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Me encontraba en un debate mental que encerraba el perdonar a Choi Yeonjun, aunque ni siquiera se hubiera disculpado. De hecho, llevábamos casi dos semanas sin haber cruzado palabra, se veía realmente ocupado con las tareas. Al parecer a muchos sí les interesaba terminar con buenas calificaciones —al menos— si con honores no se podía, yo por otra parte, no sabía ni qué hacer con mi vida ahora, con respecto al futuro, prefería entonces no hablar.

Volviendo a la discusión mental y el problema que me aterrizó en ella: mi teléfono; se solucionó tres días después del incidente. El mismo niño de mi mochila me lo entregó, mientras, tuve que inventar excusas en mi casa.

Mentira tras mentira.

Apenas ingresé a la clase, otro estornudo salió del fondo de mi oscura alma haciéndome retorcer hasta los dedos. Aclaré la garganta y procedí a sentarme. Ya se me hacía extraño no haberme enfermado el fin de semana, pero mis gérmenes tuvieron la maravillosa idea de atacarme un lunes por la mañana. ¿Por qué no regresaron al dueño? Yo no tenía intenciones de abrazarlo.

Observé, mientras acomodaba mi bufanda, algunas hojas regadas alrededor de mi mesa y una en especial sobre ella. Me dispuse a abrirla por si encontraba algo importante, lo que para mi sorpresa no fue. Cosas como: "lárgate de aquí", "no te soportamos", "¡que alguien la saque!", "muérete"; yacían escritas en el papel. Resoplé, una vez más estornudando sobre éste debido al polvo, y con todo lo que recogí del suelo, formé una gran bola que no tardó en decorar el basurero.

Quizá no estaba segura de muchas cosas, pero sí de que me odiaban, lo demostraban bien mediante las indirectas, los jalones de cabello, la basura en mi mochila y los empujones. Era innecesario entonces que se esforzaran en escribir para mí, aun así, lo hicieron, y el detalle es lo que cuenta, ¿verdad?

—¿Hyesuk? —volteé al escuchar mi nombre. Nadie en el salón. Esta vez debieron asegurarse de que no hubiera testigos—. Te llaman a la dirección.

El chico de ojos sonrientes que esperaba en la puerta se retiró sin darme tiempo a preguntar. Salí otra vez, recibiendo como ya esperaba, las miradas exterminantes de mis compañeras que aguardaban pacientemente afuera.

—Mírala, no me impresiona.

—Escuché que hizo bullying en su antigua escuela.

—Ya lo creo. Esa tipa desquita su pésima vida con personas inocentes.

¿Qué rayos...?

Bufé tratando de mantenerme calmada dado que ya estaba por llegar. Golpeé la puerta un par de veces hasta que alguien abrió y pronto vi a la directora tras el escritorio, sentada cómodamente en su silla.

—¿Lim Hyesuk?

—Buenos días —saludé haciendo una reverencia.

—Te debe parecer raro. Nunca llamamos a los estudiantes hasta aquí —asentí en lugar de responder esta vez, pues desconocía los precedentes de la escuela—. Porque no tuvimos inconvenientes serios.

—¿Disculpe?

—Lo siento mucho, pero estás expulsada.

—¿Qué? —La emoción negativa que invadió mis piernas fue aterradora, sentí mis cejas arrugarse y mi corazón empezó a latir más rápido—. ¿Por qué?

—Tal vez en tu antigua escuela o en tu casa nadie te lo advirtió, pero hay normas, jovencita, y en nuestra escuela son muy estrictas, así que, si no eres capaz de obedecer, lastimosamente tendrás que irte.

—Espere, no entendiendo nada.

—¡Aquí no se tolera el bullying!

—Pero-

₂₀ᴄᴍ  | Cʜᴏɪ YᴇᴏɴᴊᴜɴWhere stories live. Discover now