capítulo treinta y uno

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—¡Ya era hora! —exclama mi primo—. Me dolía el trasero de estar sentado. Ahora imagínate a ti tía ¿no te duele?

Le tiro una mirada reprochable por el retrovisor, pero si la vió, solo se dedicó a ignorarla.

—Claro que no, zopenco —ríe mi madre—. Ya estoy acostumbrada.

—¡Ven tía! —la atrae a sus brazos—. Vamos a llevarte a la cabaña.

Derrick la alza entre sus brazos, sin mayor problema, para después caminar con ella hacia el porche.

—¿Acaba de hacer un dulce gesto? —cuestiona bajamente la castaña a mi lado con el ceño fruncido.

—Derrick es un patán—reconozco—. Pero siempre ha tenido buenas intenciones.

—¡Primito, primor! —vocifera el crespo—. No puedo tener a tu madre todo el día en brazos.

—Ajá —murmura divertida Sheryl.

—Olvidemos lo que dije —hablo volteándola a ver.

Me bajo de la camioneta, sacando la silla de ruedas que mi primo grita que le lleve.

—Tranquila madre —hablo al llegar al porche montando la silla—. Nunca más vas a tener que estar en esos flácidos brazos.

—Gracias, cielo —sonríe dulce.

—¡Flácidos! —chilla cuando le quito a mi madre de sus brazos y la coloco en la silla de ruedas—. Mira nada más estos músculos— levanta el brazo, marcándolo—. ¿No es así, dulzura? —pregunta a la castaña cuando llega junto a nosotros.

—Mmm... —se rasca la barbilla fingiendo pensar—. Definitivamente son flácidos.

—¡Oye! Eso duele.

—Acostúmbrate— aconseja brusca Sheryl.

—Abramos la puerta, cielo —me dice mi madre—. Antes de que esos dos se muelen a golpes.

—Estoy de acuerdo —asiento—. Pero yo apostaría a Sheryl—le susurro.

—Yo también —me guiña el ojo.

🌙🌙🌙

—Tu madre es —hace una pausa—. Increíblemente, no es una idiota como tú.

—¿Eso fue un halago?

—Pues yo lo tomaría —asiente, recostándose en el asiento.

La miro de reojo, mientras la noche ya se abría paso. No nos quedamos durante mucho rato, y gracias al cielo, Derrick se le quedó asiendo compañía. No quería quedarme hasta que mi padre apareciera, no después de nuestra discusión.

—Hubo algo curioso —habla Sheryl.

—¿Así? —levanto mi ceja—. ¿Y qué fue?

—Tu madre me pregunto que cuando me presentarías a la manada.

Sus ojos mostraban inocencia, pero había un brillo de malicia.

Presentarla a la manada. Había estado pensado varías moches en ellos, pero siempre me venía la misma pregunta una y otra vez ¿la aceptaran?

Sé que es la Media, pero también es una humana. ¿Cómo se tomarán que una humana los lideré, qué tenga mayor un puesto de alta importancia entre los licántropos?

Este fin de semana, dentro de dos días, se iría a celebrar el aniversario de la manada en mi casa, como es la tradición. Así que esa sería la mejor ocasión para proclamarla ante todos como al Media de la Luna Llena.

—¿Tú quieres que te presente?

Frunce el ceño, por mi clara evasión a la pregunta.

—¿Debería impórtame? —cuestiona sin dar su brazo a torcer.

—¿Tú crees que deberías? —intento mantener mi cara seria, pero una sonrisa soncarrona quiere salir.

—¡Ya! Hablo enserio —suspira cansada—. ¿Cuándo me vas a presentar a la manada, Evan?

Me relamo los labios, antes de hablar.

—Estaba pensado que te presentaré en el aniversario.

Sus ojos se agrandan.

—¿El aniversario? —pregunta—. ¿Y cuándo sería eso?

Aparco la camioneta en el garaje, apagando el motor.

—Dentro de dos días— informo viéndola a los ojos.

—¡Oh mierda! —exclama—. ¿Y de qué es el aniversario? —frunce el ceño.

—La manada va a cumplir 500 años de estar unida.

—Eso es asombroso —dice en duda.

—Sí lo es, es muy importante para la Luna Llena —asiento.

—¿Y piensas presentarme en la fiesta?

—Creo que ya lo dije —hablo burlón.

Me codea frustrada.

—¡No te burles! —chilla.

—Okey, okey—levanto las manos.

—¿Entonces? —frunce el ceño.

—Entonces —arrastro la palabra—. Si quieres puedo presentarte el día del aniversario a la manada y proclamarte al fin como la Media.

Aguarda silencio por unos segundos.

—Creo que no sería tan mala idea —habla mirando hacia al frente, pensativa, algo rara de ella.

—¡Claro que no! —exclamo—. Yo nunca tengo malas ideas.

—Eres un idiota— insulta para bajarse del carro. Para adentrarse abrazada hasta el interior de la casa.

Creo que he hay cosas que nunca cambian.


Creo que he hay cosas que nunca cambian

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La mate del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora