La niña

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A pesar de que el día anterior había sido exhaustivo, me levanté temprano para irme al trabajo y seguir con la investigación. De repente, antes de salir de casa, me llamaron al teléfono.

—Hola, Martha —Jeffrey me habló por teléfono con urgencia—. Te he mandado una ubicación, ve allí cagando leches.

—Vale, voy al coche, te pongo en altavoz —cogí mi llavero, mi bolso y una chaqueta.

—Han llamado hace diez minutos a la madre de la niña, que vive en Glenview, Chicago. Nos han dado esa dirección, es en medio del bosque. Han dicho que allí está la niña.

Cerré la puerta del coche, arranqué y salí disparada a toda velocidad después de poner en el gps la dirección que Jeffrey me había mandado.

— ¿Y han dicho algo más? —le pregunté.

—Le dijeron a la madre que si quería volver a la niña podía encontrarla allí, nada más. La madre llamó a la policía de Detroit enseguida. Hemos mandado allí a todos nuestros agentes, tú estás bastante cerca. Ten cuidado, por si siguen allí.

—De acuerdo —suspiré—. Nos vemos allí, entonces.

Colgué el teléfono y comprobé mi bolsa. Llevaba el kit de recogida de ADN, la pistola y demás cosas que llevaba normalmente en mi bolso. Tardé tan solo diez minutos en llegar a la entrada del bosque. Me encontré allí a dos coches patrulla que estaban quietos. No habían salido del coche. Al salir yo de mi coche con mala cara, salieron inmediatamente.

— ¿Qué coño hacéis ahí quietos? —les dije acercándome a ellos.

—No podemos entrar sin autorización —me respondió el más adelantado.

—Pues ya tenéis autorización —repliqué y me comencé a adentrar en el bosque, con el bolso cruzado—. Vamos.

—Inspectora —me llamó uno—. Tome un chaleco.

Todos llevaban chalecos antibalas menos yo. Una vez puesto, me adentré en el bosque con los cuatro agentes.

—Será mejor que paséis primero —comenté—. Todavía no disparo bien.

—De acuerdo, inspectora —se adelantó una agente.

Caminamos unos dos o tres kilómetros hacia el seno del solitario bosque, con las pistolas listas para disparar si veíamos a los secuestradores.

—Mierda —se quejó uno de los agentes y comenzó a caminar más deprisa.

— ¿Qué pasa? —le pregunté.

—La niña está aquí. Está muerta.

—No os acerquéis —les ordené—. Pueden seguir por aquí. Comprobad el perímetro.

Los agentes se dispersaron para comprobar la zona. Yo me quedé con la niña. Su cuerpo estaba tirado en el suelo. Estaba tumbada de lado, y tenía un disparo muy sofisticado en la cabeza. Sus piernas estaban levemente contraídas, la debieron de poner de rodillas antes de ejecutarla. Comprobé su temperatura. Estaba fría.

—Venid aquí. La niña lleva muerta un tiempo. La matarían antes de llamar a la madre. Llevará muerta cerca de una hora.

— ¿Y por qué tardaron tanto en llamar?

—No lo sé —suspiré—. Quiero analizar toda esta zona. Si hay sangre fuera de lugar, cogeremos nuestras. Tal vez mi teoría sea en parte cierta. ¿Alguien puede llamar al capitán Jeffrey y decirle que no hace falta que vengan armados? Y que le diga que necesito a un equipo científico aquí.

—Ya voy, inspectora —dijo un agente.

— ¿Cuál es su teoría? —me preguntó otro.

—Creo que el embajador no era el padre de la niña, y algo me dice que el verdadero padre de la niña está involucrado en todo esto. Creía que era uno de los secuestradores, pero no habría matado a su hija después de secuestrarla.

Ser inerte PARTE 2 (Connor DBH) [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora