Capítulo 43

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Capítulo dedicado a Katy29

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Se alejó como pudo, intentando hacer el menor ruido. Su cuerpo perdió toda energía e incluso la respiración le fallaba. Se tambaleó hasta la fuente para recuperarse de lo que vio. Aquella escena la tomó tan por sorpresa que la dejó devastada. Se repetían una y otra vez en su cabeza como una pista de música. Se preguntó cómo, cuándo, dónde, en qué momento pasó que no se dio cuenta. Frente a sus narices. De qué forma Alena Bizancio la había engatusado para que hubiera ignorado sus faltas. Sintió dolor punzante en el pecho, se le salía el alma por la garganta. Se vio como una idiota. La habían engañado unos adolescentes sin mucho esfuerzo. Y ella que se creyó omnipotente.

Una idea cruzó su cabeza, y de pronto, lo comprendió.

El doctor le había comunicado que la enfermedad que ambos padecían se contagiaba por la saliva. Al principio quiso creer que fue por un estornudo, compartir un vaso, o algo menos traumático. Por el momento no había más enfermos que ellos dos. La enfermedad la contrajeron por las palomas y en el palomar de la capilla estaba lleno de colillas de cigarro —que Elián fumaba y se lo permitía haciendo la vista gorda—, y esos carboncillos con los que dibujaba a pesar de tener su mano izquierda defectuosa. Era posible que se encontraran ahí mismo, alejados de todo. Jamás se imaginó que tenían encuentros, que se besaban y acariciaban y se mostraban cariño con esa inocencia. Y Elián se dejaba querer y tocar por ella. Entendió, iluminándose de recuerdos que volvían como un torbellino, que la rechazó con firmeza una vez. Había crecido su voluntad y su amor propio, ¿por Alena...? No había otra explicación. Tampoco volvió a trasvasar las reglas del internado como hacía siempre desde que entró en la pubertad. Ya no corría para huir de Storm Hill con cualquier excusa, la cual siempre le negó, porque lo retendría hasta los 18, al menos, o hasta que pudiera ostentar su título de tutora y madre adoptiva.

A medida que entendía, le brotó una rabia tan grande que se le marchitó lo que quedaba de corazón. Estaba decepcionada y furiosa. Su primer impulso fue levantarse para entrar a la enfermería y agarrarlos in fraganti. Pero se lo pensó mejor. Necesitaba enfriarse, y recurrir a otro método más efectivo y que disimulara los motivos reales por los que les haría la vida miserable.

*

Unos estruendosos golpes en la puerta despertaron a André y Alex en medio de la noche, haciéndolos saltar en la cama, asustados. Ni siquiera había amanecido. Todavía adormilados y sin entender lo que ocurría, se acercaron el uno al otro.

—¡Debajo de mi cama, rápido! —susurró André empujándolo.

Alexander se arrastró, esperando que los flecos del cubrecama ocultaran lo que podía haber debajo. Escuchó un portazo y ruido de botas. Alguien irrumpió en la habitación sin explicación alguna y comenzó a hacer ruidos de muebles abiertos, alguna ropa se desperdigó por el suelo y podía sentir su propio corazón golpeando contra el suelo frío, antecediendo lo inevitable. La voz de André se perdió y le cambió la respiración, sus pies se balanceaban de un lado para otro, nervioso. Presintió un ataque de asma. Ya lo habían descubierto, se dijo. Pero ¿cómo, tan pronto?

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora