22 | C A P I T U L O

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Salvando a la damisela que

bien podría ser el dragón
de la historia.

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CLINTON:

Desesperada, Aria volvió a salir de la cama y a la vez comenzó a avanzar brincando en un pie hasta la salida de la habitación. Ni siquiera se dejó ayudar por mi parte o por la de Dominique.

Se notaba que lo quería, se notaba que el idiota de Angelov le importaba.

Una vez que ella había salido disparada del lugar, en la habitación tan solo habíamos quedado ella y yo. Dominique había adoptado una posición segura, y a la vez me miraba interrogante, como si le debiera alguna explicación, y era más que obvio que no le debía nada.

Sin nada más por hacer en ese lugar, me puse en pie y avancé hasta la salida para irme de ahí.

—Tenemos que hablar —dijo justo cuando pasaba por su lado.

—No es cierto, tú eres la que quiere hablar. No es que tengamos que hacerlo. —Dije sin mirarla a la cara.

—¡Deja de ignorarme! —gritó sujetando mi brazo, evitando así que pudiese salir de la habitación de una vez por todas.

—No lo hago —la miré—, si lo hiciera no te estaría hablando.

—Deberías de comportarte como mi prometido, no deberías de estar abrazando a otra cuando ni siquiera miras a la persona con la que pronto te vas a casar. —Dijo con un tono de voz quebradizo, como si en verdad le doliera el hecho de no quererla, como si nuestro matrimonio le importara.

—No me voy a casar contigo por amor, me voy a casar por compromiso. —Me zafé de su agarre —¿Ya ves? No eres la única que está sufriendo con todo ésto.

Su rostro se llenó de lágrimas y no me quedó más que irme de ahí. Era injusto hacerlo, era una mierda tener que fingir todo eso, pero no era culpa de ninguno de los dos tener que desposar a alguien que no queríamos, no era Dominique, ni era yo, era culpa de…

Ni siquiera sé de quién es la culpa.

Con la mente llena de ideas, fui avanzando por el pasillo intentando calmar lo que sentía. Nunca había experimentado aquella sensación que sentía en mi pecho, así que era más difícil encontrar el consuelo para algo que nunca habías sentido.

Se suponía que Angelov ya había llegado a la mansión, lo cuál significaba para mí tener de nuevo la tortura de ver a Aria con un desgraciado. Sabía que ella estaba dolida por todo lo que estaba pasando, tengo claro que esas no eran sus intenciones al irse con Burak, pero de igual manera sé que se siente peor por el hecho de que Angelov no vino a ella en el instante que más lo necesitaba.

Quizá comprendía a Angelov, y a la vez no, pero… eso no importa.

Acercándome cada vez más hacia la habitación de Angelov sentía una sensación rara recorrerme el cuerpo, no quería que en esos momentos Aria estuviera con él, porque sabía que si Angelov estaba ebrio y enojado, podía llegar a hacer cosas horribles, sea quien sea, podía hacer cosas horribles. Definitivamente no quería que perdiera el control y le hiciera daño a Aria.

Cuando por fin estaba a unos metros del lugar, escuché los gritos de Angelov provenir de su habitación, se escuchaba histérico, molesto, y de seguro su mirada debía estar perdida, como acostumbraba a pasar cuando se molestaba de esa manera.

Secretaria de Clinton Baker ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora