|| C A P I T U L O O N C E ||

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A.B.P
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Aria:

Los segundos pasan como si fueran horas. La espera de lo que tendría que ser un día soleado, hermoso, sin problema alguno ante la llegada de una nueva criatura a la familia Baker y Park, terminó siendo un mar de sensaciones y preocupación.

Dominique está en la sala de parto. Y es eso precisamente lo preocupante, no debería estarlo si no es hasta dentro de dos meses si no es que uno, la verdad es que no lo recuerdo debido a los nervios, lo único que sé es que ese gusanito es prematuro.

Y sí, ni idea del sexo.

Somos demasiadas personas esperando para mí gusto, y aunque para los doctores ha de ser normal ésto, no lo es en absoluto teniendo en cuenta las familias que están aquí, y sí en efecto; familias.

Casi una docena de personas de apellido Park se encuentran con nosotros, mientras que al menos media docena son de apellido Baker. Exacto, una locura.

Miro una vez más a Clinton quien parece estar en un viaje astral, no se mueve, no habla, parece que ni siquiera está respirando y está así desde que nos miró entrar al hospital en compañía del viejo.

He intentado hablar con él, fallando al instante, pues lo único que hace es negar lentamente con la cabeza mientras sus puños se cierran con más fuerza.

Al final, solo me queda estar callada mientras las escenas de lo ocurrido anteriormente se avalanzan a mi cabeza como un enjambre de abejas a su panal. Sin embargo, hay algo que tiene mi atención casi por completo y son las palabras de Atz.

«Ahora sabes la parte que Clinton te contó, es comprensible que le creas, pero como todo siempre hay una segunda cara por ver, así que cuando estés preparada para ello, te contaré el otro lado de esta historia.»

¿Qué otro lado de la historia?

—Aria… —su susurro me hizo mirarlo.

—Dime… —hablé en el mismo tono con algo de cautela.

—Si esa criatura llega a morir, no sé qué vaya a pasar conmigo… porque te juro que al instante en el que esa noticia salga por esas puertas, voy a matar al responsable.

Y tras sus palabras, sus ojos rojizos con una capa de humedad se dirigieron a su abuelo, quien, para mí sorpresa, ya lo estaba mirando a los ojos, con una expresión neutra en el rostro, sin rastro de incomodidad ante la penetrante mirada que Clinton le dirigía.

Pasé saliva nerviosa, muy nerviosa.

A mi también me gustaría asesinar al responsable si eso le llegara a suceder a la criatura, pero… estaría mal, Clinton no puede hacer eso.

—No pasará —me acerqué a su cuerpo sosteniendo con fuerza sus brazos—, pronto tendremos a un mocoso llorando todas las noches, una bomba de caca, un gusanito que se convertirá en un faro de luz para éstas familias, verás que pronto lo tendremos con nosotros.

Su rostro se relajó, y por primera vez sus ojos me miraron, para mí sorpresa sus labios se estiraron y formaron una pequeña sonrisa, no supe el porqué de ella hasta que dijo:

—¿Por qué siempre lo llamas como si fuera hombre?

—¿Mhm? —fruncí el ceño.

—Mocoso, gusano, macaco… —alzó una de sus cejas— ¿Qué tal si es una niña? —volvió a sonreír levemente.

Secretaria de Clinton Baker ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora