Capitulo IV: El Milagro

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Erase una vez, un príncipe nacido en la oscuridad. Con la belleza de los ángeles pero los poderes del infierno. Nació con profundos ojos negros, que se tornaron en verdes al año. Aunque su madre nunca lo pudo ver, pues se había ido lejos.

El príncipe creció oyendo a su padre decir que él debía infundir miedo, que su madre le había odiado desde el momento en que le vio y todo el mundo haría igual, y el príncipe le creyó. Porque todo lo que tenía en el mundo era el odio y el miedo, y cuando ambos le consumían, sus ojos volvían a ser negros y todo dolía.

Pero un día, algo interrumpió su oscuridad, inesperado y poderoso. Lleno de luz y dulzura.

Eran un par de ojos azules.

*°°°°*°°°°*°°°°*

Cuando Elaine entro en la Casa del Inquisidor, la familia Lightwood se vio sorprendida. Tal vez fuese porque iba de la mano con Alexander y parecía que no tenía intenciones de soltarlo.

Magnus y la chica Fray estaban ahí, incluso el vampiro que Elaine aún no lograba comprender del todo. Necesitaba firmemente definir su relación con Isabelle Lightwood.

-Hola de nuevo -dijo Elaine -Espero me recuerden, soy Elaine.

Isabelle Lightwood bufo despectiva - ¿Cómo olvidar las mentiras que soltaste en la oficina de la Cónsul? Tienes mucho valor al venir aquí.

-Yo nunca miento -dijo Elaine, y con ese tono conciso y tranquilo, acallo los posibles argumentos de Isabelle.

Porque Elaine lucía igual que una aparición angelical: Toda pureza y buenos deseos, cubierta de inocencia.

-Elaine está aquí -señalo Alec, aun algo ausente -porque yo se lo pedí. Y nadie aquí, la apartara de mí. Suena raro, pero la necesito.

Isabelle, y el resto, no parecían salir de su asombro, la Señora Lightwood profirió un pequeño jadeo -Alec ¿no le creerás a esta bruja o sí?

Cuando Alec parecía a punto de reclamar, Elaine volvió a hablar -Si desean tanto la verdad, puedo mostrárselas.

Magnus dio un par de pasos, extendiendo su mano hacia Elaine -Ven conmigo chiquitina, este no es un buen momento.

-No - negó Elaine, rotundamente, girándose para mirar a un ausente Alec -Recuerda, si dejas de temerle a la historia, podrás conocerla. -y volviéndose a los demás, extendió su mano libre, a quien deseara tomarla...

Y Jace, orgulloso e invencible, se aferro a esa delicada mano y con su ejemplo, el resto de de los presente hasta forma un circulo que empezaba y acababa en Alec.

Los ojos de Elaine se iluminaron de azul, mientras una luz emanaba de entre sus dedos...

Ostende mihi fabula*

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Alexander Lightwood estaba viviendo la mayor aventura de su vida...de la mano de un extraño.

¿Qué diría Robert si viese a su hijo mayor recorrer los campos de Idris, cabalgar por las fronteras o escaparse por las noches para encontrarse con Jonathan y que este lo llevara a donde quisiese?

Jonathan le estaba mostrando esos lugares que el mapa de Idris omitía**, y mientras lo hacía, ambos callaban las preguntas sobre quienes eras, sus familias o sus obligaciones. Por maravillosas horas, eran simples extraños.

Lo habían sido, cuando Jonathan había tomado la mano de Alec cerca de las montañas. Dijo que lo hacía para evitar que Alec se perdiera, y a partir de ese momento, Alec no quiso perderse nunca.

The Things I Forget (Jonalec)Where stories live. Discover now