Capítulo 8

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Al llegar a casa lo primero que hice fue dirigirme al baño y tomar una ducha de agua fría pero ni eso fue suficiente para calmar mis hormonas, dejé que el agua siguiera cayendo sobre mi y cerré los ojos antes de dejar caer la cabeza contra el azulejo.

Recordé sus labios sobre los míos, su voz tan grave y seductora, su lengua recorriendo cada centímetro de mi cuello, joder me encontraba más excitada que antes, solo había una manera de aliviar el dolor que sufría mi entrepierna así que deslice mi mano y acaricie mi intimidad, primero con un dedo y luego con dos, me mordí el labio en cuanto los introduje e involuntariamente solté un gemido suave, con mi otra mano me sostuve de la pared mientras seguía haciendo movimientos, imagine sus manos sobre mi, tocándome por todas partes mientras me colocaba sobre aquel escritorio viejo en el cual había amenazado con usar para hacerme suya.

Aumento el ritmo y cierro los ojos con fuerza, seguía imaginando que me quitaba la blusa y tocaba mis pechos para masajearlos, luego había sacado mi sostén para devorarlos como lo había hecho el día que nos conocimos.

Bastaron unos segundos para que finalmente me corriera, me encontraba jadeando bajo el agua y maldiciendo en voz baja a Owen por causar todos estas sensaciones en mi.

Me envolví en una toalla y caminé a mi habitación, luego me puse mi pijama y me dejé caer en la cama admirando el cielo desde mi ventana, las estrellas eran mucho más visibles que en la ciudad, se veían muy cerca y no recordaba haberlas visto brillar así antes.

No recordé en que momento dormí pero cuando me desperté y estire mis extremidades me sentí mejor, descalza me dirigí al baño para lavar mis dientes y luego caminé a la cocina donde me esperaba una entusiasmada Hannah, estaba platicando con mi abuelo mientras preparaba el desayuno pero en cuanto me vio llegar una sonrisa que conocía muy bien apareció en su cara, yo traté con todas mis fuerzas ignorarla pero me fue imposible.

–Buenos días, cielo ¿Descansaste? –preguntó mi abuelo en cuanto tome asiento junto a él.

–A puesto a que si –murmura Hannah sonriendo.

Mi abuelo miró a Hannah sin entender a que se refería mientras que yo quería lanzarme por sobre la mesa y golpearla por ser tan ella.

–Aquí tienen –ella coloca un plato frente a cada uno y sonrío al ver los panqueques.

–Gracias –digo y me guiñó un ojo sin dejar de sonreír.

-De nada.

Desayunamos tranquilamente, hablamos un poco sobre todo y para cuando el reloj marcó las once me levante y lave los platos, fui a mi habitación para cambiarme y cuando estaba poniéndome las botas la puerta se abrió de golpe.

–Cuéntamelo –pidió Hannah con una sonrisa mientras se sentaba en mi cama. –Dímelo todo.

Sonreí y me di la vuelta para verla a la cara.

–¿Que quieres que te diga? No sucedió nada.

–¡Ay por favor!

–Lo juro –tomo mi bolso que se encontraba a un lado de la cama.

–No puedes quedarte a solas con Owen en la tienda y decir que no sucedió nada –se pone de pie y cruza los brazos sobre su pecho. –Cuando fui al almacén los encontré muy agitados.

Me mordí el labio inferior y mire hacia la ventana, el sol estaba por mostrarse en todo su esplendor.

–¡Tamara! –gritó para llamar mi atención.

–¡Bien! –digo derrotada. –Nos besamos pero fue todo.

Ella alza una de sus cejas rubias, seguía sin creerme.

–Lo digo enserio, no quise que nada más sucediera, me trajo a casa y fue todo.

Tomo una pequeña liga y me hago una coleta, hace demasiado calor para tener el cabello suelto pero agradezco tener mi blusa de tirantes porque me sentía un poco más fresca.

–De acuerdo, te creo –dice caminando en mi dirección. –¿Necesitas que te lleve?

Asiento.

–Por favor.

Salimos de mi habitación riendo porque Hannah se había asustado de un cinturón que había visto en el suelo creyendo que era una serpiente, aunque luego de procesarlo me dio miedo que en realidad existiera la posibilidad de que un animal pudiera entrar en casa.

–¿Te vas?

Mi abuelo deja de ver el televisor para enfocar su vista en mi, asiento mientras me inclino para darle un beso en su mejilla.

–Te veo más tarde.

–Te quiero –dice sonriendo.

–Yo también.

Hannah me sigue a la puerta pero antes de salir por completo escucho que le dice que volverá después de dejarme, subo a su camioneta y aproveché el momento para hablarle sobre Ana, al parecer le agradó así que eso me puso de mejor humor porque quería que ambas se conocieran.

