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La puerta se abrió y sólo un jadeo salió de la boca contraria.

Jungkook sintió su labio inferior temblar de vergüenza.

—Sé que dijiste... —murmuró en una voz tan baja que le costó oírse a sí mismo, casi podría considerarse rota. —Sé que dijiste que no me quedara aquí a dormir ese fin de semana, pero, ¿puedo quedarme esta noche, por favor? No quiero molestar, y-yo, no es por... E-Es que no tengo otro sitio...

Taehyung le miraba con los ojos muy abiertos desde el quicio de la puerta, sin saber qué contestar. No le culpaba, él también necesitaría unos segundos para procesar si alguien apareciera a las nueve de la noche en su casa pidiendo asilo y con el aspecto de quien acaba de librar una batalla.

Y no la había ganado exactamente.

Ahora que el momento de adrenalina había pasado y sus niveles en sangre disminuido era más consciente del daño físico: Tenía las manos llenas de heridas de defensa que picaban, por meterlas en la trayectoria de algunos golpes. Sentía una capa de sangre seca alrededor de su boca y mentón, naciendo como una cascada macabra desde su nariz, que dolía, y no hacía falta ser un genio para saber que su cuerpo estaba magullado sin necesidad de verlo.

Todo le dolía.

Taehyung reaccionó por fin, tomándolo del brazo para introducirle en el hogar.

Le dio un pañuelo húmedo, le limpió la cara y le echó un vistazo rápido a su nariz para cerciorarse de que no estaba rota.

Y, de pronto, Jungkook se encontró sentado en el sofá con un tazón de leche caliente en las manos y una manta sobre las piernas mientras esperaba a que Taehyung volviera con su botiquín.

Había calor en esa casa, un calor suave y distinto. Era una calidez que hacía eco en forma de protección y, aunque se sentía mal por aparecer así como así y desbaratarle cualquier plan que tuviera para esa noche, su cuerpo adoraba la sensación.

Le dio tiempo a tomar un sorbo revitalizador antes de que el hombre le quitara el recipiente de las manos para poder arrodillarse entre sus piernas con libertad de movimientos, confirmando antes de nada que no había nada tan grave como para tener que ir al hospital. Cuando se dio cuenta de que en su mayoría eran hematomas y algunas heridas, sacó algunas cosas del botiquín y comenzó con su tarea.

La expresión de Taehyung era la misma de cada vez que le curaba: severa, segura y experta, así que no quiso interrumpirle con explicaciones innecesarias mientras le quitaba la camiseta y le untaba cada marca oscura con alguna clase de fría crema transparente, masajeándole con suavidad hasta que la piel la absorbía.

En lugar de eso, se dedicó a observarle en detalle.

Estaba vestido formalmente, como si acabara de volver del trabajo, lo que hizo que se sintiera incluso más culpable por darle más cosas por las que preocuparse cuando lo que probablemente quería era irse a dormir pronto. Tenía la boca fruncida, al igual que la frente, concentrado. Era esa clase de concentración que nadie se atrevería a perturbar. Sus ojos viajaban sin descanso de un lado a otro, sin posarse en los suyos, y sus manos trabajaban de forma sistemática, como si hubiera hecho aquello un millón de veces y se lo supiera de memoria.

Cuando el hombre le puso la camiseta y pasó a examinar su rostro, se dio cuenta de que las manos le temblaban.

—Tae. —protestó en un susurro, pero él continuó pasando los dedos suavemente sobre su mejilla, tratando de girarle el rostro. —Taehyung.

El hombre negó con la cabeza, de pronto más serio de lo que nunca le había visto. Su ceño fruncido se incrementó y pestañeó con rapidez, emitiendo alguna clase de suspiro lastimero que le partió el alma. Jungkook atrapó su mirada justo a tiempo para poder ver sus ojos cristalizándose.

Batterer 『TaeKook』Where stories live. Discover now