19: El cuervo, el asesino y los amantes

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    Nacio... Creció y hábito en el Este. Sus padres murieron a manos de mercenarios, homicidas sin honor.

Lo dejaron vivir pero se lo llevaron, lo ataron a un tronco a la deriva; el frío congeló su cuerpo, al soltarlo se divertían torturando de diferentes formas; su cuerpo entero estaba dañado, cicatrices profundas, huesos rostros que se sanaron solos, sangre que corría por su paladar...

Muchas veces deseo haber muerto, sus ojos ya no soltaban lágrimas; su cuerpo ya no sentía, su mente ya no pensaba y su estómago se acostumbro al gusto de metálico que pronto se volvió el único sabor que podía disfrutar.

Y sintió curiosidad ¿Cómo sabría la sangre de los demás? Quería saberlo... Deseaba probar, tocar, disfrutar y sentir.

Su mente solo le indicaba hacerlo, en una excitante fantasía retorcida.

Debía hacerlo... Quería hacerlo y no solo imaginarlo.

Y efectivamente lo cumplió, pero ya no pudo detenerse más, a cada presa que cazaba la comía cual depredador. Pronto se volvió en un pasatiempo que disfrutaba.

Nunca pidió ser rescatado de aquella arena... Nunca quiso conocerla, nunca quiso toparse con ella... Nunca quiso amarla por haberle extendido la mano e enseñarle un mundo más allá de la sangre.
El final de una farsa que daba cabida a una verdad... Un ser inhumano. Un caos con mente e inteligencia que solo servía para matar meticulosamente.

Su mente había bloqueado todo sentido de empatía, remordimiento, sentimientos y dolor.

Su sed no se saciaba con agua u vino.

Sus ojos siempre estaban dilatados, buscando con que complacer su instinto sangriento.

Un ser destructivo con hambre todo el tiempo.

Un hombre sin cordura... Un hombre sin valores u instintos humanos.

Una bestia suelta.

Un asesino experto, la mismísima maldad en carne y hueso.

Era el arma perfecta para él.

San cayó de boca en la sala de un palacio donde todo era de color dorado o más bien de este mismo.

En el negro y frío piso había tallado en plateado la cabeza de un lobo.

Al alzar el torso, pudo observar el extenso lugar y como los pilares de oros tenían sutiles formas de lobos, el techo estaba en una altura muy alta y sin embargo se podía apreciar como en la firme madera de roble yacía la misma decoración de los pilares.

— San el Sanguinario... Te he estado viendo y esperado con ansias.

Habló una misteriosa e indiferente voz que retumbaba en todo el lugar haciendo eco. El susodicho se paró del suelo, y miro hacia su frente encontrándose con dos escalones subir a una plataforma donde antes parecía estar un trono. Sin embargo, en su lugar, vio una silla de madera y unos pies ser tapados por un tapado de piel.

San tuvo que agudizar su vista para poder ver de quién se trataba ya que allí no había iluminación alguna más allá de la tenue luz de la luna entrar por los redondos ventanales. Justo a lado del que anteriormente hablo; había una bandera negra con un lobo plateado en el centro.

— ¿Cómo me conoces? - indagó curioso, avanzando con cautela.

— Te conozco... Y conozco a aquélla que amas y te traicionó. - su rostro se escondía en las sombras, y su voz cada vez era más similar a la de un joven. Uno muy aterrador.

— Y como se que no mientes estando escondido en las sombras - siseo agresivamente, sonriendo de lado.

— Yo no me escondo en las sombras; yo vivo en ellas. - dijo y sus manos fueron a los costados de esta empujando lo que parecían ruedas para poder dar un paso adelante e así mostrar su rostro. — Tú tienes algo que yo quiero y yo tengo algo que tú quieres - su rostro era tan inexpresivo que causó incertidumbre al hombre que sin embargo frunció el ceño y se cruzó de brazos : alzando su mentón con arrogancia.

MOTHER of DRAGONS - LEGOLAS GREENLEAF [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now