Norman

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|Muchas veces en la vida, podemos terminar dando por sentadas a las personas que están más cerca de nuestros corazones.|

Debe ser una mala costumbre que ha cogido con los años, pero ha perdido la camiseta antes de dormir. Lo cual para ser sinceros, hoy especialmente le ha parecido mala idea. Debido a los pequeños y casi imperceptibles temblores que se pasean por su nuca y que le advierten que podría resfriarse en cualquier momento. 

De mala gana, se sienta en la cama y pega un bostezo grande para espantar el sueño que aun invade su cuerpo. Estira los músculos de su espalda y brazos, y se levanta de mal humor mientras hace círculos completos con el cuello. Siente el cuerpo pesado. Sin embargo, desliza la ventana que lo dirige hacia el balcón, y se recarga en él para pegar un nuevo bostezo. 

Es temprano por la mañana. Lo deduce pues, aún no vislumbra el sol del todo en lo lejano del plano. Y mientras está ahí parado, Norman se da unos minutos de reflexión con los ojos cerrados y permitiendo que uno a uno sus sentidos vayan despertando. 

Y es que sin planearlo, la estadía en aquel pueblecillo se ha convertido en algo ameno. Para ser sincero, el tiempo se le ha escapado como agua entre los dedos. Y ha sido una de sus experiencias más agradables.

Luego de muchas semanas, Norman ha sido llamado por parte de su padre.

Como suponía, la molestia y el repudio total hacia las decisiones tan estúpidas de su hijo ya habían disminuido al menos un poco. Por ahora, solo se le ha pedido que permanezca fuera del foco de los medios. No debe presentarse al público por algunas semanas más. Las aguas del escándalo han comenzado a menguar, y entonces, llegará el momento idóneo para hacer su reaparición ante la sociedad con alguna noticia que su padre seguramente sacará de la manga para limpiar el nombre de la familia.

Pero sinceramente, a Norman a estas alturas poco le importa lo que ese hombre decida. Estas semanas han sido tan divertidas como lo fueron alguna vez sus días al lado de su madre, que en paz descansa.

Jamás imaginó que salir de paseo por el parque, al zoológico o una a simple heladería le sacarían tantas sonrisas y recuerdos por atesorar. Emma y los chiquillos eran todo un caso digno de plasmar en pintura. Exudan tanta alegría por los poros, que Norman se cree capaz de afirmar que ha ejercitado los músculos de la cara más que nunca.

Es entonces, mientras reflexiona en esos hechos que el nuevo escalofrío que ha dado recorrido por toda su espina dorsal lo traen de vuelta al presente. El aire frío que queda rezagado de la madrugada lo revitaliza y lo ayuda en el proceso de despertar. (Aunque eso no ayudará en nada si está resfriado). 

Mira hacia la construcción del frente e involuntariamente fija la mirada en la ventana en la que suele encontrársela dibujando tras el cristal, o bien, solamente observando en el silencio de la noche hacia la luna y las estrellas. (Gusto que al parecer los une fuertemente). Emma no está ahí hoy. Sin embargo, inconscientemente se sonríe cuando la imagen de su vecina se recrea una vez más en sus pensamientos esa mañana. 

Para su sorpresa, ha descubierto en Emma una clase de mujer casi única. Ella es amable y cariñosa con su familia, entregada y dedicada con sus responsabilidades. Aunque claro, debe admitir que mucho de la imagen preconcebida que tenía de ella ha estado en un evidente error. 

Para su sorpresa, Phil no es hijo de Emma. Él mismo le ha desbaratado esa idea un día cualquiera en el que había accedido a ayudarlo con una de sus tareas escolares.

Phil. Preguntó mientras lo observaba terminar de pintar a medias con su delgado pincel uno de los planetas que debía agregar a su maqueta. El pequeño desdibujó las líneas de expresión que había acumulado en su ceño fruncido al estar tan concentrado, y giró su  rostro hacia el albino como señal de estar prestando atención a su llamado. —¿Puedo preguntar por qué llamas a tu madre por su nombre?

Pervivencia [Noremma]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt