X; She is alive

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Se encontraba corriendo junto a sus amigos en su lugar natal. La mayoría de los niños no tenían más de cuatro o cinco años, al igual que ella.

—¡No puedes atraparme, Leika! —gritó con su voz infantil mientras seguía corriendo junto a los otros niños. Una niña pelinegra, con el caballo bastante largo recogido en dos trenzas intentaba alcanzarlos. Tenía un collar hecho con cuero, por el cual pasaba una pequeña piedra verde. Significaba algo importante, pero no recordaba qué.

—¡Verás que puedo!

Comenzaban a alejarse del resto, hasta ser únicamente ellas dos, corriendo por un bosque cercano a la aldea.

—¿Ves que no puedes? —preguntó en tono de burla.

Sin darse cuenta, tropezó con una piedra y cayó de cara al suelo, intentando amortiguar su caída con las manos.

—¡Vivi! —gritó la niña y se agachó junto a ella, manchando con un poco de tierra su vestido celeste— ¿Estás bien?

Comenzó a llorar, como haría cualquier niña de su edad. Su preocupación no era el dolor ni haberse manchado de tierra, ni nada; su preocupación era la sangre-nocturna que comenzaba a brotar de sus manos. La niña llamada Leika se dio cuenta inmediatamente.

—Eres Natblida... ¿Por qué no te encontraron aún?

—Por favor, no digas nada. —lloró.

Leika se arrodilló y levantó su cara. Ella tenía ojos grises como la plata, adornados con una largas pestañas. Su tez era morena, lo cual hacía resaltar sus ojos grises.

—Primero, no vamos a dejar rastro de sangre negra aquí porque sabrán que hay alguien. Segundo, vamos a limpiarte las manos al río así nadie sabrá que eres tú, ¿De acuerdo?

Asintió, limpiándose las lágrimas con la manga de su blusa. Leika la ayudó a levantarse, cubrió la sangre con tierra y la condujo al río donde se lavó las manos. Todo parecía correcto, nada raro había pasado en el bosque... Hasta una noche.

Quería gritar, despertar, pero era inútil. Se veía obligada a ver todo en primera persona.

Sentada junto a una fogata, con Leika y los otros niños cerca de ella, escuchando  el relato de "Caperucita roja" de parte de un anciano, no esperaba los problemas que venían. Los adultos se encontraban cerca, preparando los alimentos para la cena. Reía con Leika sobre algo que había dicho el anciano, sin saber que sería la última vez que la vería reírse.
El galope de un caballo puso fin a la tranquilidad que reinaba en la aldea.

—¡Vienen los Buscadores! —anunció su jinete. Inmediatamente, se sembró el pánico y alguien la tomó del brazo arrastrándola lejos.

—Hija, baja y no hagas ningún ruido. —informó su madre. Debía ser una mujer muy guapa, lástima que el pánico en sus ojos, su labio temblando y su enfermiza palidez no dejaba verlo. Se metió en el hueco bajo tierra.

Our Little Natblida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora