13. Decepción.

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Emilio.

¿Emilio? —volvió a decir papá.

Mis manos temblaban. Mis piernas temblaban. Mi cuerpo temblaba y en ese momento me sentía como el pequeño niño de siete años que había experimentado por primera vez un golpe de su padre.

¿Q-qué quieres? —susurré— ¿Cómo conseguiste mi número?

Me encontraba sentado en el suelo, recargando la cabeza en la pared.

Tenía miedo. Mucho miedo.

Quería hablar contigo, Emilio. —dijo— Pasaron los siete años, hijo.

Todo el llanto y todo el dolor que estaba reteniendo en ese momento, se esfumó.

Soy libre. —dijo.

Las lágrimas dejaron de salir y en su lugar me invadió un odio y un rencor enorme.

¿Cómo era posible que la persona que más me había hecho daño estuviera libre?, ¿cómo habían pasado tan rápido siete años?, ¿para qué llamaba?

¿Hijo? —preguntó dudoso.

¡No me digas así! —grité— ¡No soy tu hijo!, ¡no soy nada tuyo, maldita sea!

Escuchaba a papá sollozar. Lo escuchaba sufrir al igual que yo.

Me pedía perdón y susurraba cosas que un verdadero padre le diría a su hijo.

Pero era tarde. Era bastante tarde para pedir perdón.

¿Por qué tú? —susurré después de unos segundos— Eras mi héroe, papá. Eras mi todo.

Mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. No estaba listo para esa conversación.

¿Tú crees que yo decidí ser así? —pregunté— Nací con esto, no lo elegí. Y lo único que quería era que... me comprendieras.

Algunas lágrimas resbalaban por mis mejillas y sentía mi corazón hacerse más pequeño.

Después de tanto tiempo, el pequeño Emilio que nunca le había reclamado algo a su padre, salía a la luz.

Emilio. En verdad lo siento tanto. —susurró.

Papá comenzó a llorar.

Si pudiera regresar el tiempo... —dijo con la voz cortada— Créeme que lo haría. Haría todo lo posible para no hacerte daño de nuevo. Para cuidarte. Para llenarte de amor.

Mis ojos permanecían cerrados y solo me concentraba en su voz. En su llanto.

No sabía si en verdad estaba sufriendo, pero escucharlo llorar de esa manera, removía tanto en mí.

El silencio invadió la llamada y después de unos minutos, volvió a hablar.

Solo... —susurró— Quiero verte y pedirte perdón de frente. dijo.

Antes de poder decir algo más, colgó.

Espere a que llamara de nuevo, pero no lo hizo. Supuse que había dicho todo lo que quería en la llamada.

[...]

Miré el reloj que se encontraba en el buró a lado de la cama.

3:35 am.

Luis no había regresado. Supusé que se había ido a dormir a su habitación.

Me encontraba sentado en el suelo de la habitación mirando a un punto fijo en la pared.

Cambios. | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora