Capítulo 40

586 79 16
                                    

Capítulo 40:

Capítulo 40:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

30 de Junio.

—Este chico ebrio que no sabe bailar quiere bailar con la chica sobria más bonita del lugar —le dije, elevando una mano a su dirección. Las comisuras de mis labios se elevaron, pero lo mejor que salio fue, una sonrisa temblorosa— ¿Aceptas?

Ella sin decir nada, tomó mi mano y me arrastró hasta el centro de la pista de baile.

De pronto, la música movida fue cambiada por una lenta. Mi vista viajó donde se encontraba el DJ, y solté una corta risita al ver a mi hermana regalándome una sonrisa culposa.  

Mi vista volvió a dirigirse a Amelia.

Con un impulso valiente tomé su mano y la hice girar. Ella soltó una risita, pero trató de seguirme el ritmo, tomando mi otra mano. Quedamos frente a frente y ese fue el momento para que mis pies intentaran moverse al compás de la música lenta que estaba sonando. Nos movimos lentamente de un lado a otro, la hice girar un par de veces, sacándole algunas risitas. 

La miré con detalle, recordando lo mucho que me gustaba verla.

Debía admitir que bailábamos muy bien. Mis dos pies izquierdos se habían apiadado de mí para que no hiciera el ridículo esa noche.

Sonreí en aquél momento, tratando de guardar cada recuerdo en mi memoria.

De repente, me sentí nervioso. Nunca antes me había sentido tan nervioso, mis manos sudaban y tuve que tomar una respiración profunda antes de dar ese gran paso.

Mirar como me sonreía y se sonrojaba me hacia sentir un chico muy afortunado. Que me regalara esas miradas me dejaba sin aliento. Se había convertido en lo más importante que tenía, era parte de mí de una manera que no podía explicar. 

Todo lo que había estado sucediendo estos últimos meses no quitaban lo que sentía por ella, y lo que fuera que pasara no cambiaría nada.

Tomé su mano libre y la entrelacé con la mía, estaba fría, pero lo ignoré.  Me miró por unos segundos y acarició mi mejilla con la otra mano. Cerré los ojos y besé la palma de esta.

Estar con ella me hacia sentir confianza.

—Te amo—le dije, y abrí los ojos para ver su expresión.

Su rostro cambió a uno sorprendido, abrí la boca para decir algo pero la cerró al instante. Ella sabia que me pasaba algo.

Negó con la cabeza.

—No lo hagas—susurró—. No hagas esto más difícil, por favor.

Sus ojos café me suplicaban que no abriera la boca, pero necesitaba hacerlo. Estaba harto de fingir y no decir lo que sentía. No quería herirla. No saben cuanto amaba a esta chica testaruda, pero está vez no me quedaría callado.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora