Despedida

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Al día siguiente regresamos a Detroit.

Quería que Hank fuese el primero en saber que me iba a Maine, pero aún así me costó horrores ser capaz de hablar con él.

Estaba totalmente convencida de que se molestaría. A fin de cuentas, nos teníamos el uno al otro. Él había perdido a toda su familia, y yo a la mía, así que éramos algo así como una nueva familia. Nos apoyábamos y nos conocíamos mejor que nadie. Eso era algo que Connor siempre envidió.

Pero para mi sorpresa, no reaccionó como esperaba.

—Me parece bien. Es lo mejor que haces.

Lo miré extrañada.

Estábamos en la cocina. Connor tenía que hacer guardia y pasar toda la noche fuera. Así que solo estábamos los dos. Tenía pensado irme a mi casa en cuanto cenasemos, pero me quedé para contarle la noticia.

—Nunca me ha gustado la idea de que te vengas a vivir con nosotros. No me parecía bueno ni para Connor ni para ti.

—¿E...once yere me vaya?

—Claro que quiero que te largues de aquí. Lo más lejos que puedas. Y cuando te vayas, ni se te ocurra volver. No quiero volver a verte en mi puta vida, ¿me oyes? —me dijo muy serio—. Aquí en Detroit solo hay fantasmas. Aquí no puedes salir adelante. Tienes que irte.

Sí, me resultaba muy difícil hablar, pero aún así normalmente no paraba de hacer ruidos similares a palabras. Pero en aquel momento me quedé, verdaderamente, sin palabras. Me dejó muda.

— ¿Qué te pasa? —me espetó de brazos cruzados—. Me parece que a veces se te olvida que yo soy el viejo, y he vivido mucho más que tú. Soy la voz de la experiencia, y te digo que eres estúpida si crees que aquí vas a conseguir ser feliz algún día.

Le contesté entre lágrimas que no quería dejarlo atrás. También le conté lo que había pasado entre Connor y yo en la boda, y lo mal que me sentía por haber aceptado la oferta.

—Pues dile que se vaya contigo —se encogió de hombros. Era incapaz de pedirle eso, y Hank lo sabía—. Mira, os queréis muchísimo, y no habéis parado de hacer el tonto y perder el tiempo. Todavía eres joven, aprovecha tu vida. Vosotros sois el futuro. Yo solo soy un fantasma más perteneciente a esta maldita ciudad —su voz se volvió más grave—. Te irás lejos, vivirás con Connor, formarás tu familia, serás feliz, y tal vez... te acordarás del viejo y malhumorado teniente Hank que... precisamente porque te quería, te obligó a marcharte. Y sonreirás, y un día me olvidarás, como debes olvidar todo lo que ha pasado aquí en los últimos años.

Sonaba a película ñoña.

Al día siguiente mi pedagogo me dio la enhorabuena y apoyó mi decisión. Me recomendó algunos pedagogos de Portland, pero me dijo que probablemente no los necesitaría.

Lo mismo opinó mi psicólogo. Se alegró de que cambiase de aires y de que fuese valiente para poder dar un paso adelante. Me dijo que al principio me parecería terrible, pero que pasadas unas semanas me daré cuenta de lo mucho que habré avanzado.

Incluso le pedí un abrazo. Al principio mi psicólogo no me cayó demasiado bien, y estoy segura de que yo tampoco a él. Pero gracias a su ayuda, pude crecer y luchar contra las batallas de cada día. Despedirme de él fue como despedirme de mis profesores del instituto: lo había conseguido.

Pero hablar con Connor no fue tan fácil.

— ¿Que has hecho qué?

—Lo hice sin pensar —dije en lengua de signos—. Pero he hablado con mi psicólogo y mi...

Ser inerte PARTE 2 (Connor DBH) [EN PROCESO]Where stories live. Discover now