Emma

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Aviso: este capítulo aborda un tema sensible.

|Las cosas que más tememos ya nos han ocurrido en la vida.|

Mientras ella se encuentra sentada y recostada sobre uno de los enormes almohadones de la que ahora vuelve a ser su cama, Emma mira a la nada con los ojos opacos y apagados.

Su padre molesto no deja de gritar frente a ella lo mala niña que ha sido por su comportamiento. Le echa en cara la tremenda estupidez que ha sido de su parte el querer escapar y alejarse de él. Le replica que de no ser por él, ella tendría una serie de números que servirían como marca de ganado para malos propósitos y que debería hallarse agradecida con él por ahorrarle tal sufrimiento. Pero para Emma todas esas palabras no son más que el ruido que da directo a los oídos debido a un viento muy fuerte.

No presta verdadera atención a todo lo que él dice. No puede ni quiere prestar atención nunca más a algo que él le diga. Sigue en shock luego de enterarse de la muerte de Conny.

Se ha enterado del tiempo que le ha llevado a ella misma recuperarse estando inconsciente y a punto de perder la vida con dos heridas de bala que claramente habían dejado huella en ella. Y no deja de preguntarse por qué Conny y no ella. No resulta justo.

—Emma, querida. No importa. Ya estás en casa, conmigo de regreso. Y eso es lo que realmente importa.  Su padre ahora se encuentra sentado a su lado, acariciando una y otra vez su cabeza, peinando su larga cabellera naranja. La obliga a recostarse sobre su pecho en un deformado gesto de amor y ternura paternas.

Mientras, ella no sabe cómo reaccionar.

Ha llorado toda la noche luego de la noticia que su padre le ha soltado de manera tan insensible. Conny ha muerto. Aunque ella se ha interpuesto entre aquella arma y su pequeñito cuerpo, no ha sido suficiente. ¿Por qué entonces ella sigue viva? Ambas debieron morir ese día entonces, ¿no? O por lo menos solo ella, ¿no? Pero entonces ¿por qué esos pensamientos le generan tanta culpa? No lo entiende. Ella misma no se entiende.

Parece ser que su padre ha priorizado su vida a la de su hermanita pequeña. Algo ha entendido de toda la palabrería que ese hombre le ha soltado, y es que él ni siquiera ha hecho el intento por salvarla como ha hecho con ella. Y le da asco la sola idea que esto se deba a ser la favorita. El amor tan exclusivo de su padre le ha salvado la vida. Pensarlo le provoca repugnancia y una profunda tristeza.

Como Emma no le ha contestado ni una sola vez en respuesta, eso solo ha logrado encender la ira desmedida del hombre. Por lo que no alcanza a responder para cuando el enorme puño golpea con fuerza su delgado estómago. Emma siente entonces que no puede respirar mientras siente un intenso dolor desde la base del estómago hasta la coronilla de la cabeza. Sus heridas se vuelven a abrir con aquella acción, lo que provoca que las vendas se tornen de un rojo escarlata fresco.

Sus quejidos de dolor entonces parecen hacerlo percatarse de la idiotez con la que el hombre se comporta. Así que de nuevo se muestra preocupado.

—¡Emma! Lo siento, lo siento tanto, mi niña. Y como si buscara su perdón, él entonces toma su pequeña y magullada cara entre sus grandes manos.

Él intenta transmitirle la falsa idea de un enfermizo amor y Emma no deja de sentir aversión al verlo. Su padre lo nota, porque ahora su cara ha pasado a transformarse a la de un demonio. En ese instante Emma lo ignora, pero aquella mirada de desprecio que le ha devuelto a su padre solo ha marcado el inicio de su incesante tormento.

Pues su padre actúa a continuación tomando el diminuto cuerpo de la chiquilla por su parte más delicada, y entonces Emma cree que va a asfixiarla si sigue cerrando y apretando con fuerza los dedos de sus manos que están alrededor de su cuello.

Con todas las fuerzas que le quedan, y movida por mero reflejo e instinto de sobrevivencia, Emma inútilmente se aferra a ese agarre al clavarle las uñas en la piel de sus muñecas. Pero es inútil, no tiene la energía suficiente. Le duelen las heridas de su abdomen y su cabeza resiente la falta de oxígeno que el agarre de su padre provoca al someterla sobre la cama.

