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Sus pensamientos eran como un huracán llevándose todo a su paso, dejando consigo ese malhumor petulante que emerge desde lo profundo su ser, odiaba el hecho de que Bella siempre prefiera a Edward por encima de él.
Estaba tan absorto en lo suyo que ni siquiera escuchaba lo que pasaba a su alrededor. Hasta que un olor peculiar inundó sus fosas nasales era...
Maresía.
El inconfundible olor a mar, sus ojos marrones se enfocaron en el suelo de madera y justo encima de este un metro más alejados de sus zapatos, unos delgados pies descalzos.
Jacob fruncio el ceño, desde lo profundo de su garganta se le escapó un gruñido de manera inconsciente, se estaba poniendo a la defensiva por la presencia desconocida al frente de él.
AquaMarine ladeó la cabeza tratando de entender lo que estaba pasando, decidida empezó a ascender su mano hasta la altura del rostro ajeno, a pesar de escuchar el sonido emitido por él, eso no le impidió tocar con las puntas de sus dedos la mejilla contraria, aún oyendo las advertencias de los demás.
Ella se dió cuenta que él al igual que los otros chicos emanaba una alta temperatura, pero no solo percibió el calor está vez su cuerpo experimento una nueva sensación.
Una leve corriente eléctrica recorrió su delgado cuerpo.
—¿Qué se supone que haces?—masculla entre dientes molestó.
El licántropo sintió como la cólera subía hasta su cabeza, de un movimiento brusco levanto el rostro, estaba furioso dispuesto atacar a la persona, pero todo se vino abajo cuando sus oscuros ojos marrones se conectaron con los zafiros de ella.
Su respiración se detuvo, todo ese enojo que sentía al principio lo abandonó, dejándolo paralizado mientras todo desaparecía a su alrededor, solo existía ella ahora.
El pelinegro se perdió en esos profundos orbes azules como el mismo mar, vio como eran cortados todas las cuerdas que lo ataban a la existencia, tal cual, como si fueran hilos de globos volando hacia el espacio, solo fue cuestión de segundos para que millones de nuevos hilos aparecieran y lo ataran a ella.
Entendió que ahora no era la gravedad de la tierra la que lo tenía sujeto al suelo sino ella, la misteriosa castaña.
Él ha encontrado su impronta
Aqua descendió lentamente su mano, sus mejillas se tornaron carmesí, no pudo ocultar que estaba nerviosa por lo que percibió a través de él, solo con el simple hecho de mirarlo.
El mar la envío por un propósito. Ahora ella entendió el motivo por el que vino a este lugar.
Todos los presentes se habían quedado en un silencio sepulcral observando la escena no dijeron nada, hasta que Sam fue el primer en aclararse la garganta.
