7. La maldición

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Comprendió enseguida que la había engañado. Se comportó como una niña y él como su profesor. Ya estaba todo hecho...

Acabaron por comprenderlo todo. La joven Mia había sufrido algo así como un ataque de ansiedad y acabó matando a Tea y Guy.

Los forenses seguían investigando en busca de otras pistas que sacaran a la luz nuevos descubrimientos.

Seguían dudando de que Mia fuera la única involucrada en el asesinato de sus padres.

Louis entró en la sala policial. Los policías le esperaban para hacerle un interrogatorio acerca de la chica.

Al fin y al cabo, él vivía al lado de la casa de Mia y, además, quién mejor que él, que había sido el profesor de piano de la chica y gran amigo de sus padres, para responder a todas las preguntas que les hiciera falta.

Uno de los policías, Walter, se sentó en frente de Louis y comenzó con la encuesta.

-¿Cuándo vio por última vez a Mia, Sr. García?

Louis se quedó pensativo, y finalmente, contestó.

- No la vi exactamente, pero sabía donde estaba aquel día. Estaba en una de sus citas con aquel chico...

Walter abrió los ojos como platos asombrado ante la noticia. ¡Mia había estado quedando con alguien! ¡Tal vez eso les llevara a descubrir que él también estaba involucrado en el caso!

- ¡Estupendo! ¿Y conoce a ese chico, Sr. García?

No. En realidad nadie conocía al novio de Mia. Ni sus propios padres, ni sus amigos, y, mucho menos él, un pobre profesor de música casado hace tres años.

- Les puedo asegurar que jamás nos lo ha presentado.

Walter miró a su compañero y ambos se sonrieron con complicidad.

- Eso quiere decir, que aquel chico influyó a Mia para asesinar a sus padres. Si tan solo supiéramos quién fue...

En ese momento, una chica, entró llorando a la sala.

Si Louis no recordaba mal, aquella chica era Dorothy, la mejor amiga de Mia.

No le tenía tanto aprecio como a Mia, pero sí recordaba haberle dado clases algún sábado cuando sus padres estaban trabajando.

Dorothy cerró la puerta de un portazo, y se sentó en una de las sillas.

-¡No puede ser! ¡No puede ser! -gritaba pataleando el suelo.

El grupo de policías, se dirigió hacia la chica que lloraba a mares desde que habían entrado.

- ¡Se han llevado a la pequeña Wendy! ¡No está! ¡Alguien la ha secuestrado!

En ese momento, cuando Louis oyó el nombre de su hija, notó como si un cuchillo se clavara en su corazón, se levantó y salió corriendo de la sala policial.

En el grupo de policías se miraron unos a otros, y seguramente todos pensaron lo mismo: "Estamos perdidos"

***

- Buhh!!

Alguien asustó a Mia por detrás. Al ver que se trataba de James, sonrió.

Aquel chico siempre conseguía sorprenderla. Y esa era una de las razones por las que le gustaba.

- Te has ausentado por mucho tiempo, ¿no crees?

Acercó sus labios a los de Mia, y, esta vez, la chica se dejó llevar y se besaron.

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