–Bien, te veo luego –dice en cuanto me bajo de su vehículo. –Dile a Owen que le pateare las pelotas si no responde mis llamadas.

–¿Por que últimamente tú y Owen están...?

–Negocios –me interrumpe y enciende el auto. –Te veo luego, chao.

Y se va, dejándome aún más confundida que antes, giro sobre mis pies y me adentro en la tienda, debo admitir que la idea de estar a solas con Owen ya no es tan inquietante como antes, ahora se que podemos llegar a algo, así que cuando cruzo la puerta y él levantó la cabeza de su teléfono mientras estaba recargado en el mostrador me hizo sentir especial o al menos importante porque logré que alejara la vista del aparato.

–Buenos días, Señor Jones.

La comisura de su labio se eleva y ese simple gesto fue suficiente para que empezara a sentir cosquillas en mi interior, no podía olvidar lo mucho que deseaba a este hombre.

–Owen –dice guardando el aparato en su bolsillo delantero. –Sabes que puedes llamarme así.

–Lo sé, solo quería molestarte.

Sonrío y dejo el bolso en el lugar de siempre, estaba a punto de preguntarle algo cuando siento su mano en mi cintura, me doy la vuelta para verlo a los ojos.

–Últimamente estás tratando de molestarme mucho, Tamara.

–¿Enserio? –levanto mi ceja. –No me había dado cuenta.

Su mano ejerce más presión y tengo que juntar las piernas para disminuir el cosquilleo allí abajo.

–¿Y sabes de que yo me he dado cuenta?

Quiero ser valiente y sostenerle la mirada pero estoy comenzando a sentirme intimidada por sus ojos tan cargados que simplemente me encojo de hombros porque no estoy segura de poder formular una palabra.

–Que te pongo nerviosa.

Trago disimuladamente, él logra darse cuenta y sonríe aún más.

–¿Tengo razón?

No sé por qué rayos pregunta si ya lo sabe, me maldigo mentalmente por ser tan obvia.

–Estas alucinando –logro decir.

Aparto su mano para alejarme pero él es demasiado rápido y me toma nuevamente por la cintura para levantarme y colocarme sobre el mostrador luego se posicionó entre mis piernas, su nariz rosa la mía y yo muerdo el labio al darme cuenta de que esta demasiado cerca.

–Oh, yo no lo creo muñeca. –aparta un pequeño mechón de mi cabello y lo coloca detrás de mi oreja, no se en qué momento ese cabello logró salirse de mi coleta.

–Owen...

Su dedo índice desciende por mi cuello para luego llegar a mi hombro y jugar con el tirante de mi blusa.

–Alguien puede entrar –digo mirando por el rabillo del ojo la puerta aunque estoy más concentrada en la increíble sensación de su piel rozando la mía que cualquier otra cosa.

–¿Y crees que me importa? –desliza suavemente el tirante haciendo que este caiga de mi hombro.

–Debería –trato de juntar mis piernas pero como él se encuentra en medio nota la presión de estas y no hace más que sonreír. –Es tu negocio el que quebrará, no el mío.

Sus ojos se encuentran con los míos tan solo un segundo antes de que deposite un suave beso en mi hombro desnudo, mierda, este hombre no hace las cosas sencillas para mi en absoluto.

–No sabes lo mucho que deseo estar contigo, Tamara.

Mis mejillas se incendiaron al instante, cerré los ojos al sentir besos pequeños y húmedos desde el hombro hasta la base de mi cuello, suspiro y rodé su cuello con mis brazos para acercarlo y rozar mis labios con los suyos.

–¿Enserio?

Sus dientes hacen presión en mi labio inferior y joder, todo lo que quiero es que me folle. ¿Cómo es que logra ponerme de este modo en segundos? Y así sin previo aviso toma mi trasero en sus manos y lo aprieta provocando que un suave gemido saliera de mis labios.

–¿Lo dudas?

–Definitivamente me ha quedado muy claro. –digo antes de besarlo.

Sus labios son lo más delicioso que he probado en mi vida, Owen me besaba como si quisiera dejarme en claro que solo él era el único que podía provocarme de esta manera y estaba muy segura de que así era, nadie me había hecho sentir como él lo hace. Su lengua pide entrar y cuando lo dejo hacerlo gime, mi corazón se ha disparado y no quiero detenerme.

–Hagámoslo –susurro contra sus labios.

No puedo soportarlo más, lo necesito.

–¿Qué cosa? –pregunta juntado su frente con la mía.

Entrecierro mis ojos, él claramente sabía a que me refería pero prefería no discutir con él ahora.

–Sabes lo que quiero decir –acaricio su labio inferior con la punta de mi lengua y eso hace que me acerque mucho más a él.

–Creí que no habías aceptado mi propuesta.

