1. Castigos, besos y tuberías

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Oigo el tictac de un reloj. Me doy cuenta de que no es así. Tan solo oigo los latidos de mi corazón. ♥

Un llanto resonó desde un lado de la oscura casa. Sin duda era el llanto de su hija.

Tea corrió al encuentro de su bebé. Hacía menos de una semana, había dado a luz a aquella niña.

Una niña que sería su primera y única hija.

Tea no podía tener verdaderos descendientes. El nacimiento de aquella niña no había sido natural.

El embrión había sufrido manipulación genética en el laboratorio. Tea lastimaba mucho que su hija no fuera al 100 % suya y de Guy.

Sin embargo, no les quedó más remedio. Tras años y años intentándolo, no podían traer un ser humano al mundo.

Tea lloró al ver a su hija llorando. Era como verse a sí misma de pequeña. La niña tenía los ojos grandes y oscuros, igual que ella.

- Shhhh.... Calla preciosa.

Acarició el diminuto y blando rostro de Mia. Comprendió en el momento que aquella niña iba a necesitar más amor del que necesitaban los bebés de la época.

Deberían ocultarle aquel secreto. El secreto más importante que era el que mencionaba quién la había traído a este mundo.

Mia sonrió a su madre y ésta sonrió después. Madre e hija estaban conectadas.

O eso creía Tea. Incluso más de lo que ella pensaba.

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- ¡Imposible!

Esa fue la voz de Dorothy. Acababan de ser castigadas. Ella junto con Mia acudirían al despacho de Huges, para realizar una serie de mil copias escribiendo lo siguiente:
"No volveré a correr por el pasillo"

- Es una estupidez, sin duda.

- ¿Estupidez? Yo lo llamaría más bien, chiquillada.

Dorothy tenía razón. El castigo de hacer copias era algo completamente fuera de lugar.

Ya no eran crías. Como si fuesen a obedecer la regla....

No correr más por los pasillos.

¡Habían visto a millones corriendo por la escuela! Y ellas, por hacerlo un día, habían sido pilladas.

- No olvides llevar pintauñas al despacho de Huges.

Dorothy estaba enojada. Realmente enojada. Y cuando se enojaba no hacía más que pensar en productos de belleza. Cómo no...

- De eso nada. No me arriesgo a volver a ser castigada mañana.

Dorothy apoyó el trasero en la barandilla de la escalera y, cruzó los brazos con gesto enfadado.

-¡Auuuch!

Alguien había golpeado su trasero. Y no podía tratarse de otra persona, si no de Fregoneti.

-¡¡Bongiorno!! - saludó con su acento italiano.

-Buenos días, Marcus.

Así era su verdadero nombre. Marcus Fregoneti. Aunque era más reconocido por el segundo.

- Chicas, habéis estado increíbles cuando el director Huges os ha arrastrado hasta dentro de la clase. Realmente increíbles.

- Sí, claro. Es increíble sufrir el tirón de orejas más grande de tu vida, de camino a clase de Matemáticas. Va a ser inolvidable.

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