Capítulo 32

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La plática siguió pero la conversación tomó un rumbo diferente. Me reí mucho; además de ser Amelia una persona dulce y encantadora, era muy divertida y simpática. Era de ese tipo de personas con las que los temas de conversación nunca se terminan. Yo estaba encantada con la tarde que estábamos compartiendo y sin duda iba a regresar en cuanto pudiera.

Regresamos a la casa cuando estaba comenzando a oscurecer. Tuve que pedirle que me guiara porque aún no me ubicaba bien en ese enorme jardín. Llegamos hasta la sala y Alex se encontraba ahí, tocando el piano, tan concentrado y entusiasmado que nada existía para él sólo el piano. Cuando nos vio a ambas detuvo la música, se levantó y fue a darle primero un beso a su adorada abuela y después me plantó un beso en los labios.

—Lulú me dijo que seguían hablando y no quise interrumpirlas — dijo al momento en que entrelazaba nuestros dedos.

—No hubieras sido una molestia, mi niño — dijo su abuela con ternura.

Noté como Alex se sonrojaba ante el cariño que le había hecho su abuela.

—¿Tu padre ya se ha ido? — preguntó Amelia.

—No, creo que pasará la noche aquí, está en su antigua habitación — respondió.

—Muy bien, iré a saludarlo y a hablar con él, hace ya mucho tiempo que no platicamos — dijo sonriente, Alex y yo también sonreímos — Si ya no bajo me despediré. Hasta luego Alex — se acercó a su nieto, él tuvo que agacharse un poco para que le diera un beso en su mejilla, después Amelia se dirigió a mí — Un gusto hablar contigo Amy, me has dejado muy contenta — me acerqué para besarla en la mejilla — espero vuelvas pronto.

—A mí también me ha encantado hablar con usted y claro, tenga por seguro que aquí estaré pronto — le dije con mi mejor sonrisa — Cuídese.

—Ustedes también — se estaba dando la media vuelta para dirigirse a las escaleras cuando se detuvo — Ah Alex, tienes razón, ella lo vale.

Alex soltó una risita y yo me sonrojé al instante, pero no nos soltamos de las manos. Una sonrisa boba apareció en mi rostro.

—Adiós abuela — se despidió Alex con la mano.

Vimos cómo se alejaba y hasta que la perdimos de vista nos volvimos para mirarnos fijamente a los ojos. Él estaba sonriente al igual que yo.

—Parece que ha ido mejor de lo que pensé — me soltó la mano y sus brazos rodearon mi cintura, atrayéndome más a su cuerpo — y de lo que pensaste.

—Sí — respondí mientras pasaba mis brazos alrededor de su cuello.

—¿De qué han hablado? — preguntó ladeando su cabeza.

—No te lo voy a decir — dije rozando mi nariz con la suya.

—¿No? ¿Por qué? — hizo un puchero.

—Si ella quiere contártelo está bien, pero yo no lo haré.

Arrugó la nariz y yo me reí, para después besarlo en los labios.

—Con ese beso me has convencido — dijo aun con los ojos cerrados y rozando mis labios con los suyos — espero y mi abuela quiera contármelo.

Sonreí victoriosa.

—¿Cómo te ha ido a ti? — pregunté curiosa.

Alex me soltó de su agarre pero rápidamente me tomó de la mano y me guió hasta el asiento del piano. Ese piano no era tan hermoso como el que Alex tenía en su apartamento, era más rustico y un poco anticuado, y se encontraba en una de las esquinas de la sala. Alex se sentó y después hizo que me sentara en su regazo.

Little bit of medicine, little bit of love. [Disponible en Físico]Where stories live. Discover now