Capítulo 18

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Maratón 1/4

–Cariño ¿Puedes hacerme un favor?

Salí de la cocina y asentí mientras limpiaba mis manos en mis pantalones.

–Se que Hannah te dijo que no podía beber alcohol, pero...

– ¿Quieres una cerveza? –pregunté levantando una de mis cejas.

Él asintió sonriendo.

–De acuerdo, pero solo una.

Regresé a la cocina y busqué en el refrigerador, afortunadamente solo quedaba una así que la abrí y regresé a la sala para dársela a mi abuelo, su amigo que se encontraba sentado a un lado de él meneo la cabeza al ver a mi abuelo.

–Ya va a comenzar el juego –les avisé y ambos voltearon a ver el televisor.

Sonriendo me fui a mi habitación para buscar mi teléfono, Hannah había quedado en llamarme hacia una hora y fruncí el ceño cuando me di cuenta que no tenía ni siquiera una llamada perdida.

– ¡Tamara, te buscan!

Guardé el teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón y salí de mi habitación, tal vez había decidido venir en lugar de llamarme.

–Voy.

Pero cuando pude ver a la persona que esperaba en la puerta principal el corazón se me aceleró en automático, no era Hannah, pero si él hombre del que estaba perdidamente enamorada.

Las comisuras de sus labios se extendieron hacia arriba cuando me vio.

–Hola. –saludé un poco nerviosa.

–Hola.

Sus ojos marrones miraban los míos fijamente y yo todo lo que quería era lanzarme a sus fuertes brazos y que me estrechara en ellos.

–Pero invítalo a pasar Tamara, no se queden ahí como estatuas.

La voz de mi abuelo rompió la burbuja en la que me encontraba con Owen, así que me hice a un lado para que él entrara, cerré la puerta y él miro a mi abuelo con la cerveza.

–Corríjame si estoy equivocado, pero creo que no debe estar bebiendo eso.

–Es día de juego, muchacho –mi abuelo alzó la botella, orgulloso. –El momento lo amerita.

Owen asintió con una sonrisa y se acercó para saludar al amigo de mi abuelo que claramente ya conocía, a veces me preguntaba si había una persona en todo el pueblo a la que él no supiera quien es.

– ¿Quieres unirte? –preguntó mi abuelo.

–Tal vez después, hoy vengo con Tamara.

Mi abuelo nos miró con los ojos entrecerrados un momento hasta que su amigo le dijo que estaban por batear y dejó de prestarnos atención para ver la televisión, con las manos en mis bolsillos traseros quería preguntarle a que se debía su visita, pero ya lo imagino.

– ¿Tienes un minuto? –preguntó.

Se veía tan tierno cuando estaba nervioso.

–Si, vayamos afuera.

Él abrió la puerta para mí y una vez que nos encontramos en la intemperie comencé a sentir los latidos de mi corazón con fuerza, quería hablar con él sobre muchas cosas, pero decidí que no era un buen lugar así que caminé hacia el establo para tener un poco más de privacidad.

–Buena idea.

Una vez que nos encontrábamos en el interior Perry salió de su pequeña casita de madera para recibirme moviendo la cola de un lado a otro, me incliné un poco para acariciar su cabeza.

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