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Mis pestañas no se atrevieron a rozarse siquiera durante unos segundos. El muchacho pasó por un lado, esquivándome y logrando atrapar a Hyunsuk. Mi anatomía tampoco reaccionó. Me quedé estática. Como si el tiempo se hubiese congelado solo para mí.

Al poco tiempo, fueron mis oídos los que consiguieron escuchar algunas risas.

—Hyesuk, ¿estás bien? —parpadeé algunas veces antes de voltear, sólo para notar cómo la sonrisa del castaño iba desapareciendo conforme me acercaba.

—¿Ye-Yeon? —balbuceé, ignorando la pregunta de Hyunsuk. No me interesaba responderla, ni lo que sucediera en este momento fuera de mi mundo.

—¿Se conocen? —intervino el más bajo otra vez, apuntándonos con su índice.

—¡Oppa, llegaste! —exclamó de pronto una voz femenina que provenía de la clase.

El rostro del susodicho me causó un poco de miedo. De hecho, si no era quien yo imaginaba, tendría razón de estar molesto. El castaño soltó a Hyunsuk para después caminar dentro, desatendiendo ahora él a la pregunta del más bajo.

—¿Se conocen? —negué con la cabeza a la misma interrogante que el chico planteó, y aún sin estar seguro, pidió—: Entremos.

—Gracias por traerla, Hyunsuk. Acércate en el receso con tu prueba —Quien parecía tratarse de una docente que apareció sin previo aviso, se adentró con nosotros al salón, luego de palmear mi espalda—. ¡Buenos días, chicos! ¿Recuerdan cuál fue el tema de la clase de ayer?

—¿Adaptabilidad?

—Exacto, Gaeul —contestó la mayor colocando su bolso en el escritorio—. ¿Puedes darme un ejemplo?

—Una nueva casa, escuela o el ingreso a la universidad.

Lo último causó alboroto en el resto de los estudiantes, y si lo pensaba bien, era algo de lo cual también debía empezar a preocuparme. No era más una privilegiada.

—Una nueva escuela. Es exactamente la respuesta que buscaba. El proceso de adaptación puede ser sencillo o casi imposible para una persona, pero también depende del entorno que la rodea, es por lo que les pido que sean amables con la chica nueva y le hagan sentir el compañerismo que hay en esta clase. ¿Puedes presentarte, jovencita?

Quedé helada de nuevo. En realidad, la charla entre Gaeul y la profesora fue muy interesante. Además de que, a diferencia de la otra escuela, aquí no parecía agradarles. Es decir, no creí que les importara saber algo de mi vida.

—H-hola —comencé con una reverencia—. Mi nombre es Hyesuk. Lim Hyesuk, y espero ser una buena compañera.

Vi a Hyunsuk reírse a carcajadas por mi saludo y a uno que otro estudiante aplaudir efusivamente. Al resto realmente le dio igual, incluso a cierto castaño que conversaba animadamente con una peli negra hasta que ésta decidió mofarse de mi corta introducción.

—Típico de una inadaptada.

—¿Qué fue lo primero que dije, Jinsook? Me parece que el año pasado se saltó las clases de valores, pero le recuerdo lo que hablamos en una de ellas: Todos, absolutamente todos, nos merecemos respeto.

Sí, padre. Me parece genial conocer gente nueva.

—Bienvenida, señorita Lim, y una disculpa por el comentario inapropiado de su compañera. Puede sentarse —asentí y caminé al final, a la única banca vacía. Una vez pude acomodarme en el no muy confiable mueble, saqué un cuaderno en blanco que mi madre había metido en mi mochila desde ayer y me dispuse a atender.

Mi atención; sin embargo, fue perjudicada por aquel sentimiento que te indica que eres la comidilla de un lugar —aun estando detrás de todos—, y pude afirmar que la clase iba de lo mejor; para los demás por supuesto, no para mí.

₂₀ᴄᴍ  | Cʜᴏɪ YᴇᴏɴᴊᴜɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora