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—Salimos sin problemas. Avisé a los guardias de que pidiesen ayuda, y mientras venía una ambulancia les conté lo que pasó. No daban crédito, no tenían conocimiento de aquel almacén oculto. Cuando la ambulancia llegó, Martha estaba despierta, pero muy aturdida, casi igual que yo. Pero ella temblaba, y seguía sangrando, tenía heridas y moratones por todo el cuerpo, una de las heridas en la cabeza, y otra en el costado. Me dijeron los técnicos de la ambulancia que no era nada grave, aunque se la llevaron al hospital para evaluarla, de todas formas. Yo fui a la casa de Markus, para contarle lo que había sucedido, y mandó a un equipo a la torre. Les dije cómo entrar, y tengo entendido que ahora se disponen a ello.

— ¿Algo más que decir, Teniente? —uno de los muchos hombres que se habían reunido para interrogarnos, el que representaba a los demás, le preguntó por primera vez.

—No, señor. Eso es todo —respondió Connor. Estaba sentado en el centro de la sala, tras una mesa, al igual que yo.

—Bien. Verá, Tenient Anderson, tengo algunas dudas sobre su relato. La primera es ¿cómo sabía lo del almacén secreto?

—Soy un mero producto salido de la torre de Cyberlife, como otros muchos androides. Yo pertenecía a Cyberlife durante mis investigaciones como cazador de divergentes, por lo que tenía pleno conocimiento de las instalaciones de la torre. Además, cuando volví a liberar a mis mismas unidades, me estudié al milímetro la torre. Y así fue como descubrí que existía un nivel -50, aunque al llegar allí me encontré con que esa información no aparecía en el tablero.

—De acuerdo. La siguiente pregunta es para usted, aunque supongo que la Inspectora Weatherby podría ayudarle. ¿En qué momento exacto dejó de hablar?

—Cuando despertó no hablaba. Aunque creo que tampoco podía ya hablar cuando maté al RK 900.

Le di un empujón en el brazo y le hice unos signos.

—Dice que desde que le apuntó —dijo Connor.

— ¿Desde que le apuntó? —preguntó el hombre. Hank, presente allí, al igual que el capitán Fowler y otros compañeros nuestros, se sorprendió, frunciendo el ceño con preocupación.

—Sí, ya lo sé —me dijo Connor, intentando calmarme, porque estaba a punto de llorar otra vez, y luego alzó la voz para los demás—. Intentó matarla. Desde entonces no es capaz de decir ni una palabra. Y dice la verdad, ni siquiera gritó para pedir ayuda, fui porque escuché un disparo. Si no lo hubiese escuchado...

Mi psicólogo me advirtió que si sufría alguna conmoción podría volver a perder el habla, como me pasó al principio. Gracias a su advertencia mi logopeda me enseñó a hablar lenguaje de signos, y dio la casualidad de que Connor había aprendido (en un día) lenguaje de signos cuando me quedé muda, tras mi estancia en el hospital. Fue una increíble y afortunada casualidad, gracias a Connor tenía voz.

—Es el turno de la Inspectora, pero supongo que es muy complicado, ¿no? —preguntó el hombre, algo desconcertado ante mi situación.

—Dice que no le importa hablar así, aunque el brazo derecho, que es en el que le dispararon hace dos meses y medio, le permite hablar menos tiempo, unos quince o veinte minutos, pero también dice que depende de mí, pero a mí no me importa traducir.

Lo miré inquisitiva, como preguntándole con la mirada si estaba seguro de querer traducir todo el tiempo, era un gran esfuerzo.

—Bueno, tenemos lo vídeos y las fotografías, ¿no es así? Podemos enseñarlos y si tiene algo más que decir, puede traducirlo usted, Teniente.

—De acuerdo.

Fue terrible. Muy desagradable. Ver aquel ejército de androides sabiendo de lo que eran capaces... Y mucho peor fue ver desde tercera vista mi enfrentamiento con el androide. Dios, qué paliza me dio...

Ser inerte PARTE 2 (Connor DBH) [EN PROCESO]Where stories live. Discover now