Capítulo X

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El rumor de la plática entre Harry y Emma que provenía desde la mesa del comedor le recordaron por qué no debía apresurarse a salir a cenar tan rápido.

Los últimos días había estado conviviendo más con la rubia y llegó a la conclusión de que la chica no era mala, pero sí que estaba dispuesta a pisotear su dignidad solo para alcanzar un objetivo que no era seguro, ni estable ni que estaba interesado en ella.

Emma se pavoneaba con los ojos brillantes mientras le contaba sus sueños y fantasías de princesa donde le aseguraba que cualquier humillación valía la pena por el par de ojos verdes. Louis solo se limitaba a escuchar y le sonreía, repitiéndose en su mente las palabras que debería decirle sino fuera porque ya se las había dicho y le entraban por un oído y le salían por el otro.

Se decía que no era su problema preocuparse por las decisiones de la rubia, pero en el fondo sabía que, de omega a omega, siempre debían ayudarse.

Y lo intentó; la hizo sentarse un día a su lado y le habló sobre los millones de personas de ahí afuera, le dio una charla sobre el verdadero amor y como este se manifestaba sin presiones, la hizo repetir que debía amarse a ella misma tanto como fuera posible hasta que se lo creyera y, entonces, podría decidir con claridad sobre qué personas valía la pena luchar.

Al final la reflexión solo le duró diez minutos y, cuando el ojiazul pensó que tal vez si había comprendido algo, Emma le dijo que solo la ayudara a enamorarlo.

Y como Louis estaba tan cansado, embarazado e irritado de intentar aconsejarla, solo asintió cuando le pidió que durante las cenas les diera privacidad a ellos dos.

Suspiró mientras terminaba de secarse el cabello, con su panza comenzando a gruñir por el hambre. La acarició con ambas manos, besándose una palma y luego llevándola de nuevo a su vientre.

—Está bien bebé, pronto cenaremos. —Dijo en voz baja, mimándose.

Miró el cajoncito donde guardaba su ropa, dándose cuenta que ya no tenía prendas limpias. Suspiró una vez más.

Se arrodilló, sacando los demás cajoncitos y esperando que en alguno de ellos hubiera acomodado lo que pensaba. Bingo.

Del fondo de uno de ellos extrajo una bolsa de tela blanca, sonrojándose naturalmente por el tiempo que tenía sin ponerse una de esas. Vació la bolsa sobre su cama, visualizando los varios pares de panties desbordándose uno sobre otro en un pequeño bulto colorido y de distintas texturas. Tomó el que estaba encima de todos, colocándoselo.

Era cierto que le apretaba un poco, pero no quiso creérselo hasta que se volteó sobre su espalda y se vio en el espejo.

Su cuerpo desnudo se dibujó frente a él, mostrando su parte trasera. Su cintura ya no estaba tan definida como antes del embarazo, pero seguía delineando su silueta notoriamente. Su trasero y sus muslos estaban más rellenos, tenía unas estrías blancas comenzando a cubrir la piel que los rodeaba. Las panties de encaje se adherían a él cubriéndolas un poco, pero lograban resaltar sus glúteos por la manera en que sobresalía la piel de los bordes.

Bien, tenía la ropa interior. Ahora necesitaba algo qué ponerse encima.

Tenía una opción vagando en su cabeza, pero una parte de él no quería tomarla en cuenta. No tenía elección.

Sacó otra bolsa, acariciando entre sus dedos la tela de la ropa de Mick.

Tomó una camisa grande, holgada y a cuadros, la cual olió con necesidad antes de ponérsela encima. Cuando se miró en el espejo, sintió sus ojos aguarse un poco.

Durante el embarazo, inevitablemente, había momentos en que le hacía falta, que lo anhelaba y necesitaba para darle el amor que todo omega demanda cuando está esperando un bebé. Era natural lo necesitado que podía estar a veces, lo sensible que podía sentirse y lo difícil que sentía los cambios hormonales solo por no tener al alfa a su lado.

The war is blue || L.S. (Omegaverse)Where stories live. Discover now