𝕴𝖓𝖒𝖔𝖗𝖙𝖆𝖑𝖎𝖙𝖞 - ᴴᵃʸᵐⁱᵗᶜʰ ᴬᵇᵉʳⁿᵃᵗʰʸ

¿Agua?

Bajamos del tren y la gente nos miraba como si fuéramos los héroes de Panem.

Todos lucían tan distintos y a la vez tan iguales, todos molestos a la vista, pero el sentimiento de alabación era excelente.

Miré hacia atrás esperando que Haymitch saliera del tren. No lo hizo.

— ¡Que increíble! —
— ¡Bienvenidos! —
— ¡Felicidades!—

Todos gritaban alegres al rededor.

Erick aún no sabía cómo reaccionar.

Para cuándo me dí cuenta estaba tirada en una cama pensando en todo lo que sucedía.

Un sujeto con bata tallaba mis brazos con jabón arduamente.

Cuando terminaron llevaron mi cama hacia otra habitación vacía.

Inhalé.
Exhalé.

La puerta se abrió y un hombre de piel negra entró por la puerta.

— Hola querida, soy Magnus —

Levanté mi rostro y vi a un hombre sonriente de unos cincuenta años.

Usaba un saco negro con el pecho descubierto, en el se veía una marca dorada.

Me alejé cubriendome con la toalla que traía puesta.

— No te preocupes— Me dijo mientras se acercaba— No planeo hacerte daño, soy tu estilista, estoy de tu lado.

Le miré sin saber precisamente a qué se refería.

— Yo haré tu disfraz para el desfile de carruajes.— se sentó al lado mío—De verdad lamento que hayas sido cosechada.

Miré directamente a sus ojos verdes, piadosos, el decía la verdad.

— Estoy abierto a sugerencias, dime qué clase de ropa te gustaría usar… Tal vez un vestido elegante con un escote en…—

— ¡N-no! — Grité.

Miré como se había detenido de golpe y me avergoncé.

— Yo… — Continué— siempre he conseguido lo que quiero con mi cuerpo, y quiero que está vez sea diferente, que me admiren por mis habilidades.

El esbozó una sonrisa y asintió.

— Okay, algo artístico entonces, lo tengo—

Del interior de su saco tomó una libreta y buscó por las páginas hasta que se detuvo.

Me mostró una de las hojas y esperó mi reacción.

Era un traje brillante, negro, de cuerpo completo, compuesto por escamas y carbón, no era muy estético, pero me pareció hermoso.

Asentí sonriendo, el me imitó.

— Muy bien — Magnus se levantó mirándome— Está hecho entonces.

Salió de la habitación sin decir más y al ver que no regresaba, me recosté denuevo.

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Nos encontrábamos rodeados de carruajes, muchas personas al rededor, un hombre y una mujer por carruaje y alguien alistandolos.