Capítulo XVII: Cuando vengan por ti. (Parte III)

308 33 14
                                    

Ginebra. 8 años atrás.

Elaine sostuvo frente a Jonathan una taza de chocolate caliente humeante
con malvaviscos flotando encima. La sonrisa del pequeño ilumino toda la
habitación.

–Espero te guste el chocolate, Jonathan –dijo recostándose a su lado.

Del bulto lloroso y sangrante que Jonathan había sido tres horas antes, no quedaba rastro, solo un delgado y delicado niño con grandes ojos verdes envuelto en un camisón de Elaine, color lila por ser el más masculino que poseía, recostado en el dormitorio de Elaine.

–¿Alguna vez has conocido a alguien a quien no le guste el chocolate? –
había un deje sarcástico en la voz de Jonathan mientras soplaba.

Elaine esbozo una sonrisa conocedora
–A mí no me gusta el chocolate.Prefiero el té y los pies de limón. Solo conservo el chocolate para las visitas.

Los ojos de Jonathan se expandieron de forma tan cómica que Elaine soltó una risita infantil. Se recostó junto a Jonathan, con su cabeza reposando en la almohada y sus rizos rosados derramados.

–Eres una bruja –dijo Jonathan, no era una acusación, no un desprecio, era
un hecho.

–Tú eres un Cazador de Sombras.

El silencio lleno la habitación durante unos minutos, mientras Jonathan se
sentada en la cama para poder terminarse el chocolate, su mirada vagando por la habitación bellamente decorada al estilo de Magnus Bane.
–Mi padre dice que los subterráneos son escoria y deberían ser erradicados–Jonathan lo expreso de forma tan baja que Elaine casi se lo pierde –. Yo creo que mi padre es escoria y debería ser erradicado.

La miro como si esperase que Elaine se horrorizase por su declaración, pero ese no sería el caso. Elaine se había pasado tres horas atendiendo las heridas de Jonathan, heridas infligidas por su padre. En lo que a Elaine respectaba, el padre de Jonathan podía arder en el infierno.

Jonathan, quiero que te quedes conmigo…

–¡No! ¿No entiendes? No pue

–Lo sé –le freno ella con voz calmada –. Sé que no puedes hacerlo, pero la
idea de enviarte de vuelta con tu padre me aterroriza más que cualquier cosa. Eres un inocente, y como tal, mereces ser salvado.

–Soy un monstruo –sentencio Jonathan, con la mirada perdida –. No tienesidea de cuánto mal hay en mí.

–¿Me lo dices a mí? Yo podría ser el ser más malvado que existe en la faz de esta tierra –respondió Elaine, son una sonrisa –. Pero una persona
maravillosa se ocupó de mí, jamás me abandono. Me recordó que yo podía
ser cualquier cosa en este mundo, si me lo proponía. Estás vivo hoy, porque te ayude. Porque está en mí, proteger a los inocentes como tú. Y yo no sería así, de no ser por esa persona especial.

Por la forma en que Jonathan la miraba, Elaine sabía que él también
anhelaba una persona especial. Alguien que le dijese que podía ser más que un “monstruo”. Un instinto protector nació en Elaine, eso la hizo levantarse y apartar delicadamente un mechón de pelo platinado.

Extendiendo su palma, invoco un Dije de plata, luciendo igual a un par de alas de ángel, extendidas con incrustaciones doradas.

Elaine le enseño a Jonathan como brillaba una marca completamente nueva (la única ya que Elaine jamás se había tatuado), en su muñeca izquierda, como si el dije se hubiese impreso en su piel.

The Things I Forget (Jonalec)Where stories live. Discover now