Molesto entonces, su padre se separa apenas lo suficiente como para darle un bofetón que la paraliza del miedo y del dolor. Su cabeza se ha doblado cruelmente hacia el extremo contrario al golpe al que su cara se ha visto expuesta.

—¡No te creas tan importante, querida! Tú tan solo eres un objeto. ¡Una muñeca desechable! ¡Oh, sí! Una muñeca a la que fácilmente puedo ir lastimando si así lo quiero. Una muñeca a la que puedo vestir o desvestir como yo quiero. Una muñeca que solo sirve para mi disfrute.

Entonces el frenesí con la que la toma de la cara y la obliga a estrellar sus labios a los de ella la asustan. La ha tomado de sorpresa. Pero a sus vez, aquella caricia le provoca náuseas y un asco terrible. Quiere alejarlo, pero todo en ella duele. Sus fibras nerviosas no dejan de hacerle sentir las peores sensaciones posibles.

Su cuerpo adolorido sin embargo se resiste. Está cansada de que su padre se crea dueño de ella. Cansada de no poder ser realmente libre. Cansada de ser tan débil y no poder ser de ayuda para sus hermanos.

Pero las muñecas no sueñan con irse de casa. Las muñecas tienen una sola casa en la que se quedarán toda su vida, ¿sabes, Emma? Y tú también. Te irás cuando ya no seas necesaria. Te desecharé una vez te hayas gastado y te rompas del todo.

Entonces, las lágrimas brotan de sus ojos cuando es consciente de que su padre adoptivo comienza a tocarla con lascivia en sus zonas privadas. Entonces Emma piensa en Conny, piensa en Phil, piensa en Carol, y piensa... Y siente cómo el hombre sobre su cuerpo ha comenzado a convertir en trizas la ropa con la que antes la han vestido para luego lamer su incipiente desarrollado cuerpo, mientras la toma entre sus manos. Emma se cree agonizar entonces.

Su dolor es algo más allá de algo físico. Ahora puede afirmar que lo que le duele tanto es el alma. Porque algo dentro de ella está desmoronándose y duele. Duele mucho.

Él parece repetirle vez tras vez lo linda y dulce que es para él. Lo indescriptiblemente hermosa que es. Así que, aunque Emma no quiera escucharlo, ni quiera sentir lo que está sintiendo; su mente al parecer ha dado play al botón de grabado.

Sabe que esto será un episodio más en su vida que jamás olvidará. Tiene miedo, y sabe que su padre se asegurará de dejar una marca en ella que quemará en su alma como el sello a fuego deja una señal indeleble e incorruptible en la carne. Tiene miedo y lo tendrá cada vez que lo vea en sus recuerdos. Tiene y tendrá miedo al recordar la sensación de sus manos tocándola en sus lugares secretos, del pavor y la repulsión que eso le genera.

Se obliga a sí misma a no hablar, a no producir sonido alguno. Podría empeorar la situación si dice algo incorrecto en esa situación. Claro que siente un terrible disgusto de tener sobre sí el peso del asqueroso y desnudo cuerpo de su padre. Y para cuando él cruza el límite que antes él mismo había marcado para cualquier otra persona, sabe que las cosas solo empeorarán.

Es entonces que su padre amortigua los gritos de la pequeña con la almohada sobre la que previamente ella había estado descansando. La experiencia está dejando una herida aún más terrible que la experiencia de muerte a la que ha sobrevivido. Y duda poder sobrevivir por segunda ocasión.

El olor, los sonidos, el tacto y la presión, las siluetas y el sabor de su pasado... Todas las sensaciones de aquellos angustiosos y tormentosos momentos siguen frescos. Y se reproducen fielmente, segundo a segundo, mientras se halla dormida debido a la alta fiebre que tiene. Emma está inconsciente, pero la situación que se reproduce en su mente se siente tan real, que lágrimas inundan sus ojos aún cerrados.

Ella no deja de removerse estando en aquella cama, no deja de llorar y de quejarse. Desearía tanto poder despertar, pero se halla tan débil y cansada, que no le queda otra opción más que aceptar su encierro en aquella pesadilla.

|Las cosas que más tememos ya nos han ocurrido en la vida.|

Pervivencia [Noremma]Where stories live. Discover now