MAGDA | L'effet qu'tu m'fais.

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❛L’EFFET QU’TU M’FAIS❜

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❛L’EFFET QU’TU M’FAIS❜

                          Samara me insta a calmarme y dejar de buscar sus brazos para así subir al caballo junto al caballero con el que me ha encomendado al verme indispuesta para obrar rápido –contrario a lo que quiere el clan, pero tal vez no siéndoles extraño al ver mis lágrimas correr sin control minutos atrás–. Con la nariz congestionada, los ojos hinchados y adoloridos, la cabeza punzandome al nivel de las sienes y en amenaza de coger un resfrío, la obedezco asintiendo con ligereza y siguiéndola hacia el caballo. Ella y su inteligente discurso es lo único que nos mantiene en buen estatus frente a éste grupo, aunque con reserva, por lo que entiendo cuando me dice que nos han permitido escoger con quien ir en el camino, contrario a Claire, quien veo de soslayo que va con mala cara tras el jefe del clan. En éste momento solo me queda obedecer a Sam, si es que no quiero echar por la borda el logro.

—Se ve amable —dice en voz baja, dando un suave y cálido apretón a mi hombro, mientras me encamina a donde espera el hombre con quien iré—, no hizo mala cara cuando lloraste —agrega con gracia, para aliviar mi tensión. Le agradezco demasiado, casi que de rodillas, en mi interior: Samara no me presiona nunca, aunque le carcoma la curiosidad digna de una reportera cuya segunda carrera es la historia, y siempre está ahí, lista para defenderme con esa lengua de plata que ha heredado, pero que perfeccionó por sí misma—. Estaré un caballo adelante, con Broc... Por si acaso, no digas nada si dudas y, si es algo técnico, no es de ahora.

Una parte mía se relaja por el consejo, pues significa que obtener ayuda no es algo que pueda escaparse de entre nuestros dedos en un abrir y cerrar de ojos como pensé. De cualquier forma, no soy de hablar mucho estando a solas con alguien; es en grupos donde me desenvuelvo mejor y, si conlleva preparar discursos sobre algo que domino o seguir el hilo a un debate, es mejor aún. Entablar una conversación con extraños de mi época me es agobiante, así que no encuentro razón por la que sería diferente estando en 1743.

Una vez frente al costado del caballo, logro ver pese a la envolvente oscuridad que el hombre con quien voy a compartir el viaje es nada menos que el herido, cuya melena rojiza brilla como brasas de fuego a la luz de la luna y que causa que, por un instante, pierda el aliento recordando al fantasma de las ruinas, dudando de mi propia memoria y preguntándome si es posible que lo sea dadas las circunstancias y la curiosa calma que transmite al acercarme; es la silueta de su rostro lo que repica contra la corteza de mi cerebro, pues peco de incrédula aunque todo en él clame la perfección de un sueño o alucinación, lo que sea que haya pasado en las ruinas del castillo Leoch. Él me dirige el inicio de una sonrisa, la que correspondo cohibida al verme presionada por dos hombres para ayudarme a subir al caballo e  irnos de ese modo lo más pronto posible. Como puede, el jinete permite que me acomode delante, pasando un brazo alrededor de mi cintura para tener el control de las riendas del animal.

No obstante, las suelta con un quejido cuando comienza a llover sobre nosotros y es así que siento cómo se remueve desde atrás. Curiosa por la acción y ciertamente incómoda por los suaves golpecitos que alcanza a dar a mi espalda baja, lo veo de reojo. La lluvia ha comenzado a quitar la tierra suelta de su rostro y la ha convertido en ríos de lodo; está mirando hacia abajo, al lado, decidido a hacer algo por cómo mueve la mano libre.

MON MANÈGE À MOI ━━ OutlanderWhere stories live. Discover now