Dejar sentir

17 2 5
                                    

Le he abierto mi armadura al mundo dejándole ver el pequeñito y atrofiado corazón que se escondía en su interior. Le brindé al pobre una muleta y 4 promesas con las que podía hacerse un torniquete en las heridas y dejase de mancharlo todo con sus pedacitos desangrados. Le obligué a salir a hurtadillas de mi pecho mientras yo hacía la vista gorda enviándolo a la guerra. Yo era consciente de que allí afuera le harían menos daño que el que yo le estaba haciendo aquí dentro. Me arrepentí y decidí curarlo. Lo arropé, lo mimé y lo besé y cuando ya estaba listo lo devolví a su sitio. Tardé tiempo y esfuerzos en devolvernos la confianza mutua, pero un día llegó. Confiaba plenamente en sus elecciones y decisiones y él, por supuesto, en las mías. No eramos perfectos, ni mucho menos, pero nos aportabamos mutuamente la paz y la guerra que nos merecíamos. Juré no herirle, sembrar en él semillas y que brotasen jardines preciosos sobre mi piel conservando las raíces bien adentro de sus arterias. Jurabamos, los dos al saber lo que era realmente quererse, que no dejaríamos que nadie volviera a darnos migajas. Hasta que un día, sin mi permiso, se enamoró. Y volviéndose ciego dejó de razonar. Así que me vi en la obligación de pedirle ayuda a mi cabeza para que estableciera límites y fronteras, pero los dos hicieron un pacto de sangre en el que dejaron de contar conmigo. Y así es como corazón y mente se cogieron de la mano y enamorados decidieron bailar al son del aleteo que emitían las mariposas de mi estómago que provocaba tu mirada.

Pasadas las 00:00Donde viven las historias. Descúbrelo ahora