Capitulo II : Mi deuda.

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Alexander Lightwood tenía 15 años cuando su padre lo envió a Idris por seis meses para encargarse de la Casa Solariega de la familia.

Se suponía que luego, pasaría otros seis meses en Beijín, con la familia Penhallow.Sin ánimos de ofender a nadie, pero para Alec era mucho más emocionante pasar seis meses de manera independiente, que el estar en otro país. Para él, Idris era el mejor lugar del mundo, su verdadero hogar.

Aunque admitía que extrañaría a sus hermanos y a sus padres, era la sensación de madurez lo que llamaba su atención.

Y lo hizo, limpió la vieja mansión y la dejo en perfectas condiciones, con un orden especifico para todo. Se sintió feliz, orgulloso de sí mismo y de su logro.Creyó que nada lo sorprendería y que tendría paz....pero se equivocó.

El estruendo que provenía del abandonado establo lo despertó de su siesta, apartando el libro que yacía sobre su cara de un tirón. Tomó su arco y dos flechas porque, tal vez él no fuese tan buen guerrero como Jace, pero era un gran arquero y con dos fechas lanzadas por él no existía objetivo que no cayese.

Pensó que debía disparar en cuanto vio a una sombra inclinada, recogiendo los trastos en el suelo del establo, los cuales Alec supuso que habían provocado el estruendo.

-Muestra tu rostro Cazador de Sombras –demandó Alec, tensando su arco. No había necesidad de realmente lastimar a quien fuese, mientras no se convirtiera en una amenaza.

Inmediatamente, la sombra se enderezo, alzando ambas manos y saliendo a la luz.

Era más alto que Alec, por meros centímetros. Cabello blanquecino y piel pálida marcada por las runas. Vestía de negro, como equipo de entrenamiento y al acercarse más, Alec vislumbro sus brillantes ojos verdes.

Era atractivo, si Alec tuviese tiempo para pensar en eso.

-No vine a robar nada –se excusó, una voz grave y tersa –, creí que estaba abandonada. Yo solo estoy explorando.

Alec frunció el ceño, bajando el arco. No podía culpar al chico por creer abandonada la casa, por dentro Alec la había dejado impecable, aún faltaban remodelaciones por fuera.

-¿Cómo te llamas? –Preguntó Alec, curioso –Me pareces ligeramente familiar.

-Lo dudo –comentó el otro, sonriente –, nunca he socializado con muchas personas. Mi nombre es Jonathan. Y ya sé, no es un nombre original.

  Alec no quería confirmar esa idea, contándole que su hermano también se llamaba "Jonathan". Aunque Jace ya no usaba para nada ese nombre.

-Por favor –pidió Jonathan –, no mencionemos apellidos. Odio los apellidos. Son ataduras, el nombre de nuestras familias, el peso de todas sus decisiones y la carga de elevar su honor y cumplir todas sus expectativas. Considero que sin el apellido de nuestros padres, somos libres de ser simples extraños.

Alec jamás se había sentido más de acuerdo con alguien, él sabía muy bien lo que era tener expectativas ajenas que cumplir, una familia entera a la cual no podía decepcionar a pesar de que en el proceso se decepcionara a sí mismo.

-Mi nombre es Alexander –dijo –, aunque todos me llaman Alec.

Jonathan se paro frente a él, su sonrisa ensanchándose mientras echaba un vistazo al elaborado arco que reposaba en la mano de Alec.

-Con el tiempo comprenderás –murmuró, con su mirada verde en los azulejos de Alec –, que yo no soy como todos Alexander. Y jamás lo seré.

The Things I Forget (Jonalec)Where stories live. Discover now