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Sabía lo inútil que sería al menos tratar de articular otra palabra. Me conocía a mí misma en ciertas cosas, y estaba segura de que, si empezaba a llorar, no podría detenerme. Yeonjun tampoco me ayudaba. Sus sollozos aumentaron en algún momento, pero disminuyeron conforme me permití acariciar su cabeza y limpiar las lágrimas que alcancé a tocar en su rostro.

Me costaba un montón irme ahora. Definitivamente, no era fácil. Lo abracé. Sentí que todo lo que dejaba salir, lo había guardado bien desde hace mucho. Era la primera vez que lo veía así de vulnerable después del día en el que se enteró del accidente de sus padres. O quizá lo era para mí puesto que no habíamos estado juntos durante algunas estaciones. Apegué su cuerpo al mío y de la misma forma en la que hacían con los niños pequeños, palmeé su espalda y le indiqué que todo estaba bien.

Entonces rememoré el día del funeral. Mi anatomía se estremeció y logré desencadenar ese nudo que por tanto tiempo me había hostigado.

"Junnie, estoy contigo" pronuncié en voz baja mientras ambos nos encontrábamos sentados en mi cama. Él lloraba desconsoladamente, yo acariciaba su cabeza y el ocaso nos advertía que la vida, lastimosamente, no sé había detenido. ¿Cómo es que pudimos seguir cuando el corazón de alguien más estaba siendo destrozado?

—Lo siento, Hyesuk —sostuvo con una voz más firme siendo bastos minutos desde que el silencio decidió acompañarnos. Así también, él había regresado a su posición inicial manteniendo los brazos cruzados. Sus ojos estaban rojos cuando lo miré y se notaba cansado.

—Ya pasó.

—No —negó mirando el césped—. Sé que todo lo que ha ocurrido hasta ahora es suficiente para que me odies y comprendo tus razones para creer que no puedas ser parte de mi vida. No tengo excusa, lo admito. Lo siento por intentar ser personalista contigo, eso fue muy mediocre, y si ambos estaremos bien con esto, entonces hagámoslo.

¿Realmente traté? ¿Por qué no podía irme? No era la primera vez que pasaba, pero me atemorizó el pensar en que sería la última. Mis decisiones se tornaron grises cuando él me pidió que me quedara. No necesitaba que lo preguntara de nuevo. Iba a ceder. De esa forma sería agradable verlo en el colegio. Faltaban pocas semanas y cuando nos graduáramos, sería triste despedirnos. ¿Y si solo me marchaba ahora que no tomaba en cuenta sus sentimientos, sino que también los "míos"? Todo sería al revés. Las semanas se harían eternas y verlo me torturaría. ¿Por qué diablos estaba retrocediendo?

—¿Estás de acuerdo?

—No. Vaya, lo lamento, pero incluso si sé que no podría funcionar, yo no puedo soltarte.

La declaración hizo que mi cuerpo temblara. Una risa amarga que imité al final de la oración, porque me sentía igual. Todo tan contradictorio a la vez. Esto era, sin dudar, lo más estúpido que ambos podíamos hacer por el otro. Molesto silencio que lo instó a preguntar algo más:

—¿Quieres acompañarme a un lugar?

—Vamos.

Obtuve una sonrisa débil como respuesta. Tomó su teléfono para teclear algo, imaginé un mensaje, y enseguida me sacó del jardín trasero de la casa de Hyunsuk.

¿Cómo podría negarme cuando era justo lo que esperaba? Si lo que más quería estaba junto a mí, caminando a mi lado, sosteniendo mi mano y guiándome por esas calles estrechas, que, como pude conocer más tarde por un letrero, llevaban a aquel sitio particular donde las personas no respiran más, pero según diferentes versiones, descansan.

El recinto era apropiadamente sereno, seguido por una brisa leve. Las imágenes se conservaban en buen estado y los cristales, tras cuales yacían los restos de sus padres, lucían decorados con flores, mensajes y una que otra pegatina que supuse Yeonjun dejó alguna vez de niño.

₂₀ᴄᴍ  | Cʜᴏɪ YᴇᴏɴᴊᴜɴWhere stories live. Discover now