Capítulo XXVI

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Harry no quitó la mirada del vestido enrollado en sus tobillos.

Hinchados y el derecho semi doblado, demostrando un aura de inocencia que resplandecía entre la calidez anticipada que emanaba su cuerpo.

Su cuerpo.

Subió la vista, escalando cada fragmento que disfrutó hasta que sus pupilas quedaron estancadas en el comienzo de una seda transparente y bordada de encaje. Se dilataron tanto que el verde conocido quedó en el olvido.

Vio a Louis a través de una luz que se volvió tenue y opaca. Parpadeó una vez, solo una. No quería desperdiciar un solo tramo de él en algo tan banal como parpadear. El omega merecía toda su atención; quería cada parte de él grabada en su mente para la eternidad.

Enmarcó su rostro sonrojado y el labio inferior que le temblaba a la espera de su voz. Sus pestañas revoloteaban espesas; sus ojos azules brillaban más con el gesto expectante de los nervios. Bajó a sus clavículas y se relamió los labios. Los brazos regordetes a los lados, uno doblado sostenido encima de su codo. Un conjunto de encaje cargaba sus pechos redondos y pequeños; sus pezones se transparentaban entre los bordes encajados. El celeste, tan dulce y celestial satinaba la cortina delgada que cubría su vientre. Su intimidad, que ya mostraba su necesidad, empujaba suavemente las bragas hacia delante.

Atisbó sus muslos gruesos y blandos, ambos rodeados de medias que alcanzaban la mitad y se derretían hasta sus pies. Sus pies, que todavía se doblaban un poco.

—Dios. —Suspiró, como si se le hubiera ido el aire. Lo hizo.

Louis sonrió tímido entre una risita que le salió como un soplo. Estaba visiblemente nervioso.

—¿Te gusta? —Dio una vuelta sobre sí mismo, con el labio apretado entre sus dientes.

Harry se acercó a pasos ciegos sin despegar la mirada de su rostro. Louis tampoco dejó de verlo; su pecho agitándose conforme estaba cerca, más cerca. Cuando lo tuvo a pocos centímetros, con su rostro elevado hacia arriba, cerró los ojos y emitió un gemido cuando una mano pesada rodeó su cintura y la otra tomó su mentón. Los abrió débilmente, sintiendo la respiración del alfa abrumándolo totalmente.

—Luces hermoso. Eres hermoso. —Sus orbes verdes iban y venían sobre su rostro—. Lo eres tanto que me dejas sin palabras.

La manera en que le hablaba: su voz rasposa y grave murmurándole en un tono tierno y seductor, que deletreaba sinceramente sus halagos y su mano sosteniéndolo con devoción... no hizo falta más para derretirse entre sus brazos y boquear por un beso que le supo a gloria.

Sus labios bailaron juntos, apasionados y necesitados. Chocaban y se enredaban en chasquidos suaves que eran tan húmedos como el interior de las piernas del menor. Balbuceaban cosas que no entendían y comían del otro como si jamás hubieran probado bocado. Las manos del ojiazul se enredaban en el pelo del rizado y lo atraía más hacia sí. Las del más alto vagaban de arriba hacia abajo alrededor de su cintura; sus dedos largos se atrapaban en el encaje y la seda.

Un hilo brillante colgó entre sus labios cuando se separaron. El más bajo lo buscó inmediatamente, pero el alfa lo detuvo. Pegó su frente a la suya y lo miró entre sus pestañas mientras buscaba normalizar su respiración.

—Amor. —Acarició sus costados con delicadeza—. ¿Quieres esto?

Los ojitos azules se le aguaron y el brillo en ellos incrementó.

—Sí. —Asintió sin titubear—. Claro que sí, mi alfa.

El alfa del rizado gruñó ante el llamado. Las ansias lo ocuparon a tope, pero se obligó a mantenerse en una sola pieza incluso si las feromonas del omega le picaban dulces e insistentes en la nariz y en los instintos. Tomó aire y lo liberó lentamente, no pudiendo contener su propio olor que buscaba atraer más la atención del omega.

The war is blue || L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora