Capítulo 29: Relatos ebrios

11 2 1
                                    


Luego de ese beso fue un poco difícil para ambos que se fuera y no pudiéramos continuar con lo que empezamos. Volvió a ir al techo y supongo regresó a Seattle volando antes que los primeros rayos del sol dieran alguna señal de existencia. No había rastro de lo que había pasado en esa madrugada más que los recuerdos.

Yo regresé al departamento y tras darme una ducha fría volví a la cama durmiendo mejor de lo que esperaba aunque solo fue por unas horas. Para las 11 ya estábamos desayunando en la cocina. Laia y Eve cocinaban mientras Mel casi volvía a dormirse sobre sus brazos apoyados en la mesa.

— ¡Agh! —gruñó Eve con desespero. — Me duelen los pies.

—Claro, estuviste bailando casi todo el tiempo. —dije restregando mis ojos un poco para aclarar mi vista.

Laia soltó una pequeña risa al decir: —No querías soltar al pobre Rick.

—Cierto, en ese momento no te quejabas. —comentó Melody sin moverse de su lugar.

Sonreí al ver la expresión de Eve que casi no podía disimular la sonrisa por lo que estábamos diciendo.

—Descaradas. —soltó ella volteándose para tomar su taza, pero luego nos miró sobre su hombro. —Aunque debo decir que Rick es un buen bailarín.

Todas liberamos exclamaciones ante eso. Luego las risas y comentarios se fueron desvaneciendo mientras poníamos los platos y empezábamos a comer o mejor dicho devorar el desayuno-almuerzo.

— Oye, iras a tu casa ¿no? —preguntó Laia mientras engullía su sándwich.

—Sí, hoy no entrenaremos pero igual iré porque supongo que papá querrá felicitarme. — dije al levantarme por la azúcar para el café.

—Voy contigo. —dijo Laia encogiéndose de hombros.

— ¿Quieres ver a Dan? —preguntó Eve entrecerrando un poco los ojos y una sonrisa maliciosa en su boca.

Oh.

—Ja, ja, ja. — Soltó ella con sarcasmo. Melody me miró con una sonrisa divertida. — Deberían estar felices de que ya no peleamos tanto, arpías.

...

Entramos a la casa y fui directo al estudio dejando que Laia fuera hasta el refrigerador por un refresco. Iba a tocar la puerta pero me di cuenta que estaba abierta así que entré, no vi a nadie en el escritorio.

— ¿Papá? —pregunto pensando que es posible que esté arriba

—Por aquí. —Escucho y camino hasta la biblioteca. Lo veo cuando se levanta del sillón y se acerca a mí—. Feliz cumpleaños. —Dice al abrazarme.

—Gracias. —Digo disfrutando del sentimiento. Siempre me han gustado sus abrazos.

Es una pena que no sean tan frecuentes.

—Te amo. —Me aprieta un poco más y hundo mi cara en su pecho. Huele un poco a alcohol.

—Yo también te amo, papá.

Al separarme me mira a los ojos y sonríe un poco.

—Sé que tu madre estaría orgullosa.

Sonrío aunque no sé qué pensar ante esa frase, quiero que sea verdad pero ¿cómo podría saber si realmente es así? No la conocí y en realidad... no creo que esté muy orgullosa de las últimas cosas que he hecho.

—Papá, cuando conociste a mi madre ¿supiste que era la indicada en ese instante? —pregunto desviándolo un poco del tema que no quiero tocar.

— No, me tomó un poco de tiempo. —dijo mientras en su cara se formaba una pequeña sonrisa viendo a la nada. —En realidad, fui un estúpido al no saberlo de inmediato. —Admitió sorprendiéndome. —Yo solo veía a alguien que me fascinaba con cada cosa que hacía y antes de que me diera cuenta se había convertido en mi mundo.

Dos muertes al atardecer ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن