Capítulo 25: Todo fue por mi✔️

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Las secuelas de aquel acto bajo la luna también desencadenó a los tres restantes jinetes.

Y Apocalipsis los aceptó sin reservas, con los brazos abiertos.

Cada encuentro carnal desenterró sentimientos que no debieron estar allí. Al permanecer en su propio mundo dejaron de lado su misión.

Olvidando las consecuencias a sus acciones.

Se perdieron entre risas y charlas, en noches llenas de gemidos.

Apocalipsis debió detenerlo. Se percató demasiado tarde cuando sintió una vida en su vientre.

Ya no podía y quería retroceder.

—E-Estoy esperando a nuestro hijo aún no nacido. —Confesó esa misma noche, su mano temblaba y los cuatros hombres se estremecieron mirándose entre sí—. ¿Q-Que debemos hacer? ¿Y la misión...?

—No. —Hambre la calló y besó su frente con delicadeza—. Los humanos han dejado de causar caos gracias a nuestra intervención no creo que sea necesario hacer más, podemos vivir como lo estamos haciendo ahora.

—Estoy de acuerdo. —Pestilencia asintió dándole un casto beso en los labios a la castaña.

—No es razonable bajar la guardia. —Murmuró guerra con incertidumbre.

Antes sus palabras Apocalipsis cubrió su vientre y bajo la mirada. Enseguida se vio envuelta en los brazos de muerte.

—Todo estará bien, no dejaré que ningún bastardo te haga daño a ti y a nuestro hijo.

Sus nervios se calmaron pero en lo más recóndito de su mente una vocecita advirtió que la paz y armonía no durarían mucho.

Y así fue.

Un mes antes de dar a luz los dioses se enfrentaron a ellos.

Mataron a hambre, guerra y pestilencia frente a ella.

Muerte fue encerrado y ella no dió con su paradero.

Zeus ordenó que atravesaran a su hijo en su vientre con una espada.

Apocalipsis rogó clemencia y piedad.

—Te dije claramente que no aceptaría fallas e inconvenientes, las cosas que no me sirven las desecho. —Zeus no se inmutó—. Ah, eres una diosa pero tus poderes están sellados, te lo digo porque te tengo un poco de cariño.

Su sonrisa fue más cruel que amistosa.

—Por supuesto desde ahora se te castigará y renacerás como cualquiera criatura ya sea ángel, demonio o humana. Y muerte como dice su nombre morirá cada vez que se enamore de ti, su sola existencia será tu pena y tu dolor. Tu no recordarás pero en algún momento cada una de sus muertes llegará a tu mente, ese será tu peor castigo.

Apocalipsis sollozó y se agarró el vientre gritando hasta que su garganta se desgarró y sangró.

—¿Y-Y-Y los demás...?

—Tsk, ¿aún tienes aliento para preocuparte por muertos? Ellos si volverán a vivir sin dolor y sin pena. Amarán y morirán como humanos, pero no será a ti. Por lo visto muerte peleó más y gracias a que sacó una gota de mi sangre sufrirá contigo.

»Por ahora la destrucción de los humanos se a pospuesto con tu intervención pero si dentro de un milenio la humanidad no mejora estaré listo para hacerme encargo. Pienso que ese día ya recordarás todo.

Su risa fue lo último que escuchó.

—Cara de ángel. —Se encontró con los ojos rubís observándola con preocupación.

Por un momento Ochaco se ahogó en ese mar de recuerdos.

Desgarradores y dolorosos.

La historia que Endeavor contaba no se acercaba ni de cerca a lo que vivió.

Sus orbes avellanas no pudieron evitar desviarse a Hakws y Dabi.

Hambre y guerra.

Sus entrañas se retorcieron. Se sintió extraña, fatal.

Ladeó la cabeza, atónita.

¿Por qué duele?

Ellos son tan iguales pero a la vez tan desconocidos.

Ochaco se mordió los labios con suficiente fuerza para hacerse sangrar y el blondo a su lado la regañó sin querer escuchar más el relato del rey del inframundo.

¿Su cara de ángel Apocalipsis?

Por alguna razón un destelló de una mujer con largo cabello castaño y con ropa egipcia llegó a su mente. Un destello de un recuerdo que se sintió muy lejano.

¿Que diablos fue eso?

—¿Podrías detener tu mierda? —Ochaco maldijo sosteniendo su frente con una mueca de dolor—. Ya no soy esa mujer, Apocalipsis murió hace mucho tiempo y yo solo soy los pedazos que quedaron de ella así que cállate, porfavor. No entiendo porque te obsesiona su existencia pero realmente no quieres verme enojada.

Endeavor se enderezó sin creer lo que escuchaba.

—Mocosa, ¿¡como te atreves!?

—Guau, tienes agallas. —Se rió entre dientes Hakws como si ese hecho le divirtiera—. Eres una pequeña muy valiente.

Ochaco no lo miró, eso le producía dolor de cabeza. Ella ya no amaba a esos hombres pero si dolía verlos.

Exasperada miró a Bakugo.

—Te lo contaré cuando estemos solos.

Endeavor aún despotricaba y Dabi apenas movía un dedo para interceder.

—En lugar de querer hacerme daño a mi o Katsuki deberías prepararte para la guerra o al menos para proteger tu reinado porque tu corona podría ser destruida junto con el mundo en un chasquido. —Ochaco avisó y se apresuró a explicar—. No quiero ser tú enemiga si no me provocas, solo es mejor que tengas en cuenta que los dioses nos observan y se ríen de nuestras desgracias.

—¿Por qué debería creer algo tan absurdo? Por tu culpa mi hijo Shoto no quiere verme.

—Shoto no es un niño, sabe tomar sus propias decisiones. —La morena suspiró, olvidaba que su mejor amigo también fue uno de los cuatros jinetes...¿sería muy estúpido evitarlo?

—Cara de ángel, ¿por qué dices que los dioses nos ven? —Cuestionó con los ojos rubís llenos de sospecha y un indicio de...¿rencor?

¿Él recuerda? No. Debe ser su imaginación.

Ochaco se muerde el labio inferior y cierra los ojos con nerviosismo. Contar algo tan doloroso no será nada fácil y mucho menos cuando se siente tan vivido en sus recuerdos.

Como para coincidir con sus pensamientos por inercia su mano acuna su vientre plano y para su mayor consternación todos los demonios en la habitación observan el movimiento para después mirar a Bakugo y renegar.

—No es lo que creen.

Y sosteniendo la mano del rubio cenizo se arma de valor para relatar su historia. Tal y como la vivió, sin omitir algún detalle.

El beso del demonio Where stories live. Discover now