12. Un secreto

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Se oía un llanto abrumador. Alguien lloraba intentando que alguien le escucharan. Pero era imposible, nadie oía su lloro...

De repente, se sintió como si todo el mundo estuviera en su contra. Comenzó a caminar despacio, luego más rápido. Era la maldición, se había apoderado de él por completo y no había nada que lo detuviera.

Salió a la calle enseguida. Hacía mucho frío y no había mucha gente. Pero el sentía la necesidad de ver a personas a su alrededor.
Él sentía que debía pegar a alguien.

Su agresividad llegó a tal punto, que, entró en una casa de las que había en aquel barrio.

La puerta estaba ligeramente abierta, por lo que le fue muy sencillo entrar al interior.

Al estar dentro, comenzó a subir las escaleras. Ni siquiera se molestó en coger el ascensor. Tenía demasiada prisa como para estar esperando a que aquel trasto mecánico bajase.

Al llegar al primer piso, comenzó a llamar a la puerta como un loco. Quería entrar allí de cualquier manera que le fuera posible.

Por suerte, un niño pequeño de unos cinco años que sostenía un osito de peluche en sus brazos, le abrió la puerta.

Retiró al niño de si paso, y entró totalmente poseído al interior del piso. En la cocina, estaba el padre del niño, cocinando una especie de sandwich con queso y mahonesa.

No pudo aguantar más, y se abalanzó sobre él. Le agarró fuertemente por el cuello y comenzó a pegarle golpes contra el suelo ante la mirada aterrorizada del niño que le había dejado entrar a la casa.

El niño comenzó a llorar. No deseaba que eso hubiera ocurrido. Se sintió muy mal ya que nunca había obedecido a sus padres.

-No abras a desconocidos...-le solían decir.

El pequeño se quedó parado al otro lado de la cocina, viendo como su padre se desangraba por los golpes que le estaba proporcionado aquel loco.

No sabía qué hacer. Su madre estaba trabajando y no tenía su número de teléfono. Y, siendo tan pequeño, por supuesto que tampoco conocía los números para llamar a la policía o a urgencias.

El loco cada vez golpeaba al padre con mayor fuerza. Éste ya estaba inconsciente en el suelo, cuando decidió parar de darle golpes.
Se levantó y, cuando se dirigía a salir de la casa, miró por última vez al niño, que se tapó la cara con su peluche en cuanto notó que lo estaba mirando.

Había matado a su padre con sus propias manos. Y todo era por su culpa: por haber abierto la puerta a desconocidos.

***

Se levantaron los dos a la vez. Se dieron los buenos días con un besito en la comisura de los labios. Ambos seguían desnudos después de haber hecho el amor aquella noche.

Había sido mágico. Era como si estuvieran hechos el uno para el otro. Se sentían compenetrados en todo momento y eso les hacía sentir que durarían como pareja.

Mia se vistió y James hizo lo mismo. Se levantaron con muy poco sueño. Aquella noche habían dormido de maravilla.

Se dirigieron a la cocina y, una vez dentro, comenzaron a desayunar.

-¿Qué tal has dormido, princesa?

-Muy bien, ¿y tú?

-Estupendamente. Sienta muy bien hacer el amor juntos antes de dormir, ¿no crees?

Mia bostezó, se estiró y no pudo contestar inmediatamente a aquello. Sin duda, James tenía toda la razón del mundo.

-Deberíamos repetir otro día-le dijo, acercándose al cuello de Mia, y besándolo, como siempre solía hacer.

Se le hacía todo tan raro...

Hace unos meses Mia odiaba la idea de tener novio. Ni siquiera pensaba que le fuera a gustar tanto. Pero en el momento en que una se enamora, no puede decir que no a nada.

Mia se acordó de Dorothy. Le encantaría contarle con todo detalle lo ocurrido aquella noche. Pero recordó, que su amiga le había prohibido llamarla hasta que la llamara ella.

¡Joder, eran amigas! ¿Tanto tiempo tendría que esperar para contárselo?

James seguía besándola tiernamente.

- Para, o no me dejarás desayunar.

- Es que es tan tentador besarte...

Un último beso en los labios, y Mia pudo empezar a desayunar.

En aquella casa no faltaba detalle. Se notaba que eran ricos...

En aquella mesa había más comida que en un buffet de hotel. Desde cereales hasta donuts con chocolate.

Mia pensó que en aquella casa, acabaría engordando. En su casa apenas le sacaban dulces para desayunar, y, allí podía elegir.

James la miraba fijamente mientras comía.

-Eres tan guapa...

Mia sonrió y siguió comiendo.

-Por cierto, ¿qué tal estará Dorothy?

La sonrisa de Mia desapareció en el acto.

-Prefiero no hablar de ella.

-Vamos, ¿tanto se enfadó contigo?

Mia se limpió los labios con una servilleta.

-Bueno, si te digo que no me deja llamarla hasta que ella me llame, ¿qué opinas?

- Se pegó un cabreo de la leche...

Sí. Era verdad. Dorothy se había enfadado con su mejor amiga por un simple chico.

Eso le dolía de verdad. Casi había elegido entre ella y Fregoneti. Le había elegido a él, a aquel italiano.

Mia tenía una cosa muy clara. Si tenía que elegir entre Dorothy y James, elegiría a su novio.

***

Se peinó rápidamente y salió de casa en busca de Wale. No sabía por qué, pero en aquellos momentos lo que más le apetecía era estar con él.

¿Qué tenía aquel muchacho para gustarle tanto?

Se sentía muy atraída por él desde el primer día que lo vio en su casa. Pensó que podrían ser pareja. Él como médico y ella, como enfermera. Sin embargo, eso no era más que una fantasía.

Caminó en dirección a la casa del chico, y, cuando llegó, llamó a la puerta, esperando a que le abriera.

Pero nada de eso ocurrió. La casa estaba vacía. Wale no estaba dentro. ¿Pero dónde estaría si no?

- ¡Wale!- gritó.

Pero no obtuvo respuesta.

Intentó buscarlo por el barrio. Mia pensó que tal vez el chico hubiera salido en su busca. Pero nada. Wale no daba señales de vida.

¿Dónde narices estaba?

Mia se sentó en un banquito del barrio, y, esperó sentada con la esperanza de que Wale aparecería por allí en cualquier momento.

Y, no se equivocó. Wale apareció por una esquina del parque y fue al encuentro con Mia.

- Buenos días, Mia.

- ¿Dónde estabas? He llamado a tu casa y nadie contestaba.

Wale se quedó muy quieto, como si hubiera algo que no quería contar a Mia. Como si tuviera un secreto. La chica lo notó tenso en aquel momento.

- Ah, es... El timbre está estropeado.

Mia se puso muy seria.

- No, Wale. Miré por la ventana y la luz estaba apagada, grité tu nombre y ni siquiera contestaste. Me estás mintiendo. ¿Dónde estabas?

Wale se dio cuenta de que esa chica era más lista de lo que a él le parecía. Le había pillado. Aquella noche Wale no había dormido en su casa.

- Mia, te contaré algo. Pero, necesito que no se lo cuentes a nadie...

Mia escuchó atenta a lo que Wale le contó. Y, no pudo creer lo que aquel rubio había hecho aquella misma noche.

© EscondidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora