capítulo veintiseis

4.7K 350 25
                                    




                                    EVAN

—Sabías que Filipinas, es el único país donde es prohibido divorciarte—da a conocer Noha—. Sería algo así como una mate para nosotros.

Asiento con la cabeza en otro lugar.

>> Y también que la mantis religiosa tiene su oído en el tórax.

—Ajá—murmuro recostándome en la silla.

Noto como intenta hacerme olvidar este día y se esfuerza en hacerme reír o al menos sonreír. Pero este día lo menos que quería era alzar las comisuras de mis labios. Preferiría estar solo en mi habitación con la brisa chócanos mi rostro, o mejor aún, en la montaña recorriendo varios kilómetros.

—No está funcionado verdad—afirma el rubio soltando un suspiro perdedor.

—Para nada—me sincero, posando mis ojos en el vaso de alcohol en mi mano—. Pero, eh. Al menos ya sabes datos que no te servirán para absolutamente nada.

—Me aprendí esa información para nada—queja hablado rápidamente, como cuando se frustraba—. ¿A quién carajos le importa que los perros dálmatas no nacen con manchas o que comerte entre cincuenta y cuarentena semillas de manzanas te podrían matar?

—Tal vez a un aficionado a los perros o a un asesino que quiere probar métodos nuevos—levanto los hombros, desinteresado.

—Muy gracioso—rueda los ojos.

Unos leves toques se hacen sonar. El rubio y yo nos miramos, con esas miradas que lo dicen todo.

Noha se levanta de su silla frente a la mía para irse a la puerta. La abre y asoma solamente su cabeza.

—Hoy no es día de visitas—informa el moreno—. Hoy Evan es de mi pertenecía. Así que agarra tu trasero y date la vuelta—dice con voz chillona—. Pero tranquila. Mañana te lo devuelvo.

—Déjate de tonterías, Noha—habla con toque de seriedad aquella voz que me conocía.

—¿Tonterías?—seguramente este haciendo una mueca—. Ese es mi segundo nombre.

—Dupin—advierte con los dientes apretados.

—Danton.

—¿Está Aks ahí?—va al punto.

—No—niega serio.

—Lo estoy oliendo, Noha—queja—. Ya déjame pasar o golpeare esa cara burlista que te traes.

—Déjame consultarlo.

Sin más le cierra la puerta en sus narices, para girarse hacia mí.

—¿La dejo pasar?

–¿Tu que crees?—ataco obvio.

—Que no—sonríe inocente.

—Déjala entrar—ordeno bebiendo un trago.

Con la cara fruncida se acerca de nuevo al umbral, abriendo la puerta.

—Puedes pasar, Claire—informa con aire cansado.

—Gracias, Noha—le toca la nariz con su dedo índice—. Aunque apuesto a que tú querías que me quedara afuera

—Me conoces tan bien—le guiña un ojo.

Después ambos empiezan una batalla de miradas que si fueran armas o dagas, ambos estarían bajo tumba.

No era un secreto que mi mejor amigo y mi amorío de la infancia no se llevaban bien. Ambos se tienen un odio mutuo; un odio enfermizo. Años atrás había querido que Noha y Claire se llevarán bien, no entendía porque los dos no podían estar en una misma habitación sin alzar a gritos y a golpes. Así que pensando como un crío, los había encerrado en el sótano, a solas, diciendo que solo los sacaría hasta que se llevaran bien. Pero claro, eso nunca ocurrió. Tuve que sacarlos después de unos horas, ya que mi padre se había enterado y se había enojado mucho conmigo por esa tontería. Me ordeno que los sacara ya mismo porque no aguantaba los gritos de ese par. Así que cuando abrí la puerta, me encontré a los dos con varios moretes y ropa rasgada. El pómulo de el rubio estaba morado y su nariz sangraba un poco y bueno, la pelirroja tampoco estaba en su mejor estado. Así que en resumen, mis dos mejores amigos no se llevaban para nada bien. Nunca pude tener una salida con ellos sin que se gritaran o que algo saliera mal. Cuando éramos adolescentes ninguno de los dos se dejaban de hacer bromas pesadas y yo al final quedé en medio de una guerra de bromas. Ese fue el peor año de amistad que tuve con ellos.

La mate del AlfaWhere stories live. Discover now