Su sonrisa no desaparece pero cuándo aleja su frente de la mía y me mira a los ojos todas mis defensas caen.

–He cambiado de parecer.

–Yo también –dice al mismo tiempo que me baja del mostrador delicadamente.

No sé que carajos ha pasado, no se como de un segundo a otro mi temperatura bajó y la excitación que sentía momentos atrás comenzó a disminuir rápidamente hasta que levanto la cabeza para verlo relamerse los labios e inclinarse en mi dirección.

–No eres la única que juega sucio, muñeca.

Presiona sus labios en mi frente y se da la vuelta para ir directo al almacén mientras yo me quedo de pie como estúpida frente al mostrador. ¿Qué mierda? Qué gran hijo de... bien jugado, Owen, bien jugado.

En este preciso momento lo admiraba y odiaba por hacer que no me esperara aquello pero no era el único que podía jugar bien, yo inventé este maldito juego y por supuesto que voy a ganar.

Rodeo el mostrador y me dejo caer en la silla mientras levanto el tirante de mi blusa y trato de calmar el ardor entre mis piernas.

–Mierda –digo en voz baja.

Así que un poco agitada y decepcionada decidí iniciar mi turno.

El día fue realmente relajante, hubo una gran diferencia en la cantidad de personas que vinieron ayer y la verdad era que fue como un respiro para mi, Owen se fue una hora después sin decir nada y tampoco quise preguntarle por lo que me alegre tener al menos unos minutos para mi, al llegar la tarde Hannah fue tan amable de traerme la comida nuevamente y le agradecí dándole un beso en la mejilla, ella sonrió y para ser sincera me gustaba que viniera, era mi única amiga en este lugar y no podía estar más feliz de que fuera ella, congeniábamos en muchas cosas, hasta podía jugar que a veces hablaba como Ana lo cual también me hacia sentir en casa.

–¿Cerrarás?

Hannah se encontraba sentada sobre el mostrador terminando de tirar los restos de comida en una bolsa de plástico.

–Owen no me dijo nada.

Ella rueda los ojos.

–Ese hombre... –suspira. –no tiene remedio.

Suelta un suspiro y da un salto para bajar del mostrador.

–Deberíamos salir esta noche ¿Que dices? Tu y yo –mueve sus cejas de arriba a abajo. –noche de chicas.

Sonrío al mismo tiempo que observo la hora en mi teléfono faltan seis minutos para las siete de la noche.

–Seria grandioso –admito. –pero Owen no ha llegado y no puedo...

–¡A la mierda! –dice ella sacando el teléfono de tu bolso. –Lo llamaré.

–Hannah.

Me levanto de mi silla pero ella es más rápida y ya se encuentra con el teléfono junto a su oreja, resoplo y cruzo los brazos esperando.

–Si, soy yo, solo te llamo para avisarte que me llevaré a Tamara de aquí, tendremos una noche de chicas y... –se queda en silencio y puedo escuchar la voz de Owen al otro lado del teléfono aunque no entiendo que es lo que dice. –¡Este lugar esta más vacío que mi cuenta bancaria, Owen!

Sonrío y ella se da cuenta, me señala con su dedo mi bolso y vocaliza un "toma tus cosas"

–Mira, no me importa lo que pienses además me lo debes.

Me dirijo detrás del mostrador para guardar las pocas cosas que había sacado y tomo las llaves, coloco el bolso sobre mi hombro y veo a Hannah asentir, levanta su pulgar y la sigo hacia la puerta.

–Las luces –digo al darme cuenta de que no las he apagado.

Ella aprovecha para salir y seguir hablando con mi jefe, la verdad era que no quería irme porque estaba arriesgando mi paga pero Hannah era muy buena para convencerlo de hacer cosas así que dudaba que me despidiera por una salida temprano.

Una vez que me asegure de que todo estaba correctamente en su lugar y de que había apagado las luces, salí para cerrar la tienda y guardar las llaves en mi bolso.

–¿Y bien? –pregunte cuando vi a Hannah guardar su teléfono. –¿Va a despedirme?

–Que dramática eres –dice ella con una sonrisa. –pero para tu suerte, no. Solo me pidió que mañana llegarás más temprano para cubrir las horas de hoy.

–Genial –murmuro.

–Incluso fue muy amable para ofrecerse a ir por ti temprano –me toma de la mano y me lleva a la camioneta que estaba estacionada junto a la acera. –Aunque tu y yo sabemos que no fue amabilidad si no otra cosa.

–Ya cállate.

Se ríe pero no dice nada más, de camino al bar trato de arreglarme un poco frente al pequeño espejo retrovisor ya que me veía muy pálida, retoque mi polvo, apliqué un poco más de rímel y me pinté los labios de un color rojo que se veía muy bien.

Al llegar Hannah detuvo el vehículo en su lugar habitual, al parecer Christian había hecho un trato con el dueño del bar para guardarle un lugar para estacionar siempre que viniera, al menos eso fue lo que me dijo su hermana, entrelazamos nuestros brazos mientras nos adentramos al bar, nos sentamos junto a la barra y el barman se acerca con una gran sonrisa mientras coloca un pequeño trapo sobre su hombro.

–Hannah, que bueno verte por aquí otra vez, nena.

El hombre reflejaba unos treinta años o tal vez treinta y dos, era alto, moreno, cabello castaño y con unos increíbles ojos cafés que transmitían mucha tranquilidad, tenía una barba de candado que lo hacía lucir muy bien.

–Lo sé, incluso para mi es un milagro.

El hombre sonríe aún más y luego su mirada recae en mi, claramente confundido por mi presencia.

–Oh, Chad, ella es mi amiga Tamara. –coloca una mano en mi hombro. –Tamara, él es Chad, el dueño del lugar.

–Hola –dice Chad extendiendo su mano por encima de la barra, se la estrechó amablemente. –No eres de por aquí ¿verdad?

–No, soy de Nueva York.

Chad asiente mientras vuelve a colocar sus manos sobre la barra.

–Ya decía yo...

–Es nieta de Samuel Ray –dice Hannah (para mí sorpresa) con mucho orgullo.

–¡Ah!

Chad finalmente asiente comprendiendo, nunca entendí porque en los pequeños pueblos te reconocían siempre por decirles el nombre de tus padres/abuelos, como si con ello les fuera más sencillo ubicarte.

–Que les sirvo, señoritas.

–Dos cervezas, por favor.

–Enseguida –responde Chad dándose la vuelta.

Aprovecho ese pequeño momento para ver a mi alrededor, habían unas cuantas personas en el lugar, ningún rostro familiar lo cual me hizo sentir mejor.

–Es guapo ¿no? –Hannah me empuja suavemente con su codo y yo la miro frunciendo el ceño.

–¿Quien?

–Chad.

Desvío la mirada hacia donde se encuentra él tomando dos cervezas mientras hablaba con otro cliente sobre algo.

–Si, algo...

–Salí con él.

–¿Qué?

De inmediato giró mi cabeza para verla, ella asiente con una sonrisa de boca cerrada.

–Solo un par de veces, intentamos tener algo más serio pero no funcionó.

–¿Y lo dices así como así? –escupo todavía impresionada.

–Pues... si. –sus ojos se dirigen hacia el hombre del que estábamos hablando. –Somos amigos, no es raro para ninguno de los dos.

Estaba apunto de decirle algo pero me doy cuenta que Chad viene hacia nosotras, amablemente destapa las cervezas y las coloca frente a nosotras.

–Aquí tienen.

–Gracias. –Hannah le sonríe antes de que regrese a atender al hombre que acaba de llegar.

–Por muy increíble que me parezca tengo que admitir que ambos supieron sobrellevarlo bien –digo al tomar la cerveza. –No percibo ninguna tensión o incomodidad.

–Te lo dije –dice ella y bebe de su cerveza.

–Necesito que me enseñes a hacer eso –suspiro y miro la botella para luego darle un largo trago.

Al parecer hoy era una de esos días en los que tendría que beber mis problemas.

–Es diferente contigo.

–¿Por qué?

Levanto la mirada y ella se encoge de hombros.

–Porque cuando Chad y yo terminamos, ambos estuvimos de acuerdo y... Owen y tú... pues ya sabes.

Alzo mi ceja derecha.

–Lo que quiero decir es que no servirá de nada ya que tú y él aún no quieren dejarse ir el uno al otro.

–¿De que diablos estás hablando? –mi voz se elevó un poco a pesar de que traté de que no lo hiciera.

–Admítelo Tamara, lo deseas tanto como él a ti así que no va a funcionar lo que sea que trates de hacer para alejarlo, todo lo que consigues es atraerlo más y más.

Levantó la botella y la llevó directo a su boca, me quedé viendo el liquido mientras pensaba en todo lo que me había dicho.

¿Era verdad? ¿Esa era la razón por la cual los dos no podíamos ser solo amigos? ¿Por qué estaba el deseo de por medio?

–Joder, mejor no te hubiera dicho nada si hubiera sabido que tu mente se iría a otro planeta.

Parpadeo un par de veces y termino de beber lo que quedaba de cerveza, levanto la mano para que Chad pueda verme y cuando lo hace le muestro dos dedos.

–¡Dos más!

Él asiente y Hannah se ríe por lo bajo lo cual provoca que la vea.

–Me encanta esta versión tuya.

–Pues más te vale porque esta noche todo lo que harás es verme de este modo.

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