MAGDA | Monsieur X.

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❛MONSIEUR X❜

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❛MONSIEUR X❜

                       No soy de las personas que huyen. Ni de las que llora para ver si con ello se soluciona el problema en cuestión, o siquiera de las que permanece sentada en busca de una persona dispuesta a ello. No obstante, presiento que un descanso es mejor que enfrentar el porvenir con una mente cansada y más que nada, derrotada. Porque así es como estoy y no puedo negar: derrotada sin remedio.

A veces creo estar sintiendo la lisa textura del garrote al impactar fuertemente contra mi sien derecha y el consecuente choque de mi costado contra los adoquines rasposos de la Plaza de la Concordia en esa última marcha, teniendo que buscar hielo después para apasiguar el sufrimiento aunque el dolor sea mental y solo se manifieste en mi como un arrasante dolor de cabeza. Y tener este tipo de recuerdos en los momentos más inesperados –llegando a arremeter en contra mía incluso cuando hago las compras, dudo que sea una buena señal.

Por ello, mamá y Samara me acompañan en éste viaje a la sanación, como lo nombra cariñosamente mamá para alejarme de aquellos pensamientos que claman mi nombre en muchedumbre con los adjetivos de cobarde y traicionera a un lado. De todos modos, no soy capaz de recordar un momento donde no esté con ellas, mis mal dichas almas gemelas. Si ésta fuera la excepción y estuviera sola en el camino a Escocia, deduzco que no sanaría fuera a donde fuera.

Camino con torpeza y un mareo creciente, que me lleva a pensar en el rostro blanco como la tiza que debo poseer y que, al igual que el mareo, invadirá cada hebra de tejido de mi cuerpo como si en éste no existiera la sangre. Busco con la mirada a mis acompañantes, desesperada y con el temor queriendo apoderarse de mi, pero no logro divisarlos hasta que al final decido volver sobre mis pasos marcados en el barro, que parecen alargar el camino como si llevara siglos corriendo sin rumbo, cuidando a la vez de no resbalar debido a ésta mente entorpecida que tengo por ese aroma embriagante que me condujo para tener un encuentro de lo más extraño.

Siento que he dado una decena de vueltas enteras a la edificación con los ojos vendados, puesto que no es hasta que visualizo otro tramo de pisadas en la esquina de una torre bordada con zarzas, que mi cerebro hace sinapsis y entonces hallo vagas y mínimas señales que me recuerdan que he caminado, efectivamente, por estos lares, cosa que no pasa seguido o, me atrevo a decir, nunca. Finalmente, con los nervios carcomidos y un dedo pulgar rojizo por una herida abierta que he alcanzado por mi manía de morder la cutícula, diviso a mamá y a Samara con el resto del grupo turístico, todavía hablando en la entrada de las ruinas del castillo que debió ser magnífico en sus años de gloria.

—¿Estás bien, Magda? —Es Samara la primera en verme, con una expresión de preocupación y confusión; se ajusta la mascada antes de comenzar a caminar hacia mi persona, seguida por Didi—, ¿A dónde fuiste?

—Me desvié en el sendero —digo, con la respiración irregular y con un cansancio mental y físico que me está derrotando, tal cual un maratonista primerizo que se ha olvidado de cómo respirar correctamente y está siendo adelantado por todos. No sé si es por el frío, mis nervios potenciados por el encuentro extraño que causan retortijones en mis músculos, pero estoy conmocionada e intranquila—, terminé vagando por las ruinas y me encontré a un hombre que parecía ser de por aquí... Fue...

MON MANÈGE À MOI ━━ OutlanderWhere stories live. Discover now