17: Heridas

681 73 16
                                    

Las heridas del cuerpo sanan y dejan cicatrices, pero las del alma perduran abriéndose más y más con el paso del tiempo.

San era un hombre herido de alma, su herida había podido cicatrizar durante un tiempo hasta que se volvió a abrir.

Él vio la mirada que ellos compartían, él vio su cercanía; como disimulaban adelante de otros pero cuando podían se miraban con dulzura. Él lo vio todo, cada una de las acciones y los sentimientos que compartían.

Lo odiaba... Envidiaba que Legolas que apareció de la noche para la mañana, se halla ganado el lugar a lado de la mujer que amaba.

Y ahora ella, le asesinaba con la mirada.

Todo estaba sumido en un silencio hasta que la reina alzó la palma de su mano dando inicio al duelo.

San corrió con fiereza a su contrincante que permanecía esperándolo en su lugar, el hombre hizo un ágil movimiento de muñeca y tiró un golpe al contrario quien esquivo ágilmente. El azabache no se quedó ahí, con su espada la giró a un costado con toda la intención de clavarla en su cuello, sin embargo, Legolas lo interrumpió chocando sus espadas.

Golpes iban y venían, el ruido metálico inundaba el lugar, la incertidumbre creció entre todos los presentes.

Era un empate hasta el momento.

San jadeaba cansado luego de cruzar espadas durante un buen rato contra el elfo que parecía ni si quiera sudar, lo observaba con indiferencia y sus ojos eran más filosos que la mismísima espada.

Aquello enojo al líder de las sombras y con todo volvió a pelearse con el príncipe.

Legolas esquivaba y con el mango pegaba al contrario para hacerlo retroceder. A pesar de todo, sabía que no podía utilizar el filo por más que San parecía querer usarlo con gran ansiedad.

Daenerys mantenía su firme postura en la silla, observando con el corazón en la boca aunque no lo demostraba.

Quería bajar, tomar de los pelos a San y apartarlo de Legolas, pero parecía que este primero la estaba pasando bastante mal como para castigarlo por su osadía.

-¡ Maldito elfo ! - gruñó haciendo una estocada para clavar su espada en el contrario, Legolas se movió a un costado pero el filo de la espada tocó su hombro rasgando la ropa y cortando su piel. El rubio frunció el ceño tocando su herida e hizo una mueca molesta.

Ahora Daenerys temía por San.

Legolas gruñó por lo bajo y camino a zancadas agigantadas al hombre que retrocedía cada vez más aún en guardia. Legolas hizo un movimiento de muñeca moviendo la espada con ímpetu y destreza. El metal chocó contra el otro y fuertes estruendos comenzaban a oírse.

Sus espadas se encontraron cruzándose en una "x". Así ambos pudieron verse a los ojos y compartir el mismo disgusto en hacerlo.

- No la mereces - murmuró entre gruñidos.

- ¿Y tu si? - Siseó con molestia, golpeando con su pie en la rodilla al contrario e hacerlo perder el equilibrio. El elfo aprovecho y golpeó dos veces fuertemente la barbilla del contrario haciéndolo retroceder y perder la espada al tambalearse. Para que caiga por fin, pateo su canilla y tomo su cabeza entre sus manos para golpearla contra su rodilla e así haciendo que se caiga al suelo.

Legolas se acercó lentamente moviendo con agilidad la corta espada en su mano derecha. El de cabellos rubios cual oro de Erebor, tomo la espada de San y la tiro lejos de él. Observó cómo sangre corría por la boca, nariz y sien del hombre. Sintió algo de pena al verlo aún intentando pararse pero no lograba hacerlo.

MOTHER of DRAGONS - LEGOLAS GREENLEAF [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora