Emma

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|Podemos cerrar los ojos a la realidad pero no a los recuerdos.|

Recostada sobre aquella enorme cama, Emma mira hacia la ventana sin observar ningún punto en concreto. Sus ojos faltos de brillo únicamente se dirigen hacia aquella separación entre el vidrio y el mundo exterior. Mientras que, en su propio interior anhela poder flotar como una de esas partículas que flota libre por el mundo y desaparece sin dolor en un segundo.

Escucha el sonido de la ronca respiración del hombre mayor a su lado y siente repugnancia de él, tanto como de todos los otros hombres que su padre antes invitaba a casa como amigos y que ahora se han vuelto sus verdugos. En el aire aún permanece el asqueroso olor de lo que ha ocurrido dentro de esas cuatro paredes y, que como prueba de ello, únicamente quedan las marcas y los moretones sobre el cuerpo de la apenas preadolescente chica; así como del fuerte abuso al que se le ha sometido la noche anterior.

Emma entonces mueve muy lentamente su cuerpo al darse cuenta que el brazo izquierdo se le ha adormitado luego de haber recargado su cabeza por varios minutos sobre él.

A lo lejos escucha el sonido de la aguja de aquel enorme reloj que decora la habitación al moverse, y gracias a la luz que se cuela por la ventana, vislumbra y sabe que apenas son las dos de la mañana.

Emma agradece mucho que el hombre a su lado sea ya prácticamente un anciano, o de lo contrario, su tormento se habría prolongado por más tiempo de lo que ella es capaz de soportar actualmente.  Y es que una vez hubo terminado de saciar su desenfreno sexual con ella, ha terminado por echarse como el cerdo que es al lado de ella sobre la cama.

La sola sensación que el cuerpo sudoroso y grasiento le ha dejado en su propio cuerpo le hace querer echarse a llorar. Y de hecho, las lágrimas han brotado sin ella quererlo así. Estas se deslizan descontroladamente desde sus ojos hasta caer sobre la cama en la que reposa, y entonces, un nudo comienza a hacerse presente desde la base de su garganta. Emma se cubre la boca, sabe que no podrá evitar sollozar pero, no quiere despertar al hombre que duerme a su lado o sabe que lo hará enfadar y la meterá en problemas con su padre.

Sus hombros tiemblan y se sacuden al ritmo de sus sollozos, y su voz, se quiebra en quejidos que acalla inútilmente.

Desearía tanto poder salir corriendo, huir y pasar desapercibida para el mundo. Pero la sola idea la hace recordar el incidente de Conny y los trágicos recuerdos de esa misma experiencia en la que creyó poder tomar la libertad con sus propias manos; lo cual la obliga a reprenderse a sí misma y a cortar las alas de aquella mera ilusión.

Es entonces que en medio de su casi silencioso llanto, la pelinaranja escucha un tierno timbre de voz llamándola por su nombre. —¿Emma?

—¿Phil? Emma toma con evidente nerviosismo la orilla de la sábana que tiene más cerca de su desnudo cuerpo y se cubre mientras divisa por entre la oscuridad del cuarto la carita de su pequeño hermano ser desdibujada en cruda preocupación por ella. —¡P-Phil! ¡¿Qué haces aquí?! Ella susurra aunque esté alterada ante la repentina aparición de su pequeño hermano. Y voltea constantemente su mirada hacia el hombre que duerme a su lado para verificar que él no se entere ni se percate de la visita de Phil en aquella habitación. 

Inmediatamente sabe que ha cubierto la desnudez de su cuerpo, la chica sale torpemente de la cama y se acuclilla hasta quedar frente a él y a su altura.

Él se frota uno de sus ojos y como su pijama luce mal colocada, Emma deduce que su hermano recién se ha levantado de la cama. —No he podido dormir muy bien del todo, así que pensé en ir por un vaso de leche a la cocina. Bosteza nuevamente interrumpiendo su explicación. —Pero de camino, te he escuchado llorar y como he visto la puerta abierta yo...

Pervivencia [Noremma]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora