Capítulo 03

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Capítulo 03:

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23 de Marzo.

—Tus calificaciones son un asco, Keelan. —Lee me miró serio. No sabía qué responder.

Hace cuatro meses mis calificaciones eran lo más importante, luego empecé a ir a fiestas y me enrollé con la chica más linda de la escuela. Dejó de importarme lo demás, tenía a Annie y eso me parecía suficiente.

A ella y a la diversión.

—Sí no pones de tu parte olvídate del campeonato y de la beca —dijo, no muy feliz.

Suspiré con cansancio.

—Lo sé, lo sé, ya tú y mi madre me lo han repetido mucho. Tengo todo bajo control.

—No tienes ni idea qué es tener todo bajo control —Bufó—. No tomas nada en serio. ¿Qué no ves todo lo que hemos hecho tu madre y yo por ti?

—¡Joder! No quiero reproches. Mis calificaciones subirán, lo prometo —le aseguré, él me miró no muy convencido—. Ahora fuera de mi auto, tengo que trabajar.

Lee me lanzó una última mirada severa antes de salir del auto.

—Nos vemos luego, hijo —dijo, le regalé una sonrisa de boca cerrada y me encaminé al restaurante.

Y sí, era mi padre.

Lee Anderson, el hombre calculador que siempre trataba de mantener su postura serena. Tenía un aire de superioridad que te daba ganas de esconderte en algún lugar y no salir hasta que se le olvidara tu presencia, podría llegar a ser intimidante, pero era todo un blandito.

Recordé que muchas chicas de mi clase babeandan por él, y pues claro, sus ojos verdes y esa cabellera rubia de veinteañero lo hacía lucir jodidamente bien. Además, su complexión musculosa —que por cierto nunca lo ví ir a un gimnasio—, y su gran altura  le regalaban esa apariencia de un guerrero escocés.

Y sí, era escocés.

Y aún permanecía con su acento.

(...)

Amelia llegó vistiendo ropa holgada nuevamente, creo que ese era su estilo. Trabajaba en silencio. Por un momento me distraje observándola sonreírle a los clientes y ser un poco habladora, luego que ya no estaba cerca de ellos parecía otra persona. Muy gris.

—¿Quieres que te lleve a casa? —Ofrecí.

Amelia me lanzó una mirada de recelo antes de contestar:

—Casi me atropellas, ya me imagino como conducirás —dijo, seria.

—Vamos, mujer, un poco de adrenalina no te hará daño —le dije, mostrándole las llaves.

Negó con la cabeza.

—Nos vemos mañana —dicho esto se marchó a paso apresuro como la última vez.

Me pareció un poco extraña, había tratado de hablar con ella toda la semana y lo único que respondía era con sí y no, y algunas veces con miradas cargadas de fastidio. Amelia me causó curiosidad a medida que pasaban las semanas. Siempre alejada de todos—o de mí—. Algunas veces la veía tener conversaciones cortas con Molly en la hora del descanso y me parecía una chica normal, pero extraña al mismo tiempo.

Empecé a creer que se llevó una mala impresión mía, y me gustaría arreglar eso. A todos siempre les caía bien —Danna no cuenta—, Amelia no debía ser la excepción.

—¿Arreglaste tu habitación? —preguntó mi madre. Evitando rodar los ojos, me limité a asentir. Ella me miró por unos segundos como si fuese a decir algo pero no lo hizo.

Claramente seguía enojada. Todos estaban completamente alarmados por toda la mierda que había hecho últimamente. No dejaban de mirarme como si hubiera cometido un crimen atroz.

—¿Por qué esa cara de idiota? —Escuché a Kate, mi hermana.

Alcé la vista y ya mi madre había desaparecido, en su lugar, estaba un chica de pelo corto y oscuros que me mirada fijamente.

—¿Por qué esa cara de perra? —ataqué, entrando a mi cuarto seguido por ella.

—¿Has tenido problemas con tu novia o...en la escuela? Esta semana has estado un poco raro.

—Sólo estoy cansado, he trabajado mucho y ya llevo algunas tareas listas... —Me lancé en la cama.

—¿Pero...?

—No hay peros, sólo es eso. —Me miró, sin creerse ni una sola palabra.

Kate era dos años mayor que yo, estudiaba diseño gráfico, era una chica brillante. Amaba a esa tonta, pero me encantaba molestarla.

—Sabes que me gusta tener todo bajo control —Empecé, dando un suspiro cargado de fastidio—, pero ahora no tengo nada bajo control y eso me frustra mucho. Además hay una chica que parece que me odiara.

Kate río.

—Vamos, Keelan. No todos tienen que amarte.

—Pero, ¿quien no podría amarme? —bromee, pero con una expresión pensativa—. Sé que suena muy ridículo, pero hay algo en ella que me causa curiosidad. —Suspiré

—Te recuerdo que tienes novia.

Giré los ojos.

—Lo sé. Quiero mucho a Annie —aclaré

Mi hermana me echó una última mirada antes de salir de mi habitación. Me quedé solo. Fruncí el ceño, mirando el techo mientras me hacía preguntas sobre aquella castaña de ropa holgada.

¿Qué tengo que hacer para caerte bien?

¿Por qué me pareces tan extraña, Amelia?



¿Por qué me pareces tan extraña, Amelia?

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Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora