MAGDA | La ville inconnue.

427 33 7
                                    

❛LA VILLE INCONNUE❜

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

❛LA VILLE INCONNUE❜

                           La mañana en que debemos acompañar a Bonnie Mai al pueblo cercano, la susodicha llega después del amanecer a despertarnos. El frío en la habitación se asemeja al de Les Catacombes¹, que visité una docena de veces queriendo sentirme como la resistencia parisina ahí en los 40', o al frío letal de hospital que, lamentablemente, se impone y me lleva consigo, porque aunque esté abrazada a Samara entre las cobijas, tengo la irracional sensación de estar rodeada por una multitud que clama ayudarme, aunque solo sea Bonnie Mai al acercarse sin mala intención para hacer que despabilemos.

Jamás había tenido miedo al médico. Era una niña bastante valiente en ese sentido, si bien lloraba por otras nimiedades. Al final de cada consulta siempre resultaba con un chocolate de almendras como premio que terminaba compartiendo con Samara, diciéndole que así ambas seríamos valientes, pues ella solo habría recibido un bombón seco como premio de consolación por no dejar al doctor revisar su garganta hasta que mamá intervenía. Sí, era valiente... No tengo idea cuál fue la última vez que lo fui. En fin, ¿Inyecciones? Sin problema, las prefiero a otros tratamientos, ¿Tabletas de tamaño cuestionable? Está bien, las acepto. Pero esas visitas cortas e insignificantes al médico no eran comparables con estar internada en una habitación de hospital.

Lo irónico es que comencé a trabajar en un hospital después de uno de los episodios que me marcaron, no obstante, no sin suerte: mi jornada correspondía a permanecer en el laboratorio, recogiendo y procesando muestras e interpretando los resultados que tendría que mecanografiar en un papel que después irían a recoger los médicos de cabecera para asignar el tratamiento a los pacientes. Aún así, si se presentaba la oportunidad, jamás me acercaba lo suficiente al área donde las personas convalecían y optaba por ignorar las ofertas de los médicos para salir con ellos después de su jornada, porque eso siempre significaba tener que ir a buscarlos a su oficina.

Tener a Bonnie Mai inclinada sobre mi cuerpo desencadena los recuerdos del tiempo que estuve internada después de las protestas, con médicos entrando y saliendo del cubículo delimitado por horrendas cortinas verde pistacho, todos charlando sobre mi estado y cómo estaba a un ataque de ir a parar a un psiquiátrico, inclinándose cuando creían que estaba bien sedada para checar mis signos vitales cuando, en realidad, era capaz de luchar contra el sopor producto de las drogas con tal de alejarlos. Esa vez, tal vez el inicio de mis tantos errores, no di el nombre de ningún familiar ni mi identificación, así que era de suponer que pertenecía a ese gran grupo de estudiantes protestantes que también resultaron heridos y se negaban a dar declaraciones para evitar problemas con la policía, que seguía buscando a los incitadores.

Agobiada, hiperventilando y a un impulso de golpear a Bonnie Mai como si realmente fuera uno de esos varios médicos tratando de ayudar con una prudencia cuestionable, me levanto jadeando, aún dueña de una mínima parte de mi cuerpo, dando manotazos al aire cuando estoy lejos de cualquiera a la que pueda lastimar, y me acerco al fuego de la chimenea para arrodillarme al frente, centrándome en éste como manera de alejarme de ese peligro imaginario y enfrentar a éste real, pues de trastabillar resultaría quemada. Mi frente comienza a perlarse de sudor y siento el bochornoso hervor de mi piel, tan cerca del fuego... Resulta hipnotizante y poco a poco escucho las disculpas de Bonnie Mai, que se ha creído inoportuna.

MON MANÈGE À MOI ━━ OutlanderWhere stories live. Discover now