija ¿O pensabas que iba a dejar al traicionero de Smith que te entrenara?

—¿Traicionero?

—Supongo que ya sabes todo lo que hizo. Él se encargó de que no seas aceptada en la agencia de espías y.... Le hizo eso a Maiden... Pero él no sabe que yo sé sobre su traición, estoy esperando en el momento en que tú estés lista.

—¿Yo?

—Sí, al saber que a Maiden se le ha sido arrebatada su memoria entonces ya no tiene sentido poner de jefe a alguien que es prácticamente inexperto... Así que... Felicidades, cuando estés lista serás la próxima al mando.

—¿Yo?... Pero si yo apenas llevo meses en este lugar.

—Eso es cierto, pero en el momento en que yo muera no dejaré a un cretino como Smith al mando... Yo no hice tanto como para que esto se termine tan rápido...

En ese momento recordé, la carta que me dio mamá... ¡No la había leído! Estuve con tantas cosas que la olvidé. Tengo que leerla, apenas la encuentre la leeré.

—¡Elizabeth! ¡Atenta!

Con un solo movimiento me tiró al suelo, sacándome de mis pensamientos.

—¡Auch!

—Esto es un trabajo en el que no se te es permitido distraerte ¡Vamos! ¡Levántate!

—Aquí vamos de nuevo... —susurré.

Las horas pasaron y no todo fue tan fácil como pensé. Entrenar con Maiden ya había sido común, pero con mi padre... ¿Desde cuándo se sabe todos mis movimientos?

—Suficiente por hoy —sacudió su pantalón ofreciéndome la mano para levantarme del suelo.

—Me duele todo... —dije mientras me sobaba el brazo

—Claro que sí, debes entrenar más o todos los días acabarás igual de agotada como hoy. Además, deberás de inventarte tus propios movimientos, todos esos que usas son los que yo mismo le enseñe a Maiden.

Refunfuñe y salí de la habitación, por poco arrastrándome por el suelo debido al dolor que tenía en mi cuerpo. La verdad no quería ni siquiera ver a mi padre, pero considerando que no tenía escapatoria del trato, no tenía sentido pelear, solo acabaría en que él me chantajearía o no me haría caso.

Al llegar a mi habitación me tiré sobre la cama, únicamente pensaba en dormir y al cabo de unos minutos lo hice, me quede dormida.

Me levanté y al parecer ya era de noche, la agencia estaba silenciosa y vacía. Vi la hora... 9:50 pm

Con mis ojos entrecerrados, mirando hacia el techo, me encontraba divagando entre mis pensamientos, siento que me olvido de algo, pero no lo recuerdo, así que vuelvo a cerrar mis ojos, dispuesta a dormir.

10:05 pm —indicaba el reloj nuevamente.

No podía conciliar del sueño, me olvido de algo que siento que es importante, pero no lo sé. Rasco mis ojos y comienzo a intentar de recordar...

—¡Thomas! ¡Lo olvide por completo! —grité.

Devolví mi mirada al reloj, 10:10 pm. Mis ojos se abrieron como platos y como pude, me levanté de la cama y me dirigí hacia la ducha con la vista toda nublada debido al movimiento apresurado que había hecho.

Ni siquiera tenía una ropa linda y para el colmo iba a llegar tarde.

Sin saber que hacer comencé a mirar por todos lados del cuarto y me quede boquiabierta al ver un vestido beige con detalles delicados y brillantes colgado en la puerta del baño.

—Lo siento Sara, pero si era tuyo, tendrás que perdonarme por usarlo —hablé para mí misma.

Volví a ver el reloj, 10:30 pm ¡Me va a matar!

Corrí por todo el pasillo muerta de la vergüenza, ni siquiera me había visto en el espejo, cualquiera que me viera pensaría que estoy loca, me arreglaba mientras corría por el camino. Era demasiado tarde.

Nunca me había gustado la idea de dejar esperarando a alguien, especialmente porque mi papá era demasiado estricto en ese aspecto, así que me inculcó mucho la puntualidad... Aunque últimamente no había sido tan puntual que digamos.

Finalmente, llegue al exterior y lo vi. Llevaba unos jeans negros y una camisa de botones ajustada. Era la primera vez que lo veía con ropa diferente, ya que este siempre optaba por ropas más frescas y cómodas.

—Elizabeth llegaste tar.... —sus ojos me miraron de abajo para arriba y al encontrarse con los míos, hicieron que una sonrisa saliera de sus labios, mientras que yo seguía confundida por su silencio—. Te ves hermosa...

—Gracias —sonreí.

—Al parecer si te pusiste el regalo que te di.

—¿Regalo? ¿Acaso tú me compraste este vestido?

—Sí

Me quede boquiabierta con escuchar esto, juraba que era de Sara.

—Te quedaste dormida luego del entrenamiento ¿Cierto?

—Sí...

—Jajaja sabía que eso pasaría, eres una chica muy dormilona ¿sabes? —dijo en un tono burlesco.

No pude evitar que una carcajada saliera de mi boca lo que ocasionó que él también riera conmigo.

—Solo si me hubieras visto... Fue una locura.

—Me imagino —rió.

Las risas pararon y esta vez sus ojos se encontraron con los míos, lo cual me hizo poner nerviosa.

—¿A dónde vamos? —cambié de tema.

—Ya verás, es una sorpresa.

Me llevó hasta la cascada, donde paramos pues al parecer la íbamos a escalarla.

—Te voy a vendar los ojos...

—¿Por qué? ¿Cómo quieres que suba la cascada si me vendas los ojos?

—Yo te voy a cargar hasta la cima —dijo lleno de orgullo.

—Eso es completamente innecesario.

—¿Me vas a dejar hacerte la sorpresa o no?

Entrecerré mis ojos y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

—Tranquila no voy a hacer nada malo, a lo menos que quieras caerte puedes ir ti sola.

—Eso no iba a pasar señor Andrew — bromeé—, pero está bien, tú ganas

Él movió energéticamente sus manos al escuchar mi respuesta y procedió a colocarme la misma venda que me puso la vez en que me llevo a mi casa. Sentimientos encontrados aparecieron al ver esa venda, que ironía, me terminó haciendo amiga del que una vez odiaba.

Cargándome en su espalda no sé cómo saco una fuerza tan inmensa, pero subió conmigo en sus hombros. Al cabo de unos minutos llegamos a la cima y esta me bajó.

—Ahora sí —quitó la venda de mis ojos.

Una expresión de asombro mezclado con alegría apareció en mi rostro, y como una niña embobada comencé a mirar todo mi alrededor. Afrente de mí se encontraba el firmamento, lleno de estrellas, estrellas que se veían tan hermosas mezcladas con todos los colores que había en este. Podría decir que mis ojos brillaban debido al hermoso paisaje que se podía ver desde la cima.

—Supe que hoy iba a haber una lluvia de estrellas así que decidí traerte...

Con una sonrisa de oreja a oreja volteé a verlo.

—Thomas... Esto es precioso

—Lo es ¿verdad?

—Sí... Adoro las estrellas, desde pequeña me sentaba en mi escritorio y las contemplaba desde mi habitación. He visto muchos paisajes hermosos pero... Esto está increíble.

—Me alegro de que te haya gustado —sonrió y procedió a sentarse a mi lado.

Pasó el tiempo y el silencio que ocurría no era incómodo, más bien el silencio ayudaba a apreciar lo hermoso de la vida, lo hermoso del paisaje ante nuestros ojos.

—Sabes esta lluvia de meteoritos sucede 1 vez al año, recuerda este momento porque solo pasa una vez —informó.

—Hay un mito sobre las lluvias de meteoritos —confesé.

—¿Si? ¿Y cuál es ese mito?

Comienzo a jugar con mi cabello mientras que el calor comienza a subir por mis mejillas.

—Pide un deseo y lo que sea que pidas se va a cumplir.

Este quedó en silencio, como si estuviera pensando cuidadosamente que iba a decir.

—En tal caso, deseo estar siempre a tu lado, donde sea que estés, ahí estaré. Nunca te vas a sentir sola.

Sus palabras conmovieron mi corazón, nunca nadie me había dicho eso.

—Gracias... Fue hermoso que me hayas traído a ver esto.

Él rió.

Durante toda la noche nos quedamos contemplando el paisaje, no fue necesario decir ni una sola palabra pues el firmamento lo completaba todo.

Sin darme cuenta caí rendida y me quedé dormida acostada en la cascada, lo ultimo que recuerdo fueron los brazos de Thomas posicionándome algo suave y delicado sobre mi cuerpo.


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