9:17 a.m.

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— ¿Martha? Hola, Martha, espero que estés despierta, y si no lo estás, siento despertarte.

Acababa de llegar a casa cuando el contestador automático saltó, y la voz de Hank comenzó a sonar después de un pitido. No había estado tan cansada desde el día en el Club Edén. Solté las llaves en la mesita, tiré mi bolso al suelo, dejé desperdigados por el suelo y me desplomé boca arriba sobre la cama.

—Tengo entendido que hoy es tu día libre, y verás, llevo un par de días sin sacar a Sumo, no he podido, estoy que no paro, y Connor está igual —siguió la voz de Hank—. ¿Sería mucha molestia que te pasases por mí casa y sacases un rato a Sumo? No tiene por qué ser mucho tiempo, y no tienes que darle de comer, le he dejado agua y comida. Está acostumbrado a estar solo. Sigues teniendo una copia de las llaves de mi casa, ¿verdad? Llámame cuando lo decidas.

Sonó otro pitido, indicando que el mensaje que había dejado Hank había terminado.

—Que te jodan, Anderson.

Ni siquiera me quité la ropa, el maquillaje (algo corrido por las lágrimas que eché en la casa de Kamski y por el tiempo que llevaba despierta), la coleta, las pulseras, el reloj... No saqué tampoco los objetos que llevaba en el bolsillo del pantalón. No había tiempo que perder, sabía que el despertador sonaría pronto, así que directamente me metí en la cama, cerré los ojos y me cubrí con las sábanas.

Estaba amaneciendo. El sol empezó a entrar en mi habitación. Poco a poco el sueño hizo su efecto y me quedé adormilada.

De repente, el despertador sonó estridente.

No hice ningún sonido.

No dije ninguna de las mil palabrotas que se me pasaban por la cabeza.

Simplemente empecé a dar saltos en la cama, y paradas y puñetazos al aire.

Aproveché el tiempo y usé mi ingenio. Apagué la alarma y puse mi teléfono pegado a mi cara, con el volumen al máximo. Nada más Markus me mandase un mensaje con el permiso, me despertaría.

Y así fue. Eso me permitió dormir cuarenta minutos.

"Ya tienes el permiso, te lo mando."
"twksownfipahbe229016.pdf"

✓✓

Hora de madrugar, Detroit.

Con la misma desgana, hice exactamente todo lo que había hecho al llegar a casa a la inversa. Tras coger las llaves de casa, salir de casa, volver a entrar en casa al recordar que tenía que coger las llaves de Hank, y al volver a salir de casa, cogí el coche y me fui a cada de Hank.

Abrí la puerta con la copia de las llaves y me encontré a Hank terminando de desayunar, con prisa, leyendo un artículo, en calzoncillos.

— ¡Jesús! ¿Nadie te ha enseñado a llamar?

— ¿Y a ti nadie te ha enseñado a no dar por culo? —le espeté, frotándome el surco que me habían dibujado las ojeras.

—Alguien ha dormido mal, ¿no?

—Alguien no ha dormido en toda la puta noche. ¡Cuarenta míseros minutos, Hank! ¡Cuarenta!

— ¿Qué cojones? ¿Has estado de fiesta? ¿Has bebido?

— ¿Crees que si hubiese bebido estaría ahora despierta?

—Buenos días, Martha —Connor salió de su habitación, preocupado por el alboroto.

No le respondí. Cogí la correa de Sumo, se la puse y miré con odio a Hank y a Connor.

Ser inerte PARTE 2 (Connor DBH) [EN PROCESO]Onde histórias criam vida. Descubra agora