#7: De tal palo, tal astilla

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Terminé rodando los ojos y deteniéndome, con los hombros de la albina bien sujetos bajo mis manos y sus ojos nerviosos clavados en los míos.

- Solo son mis padres, boba, no te van a morder.

- Pero tendrías que haberme dicho que íbamos a venir, me habría vestido de otra forma o algo- protestó, todavía tironeando de su blusa negra con tal de "arreglarla y estar decente para sus suegros".

- Te pongas lo que te pongas estás preciosa, además tampoco es que les vaya a importar mucho con las ganas que tienen de conocerte, desde que les dije que había encontrado a mi omega no han parado de insistir para que te trajera a comer un día.

- Solo vas a buscar tu cuaderno, ¿no?- se resignó, haciendo un puchero.

- Yo sí, pero no te vas a librar de un buen rato de sofá, merienda y charla con ellos, ni de broma van a dejar que digas hola y adiós sin más.

- Qué vergüenza, por favor- se frotó la cara, algo pálida por los nervios y, tras una profunda inhalación, tomó mi mano y la apretó a medida que retomábamos el camino hasta la puerta. El timbre resonó en las dos plantas de la casa, tan acogedora y sencilla como todas las de esa calle, y al mirar de reojo a Kouri por si debía calmarla de nuevo la pillé admirando las macetas y los tiestos que mi padre adoraba cuidar, repartidos a los lados de la entrada y todo el pequeño sendero de cemento.

- Hola, mam...

- ¡Dios mío! ¡Yuzo, baja, corre!

- Ahora no puedo.

- ¡¡¡QUE BAJES!!!

Me aguanté la risa lo mejor que pude: yo estaba más que acostumbrado a esas escenas, pero notar que Kouri retrocedía hasta medio esconderse a mi espalda me resultó tan tierno y a la vez tan gracioso que me demostró, de nuevo, que mis genes tranquilos los había sacado de mi padre, la moto de la casa siempre había sido la única omega de los tres.

- Joder, Kazue, casi me quedo sin dedo, estaba arreglando la estanter...

- ¡Esa estúpida estantería puede esperar, ven ya a saludar a tu hijo y a tu nuera!

- Cálmate, mamá, será una visita rápida.

- Y una mierda, voy a preparar algo de picar, mientras enséñale a esta niña tan guapa la casa.

Tal cual gritó y se calmó se fue, y apenas quedamos los tres ahí en silencio mi padre empezó a reírse con ganas.

- No se lo tengas en cuenta, siempre ha sido así de enérgica para todo- tendiéndole la mano con esa caballerosidad clásica que tanto lo caracterizaba, invitó a la albina a entrar seguida de mí, por lo que cerré la puerta confiando en que empezara a serenarse con su suegro-. Oda Yuzo, tú debes de ser la famosa Kouri.

- Encantada, señor.

- ¿Cómo que señor? Yuzo, venga, repite conmigo, Yu-zo- apenas ella sonrió, supe que había sido un acierto no intervenir.

- Tienen una entrada muy rústica, Yuzo-San, las plantas y las flores de fuera son una maravilla.

- ¿Te gustan? Las planté todas yo, en mis ratos libres no solo me dedico a arreglar "estúpidas estanterías" como dice mi esposa, también suelo cuidar las macetas y traer semillas nuevas cada cierto tiempo, pero ya me dejo de jardinería y bricolaje- una vez más le tendió la mano, mandándome una leve mirada de reojo a lo que respondí con un asentimiento, por más alfa que fuese no dejaba de ser mi padre así que, gracias a la similitud de las feromonas, Kouri estaría tranquila.

Allá se fueron los dos por el pasillo, esquivando a propósito la cocina a la que yo entré apenas los perdí de vista, y me crucé de brazos mientras miraba con reproche a mi madre, sirviendo tazas de té y colocando en su bandeja de madera favorita casi todas las galletas de almendra de una bolsa. Ni siquiera se había percatado de mi presencia, por lo que carraspeé y, apenas me dirigió la mirada, sonrió algo culpable.

Flawless Fate (Omegaverse)Where stories live. Discover now