Campo de... ¿Victorias? ¿Acaso no eran calabazas?

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#WritoberJotson #Writetober2020

He pasado casi toda mi vida en la ciudad; las urbes no son místicas, allí no creemos en fantasías, en las típicas leyendas rurales, pero en mi pueblo, en mi pueblo no son leyendas, son como verdades tan reales como lo que a continuación te voy a contar.

Déjame ambientarte un poco; cuando tenía seis años mis padres dejaron el campo para buscar mejores oportunidades en la ciudad, al principio fue difícil, pero estando allí encontraron oportunidades que creyeron jamás aparecerían de haber permanecido en ese pequeño rincón de nuestro pueblo natal.

Una de las tantas oportunidades fue la universidad, para mis hermanos y para mí; decidí que quería ser profesora y luego de graduarme comencé a dar clases en un famoso colegio de la ciudad.

Hace poco me enteré de que venderían la antigua finca de mis abuelos, así que decidía aprovechar la semana de receso de octubre para pasar unos días allí, despejarme del ajetreo urbano y recordar los viejos momentos que junto a mis primos pasábamos en la antigua casa.

Pasados unos días que me habían sentado de maravilla, quise comer algo dulce, pero serían varias horas para poder comprarlo en el pueblo y ya se hacía tarde, de repente recordé el campo de victorias que alguna vez cuando era una niña había encontrado cerca de la casa, quise ver si a pesar de los años aún se encontraba en ese sitio.

Al asomarme al lugar me encontré con un huerto lleno de maleza y en medio del rastrojo, pero con unas enormes victorias, sabía que, si quería hacer un dulce para mí, con la más pequeña bastaría, pero fue imposible resistirme a la tentación de tomar una de las más grandes.

La casona campestre que una vez estuvo llena de vida tenía varias entradas, todas conectaban a una habitación diferente, la más cercana que se encontraba abierta me obligaba a pasar por la sala, en donde se encontraba un pequeño televisor que solamente transmitía los canales nacionales y uno que otro canal agrícola, en uno de estos pocos canales estaban emitiendo una típica película de Halloween en la que unos pequeños iban de casa en casa pidiendo dulces, todas la casas como es típico de este tipo de películas, estaban decoradas con esqueletos, arañas, murciélago, paja y calabazas, de repente bajé la cabeza a la enorme victoria que traía cargada y no pude evitar percatarme del parecido que tenían ambas frutas, obviando el color, claro está.

Como si de una travesura se tratase, fui corriendo hasta la cocina, quería tallar mi victoria, así como en la película tallaban las calabazas. La partí por la mita para cocinar mi dulce y luego comenzar con mi improvisado diseño.

A pesar de conseguir un rostro bastante deforme, me sentía orgullosa de mi gran hazaña, ya tenía una buena anécdota para compartir con mis alumnos, por supuesto no les contaría lo mal que me quedó, sin embargo, eso no me detuvo a buscar una vela y colocarla en el corredor de la casa como si fuera un farol.

Ahora que lo pienso, es curioso que hiera eso, nosotros ponemos faroles en diciembre, no en octubre.

Fui a revisar mi dulce, y decidí que no necesitaba más como cena, eso era más que suficiente, decidí comerla en la sala mientras veía las noticias nacionales, que a esa hora sería lo mejor que se podría encontrar.

Lo último que recuerdo de esas pequeñas vacaciones fue el descomunal sueño que me atrapó mientras terminaba mi dulce de victoria.

Días después desperté en una habitación de hospital. Al querer saber por qué me encontraba en ese lugar, un tío, quien mencionó haberme encontrado quizá uno o dos días luego de haber quedado inconsciente, pues al no regresar el día que debía hacerlo, mi familia estaba algo preocupada, por lo que fue a buscarme para asegurarse de que nada me hubiera pasado, al encontrarme en ese estado, inmediatamente me llevó al hospital del pueblo y en ese momento, cuando pregunté qué me había pasado, me enteré de la razón por la que querían vender la propiedad.

Mi tío me contó como una mujer que siempre había odiado a mi abuela, finalmente había logrado hacernos verdadero daño.

Parece ser que esta mujer llevaba años detrás de mi abuelo, en gran parte por la extensión de las tierras que heredaría al casarse, pero al hacerlo con mi abuela, la mujer juró que se vengaría por haber arruinado el resto de su vida. En un principio era muy notorio su rencor, dejando para empezar, y si saber cómo lo hizo, en la cama de los recién casados el feto ensangrentado de algún animal, de vez en cuando se desaparecía algún gato o una res y días después aparecían muertos en los límites de la propiedad, luego del nacimiento del primer hijo, los ataques cesaron casi en su totalidad, aunque algunas veces todavía se extraviaban algunas cosas, como los anillos de matrimonio, ropa interior e incluso cepillos para el cabello.

Hasta esta parte de la historia, aunque algo rara, no encontraba nada fuera de lo normal y mucho menos un motivo para vender la propiedad, así que mi tío prosiguió con su historia, dijo que luego del nacimiento de mi padre, el menor de los hermanos, nunca más volvieron a sucederles cosas extrañas, hasta hace unos años, luego de la muerte de mi viuda abuela, pues mi abuelo había muerto de una rara enfermedad cuando mi padre todavía era un adolescente.

Resulta que lo que me sucedió a mí ya le había ocurrido antes a varios primos y a una tía y la respuesta de los médicos a cada ocasión siempre fue la misma: intoxicación alimentaria, al igual que en mi caso. Esta respuesta no le convencía a nadie de la familia, pues no recordaban haber consumido nada en mal estado y lo último que recordaban haber comido era algún fruto silvestre que crecía en los matorrales cercanos a la casa.

Cansados y confundidos por la situación, decidieron llamar a alguien que decía saber cuándo a una persona le habían hecho brujería; esta persona recorrió la propiedad, habló con las personas que habían sufrido las supuestas intoxicaciones y con demás familiares que se encontraran en el pueblo, pidió incluso muestras de sangre y comer algunos de los frutos silvestres que pudieran encontrar, expresando finalmente que todos debían salir de la finca, pues esas tierras y el fruto que estas dieran estaba maldito para toda nuestra estirpe. Según mi tío debían vender e irse pues esa mujer por fin había logrado vengarse, no separando a mis abuelos, pero sí trayendo desgracia a su descendencia.

Para mí sonó como una completa locura y decidí quedarme con el diagnóstico médico, pero como ya te había dicho, crecí en la ciudad y eso de la brujería para mí no es real.

Calabazas de medianocheWhere stories live. Discover now