Capítulo 44

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Estaba en la cocina maniobrando con un libro de recetas de comida mexicana y una espátula llena de grasa. Era mi día libre y había decidido compensarle a Alex lo de la otra noche con una comida. Sabía que a Alex le gustaban las fajitas de pollo y estaba intentando cocinarle eso, aunque la cocina no era mi fuerte. Sólo por él lo estaba haciendo.

Seguía la receta al pie de la letra, no había soltado el libro desde que decidí que eso iba a hacer, incluso me lo llevé al supermercado. Me di cuenta que me veía ridícula cargando el libro mientras buscaba los ingredientes, hubiera sido mejor llevar una lista. Eso hubiera sido más práctico.

Mientras dejaba que las fajitas se frieran, comencé a preparar una salsa. Parecía que estaba experimentando en la cocina pero la verdad es que no me perdía de ningún detalle. Tenía que salir perfecto, era la primera vez que haría esto. Eché los ingredientes a la licuadora y apreté un botón. Los ingredientes mezclados salieron disparados cuando la licuadora encendió, porque olvidé ponerle la tapa. Estaba tan concentrada en los detalles de los ingredientes que me olvidé de ese pequeño pero importante detalle. La salsa cayó en mi cabello, en mi cara y en el mandil. Afortunadamente lo había puesto y eso impidió que mi ropa se manchara. Si alguien me estuviera viendo en esos momentos se botaría de la risa, pero yo no le veía gracia. Me apresuré a apagar el botón y la salsa dejó de salpicarse por todos lados. La cocina ya era un asco.

—Ush — me quejé dejándome caer en el suelo — No sabía que cocinar fuera tan difícil — me dije a mi misma.

Suspiré con resignación y me levanté del suelo planteándome la idea de mejor encargar las fajitas a cualquier restaurante mexicano. Pero ese no era el punto, quería hacerlo yo misma para Alex.

Limpié mi cara y el lugar donde estaba trabajando, estaba lista para volver a utilizar la licuadora cuando el timbre sonó. Fruncí el ceño, nadie venía aquí y menos a esas horas de la mañana. No le di más vueltas a eso y fui hacia la puerta, sin quitarme el mandil, de hecho nada de mi aspecto me importó.

Abrí la puerta. Una chica rubia, alta, de unos grandes ojos azules y llena de pecas estaba delante de mí. Me miró de arriba abajo con el ceño fruncido y no estaba en mis mejores prendas, no como ella con su ropa de clase y a la moda que cubrían su delgado pero curvilíneo cuerpo, además yo estaba embarrada de salsa. Era obvio porqué me miraba así.

—¿No está Alex?

Ahora fui yo quien frunció el ceño.

—No— respondí al instante, me crucé de brazos y me recargué en la puerta— ¿Quién eres?

—¿Quién eres tú? — respondió —¿Y por qué estás en el departamento de Alex si él no está?

Al escuchar eso me enderecé y abrí los ojos como platos, era el departamento de Alex y no mío. Sus amigos sabían dónde vivía sin embargo no sabían nada acerca de mí. Y pensaban en Alex y Audrey aun como una pareja. Sacudí mi cabeza rápidamente para inventarme algo.

—Soy Amy Miller, soy su… su… chef personal —dije, no era del todo una mentira, estaba cocinando para él después de todo.

—Vaya, pues que confianza al dejarte sola en su departamento — dijo con desprecio y haciéndome a un lado para adentrarse al lugar.

—Si bueno — me giré para observarla, su silueta se paseó por la sala — también soy chef de su abuela y lo he sido por meses. Hay mucha confianza entre ambos.

—¿Tardará en venir? — preguntó mirándome de nuevo y adoptando una pose exagerada.

—No lo sé, termino aquí y me voy.

—Entonces lo espero — y se dejó caer en el sillón — Ya que no contesta mis llamadas.

Oh no, no iba a permitir que esa… tipa se quedara. Su contoneó me daba mala espina.

Little bit of medicine, little bit of love. [Disponible en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora