Capítulo 31

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El anochecer frío después de aquel día trajo consigo el eterno girar fantasmal del alumno muerto de Storm Hill

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El anochecer frío después de aquel día trajo consigo el eterno girar fantasmal del alumno muerto de Storm Hill. Y afectó a cada persona de una forma diferente. Se apoderó de pensamientos y se hizo dueño de culpas. Estremeció cuerpos confabulándose con el invierno. Dio volteretas juguetonas alrededor de los estudiantes, perturbando sus vidas. De vez en cuando, durante aquella primera noche después del suicidio, detrás de alguna puerta se podía escuchar el sollozo de los más pequeños en sus habitaciones. Muchos no estaban preparados para lo que contemplaron aquella mañana. Lloraron por sus madres y soñaron con cadáveres que flotaban, o que se mecían al compás del silencio. Era aliento y neblina capaz de perforar de una punzada el corazón más helado, y su frío no congelaba sentimientos, sino que los dejó al desnudo, como las heridas abiertas y los ojos hundidos en el más allá.

Alena se despertó con un grito en medio de la noche, un alarido tan angustiado que arañó su garganta.

— ¿¡Qué ocurre!? —gritó André asustado, saltando en su propia cama.

—¡Era él! —sollozó Alena cubriéndose el rostro —Estaba tan frío y me abrazó, como si me pidiera ayuda. Oh, podría haberse salvado si hubiera escuchado a Elián.

Desde su cama, André no pudo evitar sentir pena por su amiga, que veía sufrir una y otra vez presa de la locura culpa del encierro y de las aventuras nocturnas que le trajeron problemas. Se aferró a sus mantas y se encogió dentro sin saber qué hacer o qué decir. Aquella muchacha podía ver fantasmas en la oscuridad de la noche, que salían de su mente y se dibujaban invisibles en la habitación.

—Alena... Fue una casualidad que fuera a quitarse la vida allí... solo porque el lugar es alto. ¿Cómo ibas a saberlo?

—Él escuchó un ruido, y le dije que eran las palomas. Quería convencerme de que allí no nos había escuchado nadie y que nada interrumpiría lo que... lo que estábamos haciendo. La culpa me mata, André —susurró. Hizo un silencio y al final preguntó: —¿Puedo dormir contigo esta noche?

—Ven —respondió el pequeño André, y abrió su cama para ella, que lentamente se refugió a su lado tan pachucha como un pajarito mojado. Se abrazó al cuerpo de su amigo bajo el reconfortante calor de las mantas y el perfume francés que no le abandonaba la piel aún después de bañarse.

—Me siento sucia —murmuró la muchacha.

—Pues te repito que no habrías podido evitarlo —le contestó él en el mismo tono, respirándole la frente con su tibio aliento —Terminar con nuestra vida no es una decisión muy valiente. Estoy seguro que el problema que tuvo debió ser insoportable.

—¿Tú crees que él decidió terminar con su vida... así, sin más?

—Creo que no estaba bien en este colegio, como casi todos nosotros —sentenció, haciendo un mea culpa —Leopold se fue, Elián vive en su propio limbo y tú te aguantas una identidad falsa... Por no mencionarme a mí mismo con mi sexualidad reprimida —sonrió sin quererlo, sonaba gracioso y desopilante, pero de eso, no tenía nada.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora