Capítulo 7

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Cerró el computador y miró algo desanimado su habitación.

Extrañaba mucho al idiota infantil que tenía por mejor amigo y charlar le había hecho bastante bien.

Se lanzó a la cama con ganas de estar treinta mil metros bajo tierra. En lo posible, muerto y en un mundo lleno de dulces y camas cómodas para dormir.

—¡Ahh~! — gimió enojado, aburrido y aún más enojado — ¡Me aburro maldita sea!

Ya ahora si que sin nada que hacer y con extrañas ganas de salir a hacer algo por su vida, decidió pararse. Hoy haría algo más que estar encerrado en su cuarto. Regó sus plantas, se colocó sus pantuflas de duraznos y se fue a bañar, aprovechándose de lavar sus dientes allí mismo.

La higiene era algo muy importante para él. Siempre había pensado que si moría, prefería oler a flores mientras aún su cuerpo no se hubiera podrido. Algo extraño, pero después de leer muchos libros de asesinatos y crímenes, ya se sentía preparado para morir de manera "cool".

Se colocó una sudadera de color blanca, con un simple jean claro rasgado que le quedaba levemente ancho, que era el mismo que usaba siempre, porque se había comprado cerca de diez vaqueros iguales, y unas Converse viejas que había encontrado la semana pasada al ordenar su armario.

Ya casi listo para salir a no sabe donde, fue a la cocina y tomó el dinero que le había dejado su madre, que era demasiado para su gusto. Se despidió de su pequeño perrito "Gus" para abandonar durante unas horas la casa.

El clima era agradable y quizá sería buena idea ir a comprar el libro que habían sugerido en algún top diez libros que todo adolescente... etc.

Últimamente también le comenzaba a interesar las historias de romance, pero solamente por mera curiosidad.

Su único enamoramiento en su vida era probablemente el que le tenía a las bolsas de frituras que compraba cada vez que podía.

Pero a parte de eso, le llamaba la atención lo sosas que podían llegar a ser las personas enamoradas.

Siguió su paso, mirando esta vez los autos que pasaban, comenzando a contarlos inconscientemente. Alcanzó el autobús a tiempo, que no demoró más de doce minutos en dejarlo frente a la puerta de la ansiada librería.

"Oferta: lleve once libros y pague uno".

Que significaba llevarse once valiosos libros solo por el valor del más caro, que a fin de cuentas seguía siendo la oportunidad de su vida.

Ahora que lo recordaba, era el día del libro. Tenía sentido la extraña oferta, porque usualmente, debía de ahorrar durante unos cuantos meses para poder comprar los deseados. Siempre había pensado que eran bastante caros, aún más, ni si quiera deberían tener impuestos. Los libros son algo importante, debería poder ser más accesible.

Era buen momento de aprovechar.

Sus ojos se abrieron como platos y lo único que pudo hacer fue entrar casi corriendo como animal salvaje, analizando cada libro que viese.

Estaba lleno de gente, que parecía tener el mismo propósito que Donghyuck, pero no. El no iba a perder la guerra, no en estos momentos. Se movió astutamente entre la multitud de gente, entre cientos de empujones y golpizas.

Y fue cuando lo vió.

Era la saga completa de Harry Potter.

A la mierda los libros de romance con adolescentes de hormonas alborotadas y decisiones estúpidas.

Sus instintos se activaron y corrió a por ellos, pues detrás de él habían como doce personas que también vieron la bendita saga. Corrió lo más rápido que pudo, abriéndose paso entre todo el tumulto de personas, estirando su mano, pero un jodido chico de cabellos azules estaba a punto de conseguirlo.

Casillero | Markhyuck Où les histoires vivent. Découvrez maintenant